Capítulo 22

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A pesar de ser noche, y que en San Margarito, la gente a esas horas comenzaba a encerrarse en sus casas, un puñado de personas se acercaban al sitio donde dos mujeres discutían y una acababa de golpear a otra. Con su mirada de autosuficiencia, notoria claramente gracias a las farolas encendidas del parque, Sabrina veía a la joven que había agredido tallarse la mejilla. Su acompañante, Lorenzo, continuaba inamovible en su lugar con una sonrisa ladina dibujada en los labios. El viento frio de la noche, y varias personas se hicieron presentes en la plazoleta del parque.


– ¿Te pegó esa vieja? – Meche, quien vio todo desde la acera de enfrente corrió donde su amiga, se acercaba cuidando que la bolsa con el pan no se le rompiera.

– Hazte pa' allá Meche, cuida que mi pan no se enmugre – María vio a la citadina, se notaba a leguas que estaba furiosa, era de menor altura que Sabrina, pero no parecía importarle esa diferencia – ¡Ora sí cusca, vas a ver pa' que naciste! – cerró los puños en señal de atacar, sin embargo la otra continuaba mirándola sin miedo alguno, subestimaba a la menor.

– ¿Qué puede hacerme una garrapata como tú? – dijo muy confiada, alrededor de diez personas ya estaban cerca de ellas, la pelea había llamado la atención de los lugareños, los cuales cuchicheaban a cerca de lo ocurrido.

– ¡Pérate tantito! – terminó de hablar, y sin esperarlo, María dio un seco y fuerte golpe en la cara pulcra y blanca de su rival, la bofetada le volteó la cara al lado izquierdo – ¡Eso es por haberle ido a gritar a mi mamá! – la otra se giraba para reincorporarse y un nuevo golpe la hizo voltear a la derecha – ¡Ese es por insultar a mi hermano! – la mano de la menor no era para nada leve, las marcas eran claras, dos manos rojas se marcaron en las mejillas de la citadina.

– ¡Estúpida! ¡¿Cómo te atreves?! – Sabrina iba a intentar dar un puñetazo cuando la otra la detuvo con otra bofetada, ésta más fuerte que las otras, tanto que logró derribarla. En el suelo, se colocó sobre ella y tirando de su larga cabellera comenzó a abofetearla sin compasión.

– ¡No te vuelvas a meter conmigo! ¡No te vuelvas a meter con mi hermano! ¡Tú no sabes cómo somos las viejas de acá! ¡No nos dejamos de nadie! – entre cada frase iba una lluvia de golpes.

– ¡Suéltame! – la diferencia de fuerza era mucha, Ángeles, pese a ser como era, la vida en el campo la hizo fuerte, la fuerza que con años de trabajo logró, Sabrina no era rival para ella – ¡Ayúdame, Lorenzo! – gritaba desesperada intentando quitarse a la chica de encima – ¡Quítamela! – con los brazos intentaba evitar los golpes de la otra.

– Yo no me meto en peleas de viejas, además, no debiste pegarle a la Ángeles, es bien sabido por todos que es re broncuda, y pega duro – soltó una carcajada mientras miraba la escena, las otras personas allí, veían con curiosidad la paliza que le daba la hija de Remedios a la "querida" de Lorenzo, como le decían a la otra mujer los lugareños.


Segundos después, ya satisfecho de lo que vio, el hombre caminó hacia ellas, y tomando con fuerza la cintura de la menor, la quitó de encima.

– ¡Ya estáte, chamaca! – levantando a Ángeles, mientras esta pataleaba, por fin las separó.

Ambas tenían el cabello hecho un desastre, el vestido de la hermana de Nacho, se rompió de un tirante. La otra, tenía la nariz rota, y le fueron arrancados varios mechones.

– ¡Déjame! – María gritó y el hombre la arrojó con fuerza lejos de él – ¡A ver si controlas a tu querida, pa' que deje de meterse onde no la llaman! – como podía se intentaba arreglar el vestido.

Entre MachosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora