Capítulo 11

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Aquellos costosos tacones retumbaban sobre el piso de mármol perfectamente pulido, el edificio de Business Center se caracterizaba por su lujo y pulcritud. Cubierta por un abrigo color negro, las gafas que nunca dejaba fuera de su bolso y con la actitud más soberbia que alguna persona podía albergar dentro de sí, Sabrina avanzaba por los pasillos sin poner atención a nada ni nadie que no fuera su objetivo clave, su plan debía dar comienzo ya, si por alguna razón Adán la descubría antes sería su fin, mucho estaba en juego y no podía desaprovechar su oportunidad.


Demasiadas eran las habladurías, empezando por la inesperada desaparición del jefe máximo, Gustavo Prado-San Millán, y terminando por la extraña relación que guardaban el mejor amigo y la novia del ausente. Quizás muchos imaginaban la verdadera naturaleza de aquella unión, pero nadie se atrevía a abrir la boca de más, mucho menos sabiendo lo prepotente y mezquino que era el nuevo jefe de la empresa, el rubio había demostrado en esos meses que su indolencia podía llegar a límites tan extremos como despedir a alguien solo por llevarle el café tibio. La hermosa mujer detuvo su andar frente a la secretaria particular del encargado de las cuentas de la imponente empresa.


– ¿Está Héctor? – se quitó las gafas y en tono neutral preguntó.

– Sí, permítame un momento por favor – la mujer vestida con un limpio y bien planchado traje sastre color gris iba a tomar el auricular para llamar a su jefe.

– Descuida – dijo, sin esperar se acercó a la puerta y giró el pomo.

– ¡Señorita, espere por favor! – hizo caso omiso a las palabras de la otra.

– Quiero hablar contigo Héctor, es algo importante – en forma calmada habló al momento de quitarse unos guantes de piel que llevaba puestos para luego guardarlos en su bolso.

– Licenciado, la señorita Quinto no me permitió anunciarla – se excusaba la empleada.

– No te preocupes, déjanos solos por favor – asintiendo cerró la puerta y les dio la privacidad que necesitaban – ¿Y bien? ¿A qué debo tu presencia en mi oficina? Porque dudo que te hayas equivocado, sabes perfectamente que la de tu amigo está en el siguiente piso – el hombre vestido con un elegante traje café tomó asiento.

– No, no me equivoqué, necesito hablar contigo, es algo urgente y sé que tú eres el único que puede hacer algo al respecto – ignorando la verdadera intención del comentario del hombre, se sentó frente a él y cambió su semblante a uno que mostraba preocupación.

– Dime – cruzándose de brazos la esperó.

– Es algo delicado y por lo mismo espero tener tu absoluta discreción – suspiró sonoramente y prosiguió – Adán era amigo de Gustavo, como todos lo sabemos, sin embargo él ha estado abusando de esa amistad y de su confianza – la cara de seriedad en Héctor se acentuó más – Yo sé lo que todos piensan y dicen a mis espaldas y sé que he dado motivos de sobra para que piensen mal, sin embargo, nadie se ha tomado la molestia de imaginar el por qué me he acercado tanto a Adán, desconocen certeramente las razones que me han llevado a actuar como le he hecho en estos meses – la mirada de la mujer mostraba tristeza.

– Pues hay un dicho que reza así: dime con quién andas y te diré quién eres. Sabrina, tú has estado demasiado cerca de Adán y no pensarás que la gente cree que es solo para rezar ¿O sí? – el hombre era incrédulo a las palabras de la mujer.

– Lo sé, y te repito que mis acciones se han prestado a esos sucios pensamientos, y te juro que no es así – entrelazó su manos y puso la cara más desalentadora que podía tener – En verdad no quiero que pienses mal de mí – suplicaba al hombre de enfrente.

Entre MachosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora