Capítulo 13

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El resplandeciente sol de un nuevo día hacía su aparición. Dentro de su lujoso auto, Adán manejaba rumbo a la empresa que se había robado mediante crimen tras crimen. Podía tener un chofer al cual mangonear y humillar a su antojo, pero le agrandaba el ego ser visto por las calles mientras conducía ese caro y llamativo vehículo, aquello era lo que más le gustaba del poder, ser admirado, ser temido, ser envidiado. Desde hacía unos días, Sabrina se comportaba extrañamente complaciente, justo unas horas antes se habían visto y revolcado como dos animales en celo, una sesión sexual muy satisfactoria para él. Pronto, al avanzar los metros, pudo vislumbrar el imponente edificio del cual prácticamente ya era dueño, sonrió de lado, quién no querría estar en su lugar, era uno de los hombres más poderosos y ricos del país...

– Todo valió la pena, todo – se dijo, recordando esos momentos incómodos del pasado en los cuales debía contar moneda tras moneda para poder pagar la cuota del autobús.



Haciendo gala de su potente auto, se dirigió al estacionamiento, el rechinar de las llantas llamó la atención de unos cuantos directivos que estaban descendiendo de suyos. Casi atropelló al vigilante, le divertía ver la cara de terror de aquellos a los que podía pisotear, como, según él decía, alguna vez fue pisoteado. Deteniéndose en su lugar, el más cercano al elevador, bajó y encendió la alarma, sin mirar y mucho menos saludar a alguien abordó el aparato que lo llevaría al piso correspondiente, nadie más subió con él, era sabido que no le gustaba compartir ese espacio con nadie, y quien se atrevía pagaba las consecuencias. Unos minutos después llegaba al piso más alto de la torre de Business Center, el lugar de la presidencia, el lugar del dueño. Al avanzar por los pasillos se escuchaban los cuchicheos de los empleados, los cuales cesaban cuando el jefe con cara de pocos amigos pasaba. Estaba feliz, pero dicho sentimiento no tenía por qué compartirlo con los asalariados de sus empleados, era su filosofía. Al llegar a su oficina pudo ver que la secretaria no estaba en su lugar, situación que por supuesto lo molestó.

– Ya me encargaré de ti – mencionó en voz baja, giró el pomo de la elegante puerta y entró, al hacerlo se llevó una gran sorpresa – ¿Qué demonios haces ahí sentado? – el semblante de Adán se descompuso inmediatamente al ver a Héctor sentado en la silla del presidente.


– Hola, buenos días, es un placer saludarte – socarronamente el encargado de las finanzas de la empresa lo saludó. El rubio bastante enojado se acercó a paso lento poniendo su portafolio de piel sobre el escritorio.

– ¡Quítate ahora mismo de mi lugar! – puso sus manos sobre la fina madera, mostrando una postura y tono amenazantes.

– ¿Tu lugar? este no es tu sitio, este es el lugar del dueño y presidente de la empresa – comentó de forma casual mientras giraba el sillón de un lado a otro, como si estuviera jugando.

– Me estoy hartando de esta broma tan estúpida, quítate de mi lugar ahora mismo, porque si no...– expresaba furioso, sin embargo fue interrumpido por el otro.

– ¿Si no qué? Acaso.... Me vas a... no sé... – Montenegro simuló estar pensando – ¿Me matarás? – la pregunta logró descolocar a Adán, pero bastaron unos segundos para que recuperara la cordura.

– ¿Qué clase de estupidez estás diciendo? – lo miró retadoramente.

– No te hagas el inocente, no es la primera vez que quitarías a alguien de tu camino... ¿O sí? – Él también puso las manos sobre el escritorio y ahora se miraban retadoramente – ¿Dónde está Gustavo? – preguntó secamente.

Entre MachosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora