Capítulo 8

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Como era costumbre últimamente, un lujoso auto se estacionaba en el lugar que había sido del desaparecido jefe y dueño de 'Business Center' Gustavo Prado-San Millán. El vehículo último modelo pertenecía al que se decía mejor amigo del antes mencionado. Ya era tarde, el sol comenzaba a ocultarse, muchos de los empleados habían cubierto su jornada laboral, por ello el estacionamiento subterráneo del edificio no tenía muchos sitios ocupados. El eco de las portezuelas abrirse se escuchaba claramente. Del lado del piloto descendía Adán, una vez abajo se acomodó el saco, se retiró las gafas solares y miró a todos lados, viendo una parte de lo que era suyo, esa empresa, el cincuenta por ciento le pertenecía, gracias a una sucia jugarreta, pero así era, tenía un poder firmado por su 'amigo' el cual le daba acceso total como jefe y como dueño de la mitad. Del otro lado, con suma delicadeza y elegancia, salió Sabrina, al principio a los demás les pareció extraño ver al mejor amigo del jefe con esa mujer, pues todos sabían que era la novia de Gustavo, con el pasar de los días los rumores se escuchaban por toda la empresa pero comenzaba a ser un tanto normal verlos juntos.


– Tengo que checar lo referente a los fondos de inversión que acabamos de recibir de los socios alemanes – decía Adán mientras caminaba hacia la chica. Poniendo la alarma al vehículo, le ofreció su brazo y ambos se dirigieron al elevador.

– Espero que de ese dinero puedas disponer satisfactoriamente – ella era el principal motivo por el cual quería llenarse los bolsillos.

– Lo haré, preciosa, lo haré – atrayéndola a sí, y aprovechando estar solos la besó, aún debían guardar las apariencias, era necesario para los planes que tenían. Unos segundos después la campanilla indicó que llegaban a su destino. Ambos retomaron su postura de amigos y salieron para dirigirse a la oficina de presidencia.


– Buenas tardes señor Gurrola – la secretaria principal lo saludó pero éste hizo caso omiso – Buenas tardes señorita Quinto – la mujer se dirigió a la acompañante del jefe recibiendo el mismo resultado.

– ¿Y por qué me has traído? – preguntó la mujer una vez que entraron y cerraron la fina puerta de cedro. Tomó asiento en un elegante diván que estaba a un par de metros del escritorio.

– Porque hoy quería verte todo el tiempo que pudiera – sonrió de lado el hombre.

– Suenas tan romántico – respondió con un sarcasmo.

– Es verdad, me tienes loco, y creo haberte demostrado que yo sí soy un hombre, yo sí puedo complacerte y darte todo lo que mereces – se encuclilló frente a ella.

– Claro...– mencionó la joven con una sonrisa falsa en los labios – Me complacerás con todo lo que Gustavo tiene, fracasado imbécil – pensó mientras lo veía.

– Por eso mismo quiero que...– la conversación fue interrumpida por el sonido del teléfono. Adán de mala gana se incorporó para contestarlo.

– ¿Qué quieres? – cuestionó molesto al darse cuenta que era de la recepción.

El licenciado Héctor desea hablar con usted – al escuchar de quién se trataba le extrañó, entre ese sujeto y él había comenzado una enemistad por la negativa de transferir los fondos de blindaje a unas cuentas que no eran las de origen.

– De acuerdo – suspiró exasperado – Que pase – tomó asiento en su sillón de piel y tomando una postura de superioridad esperó la entrada del otro, mientras Sabrina se dedicaba solo a observar.

Entre MachosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora