Capítulo 9

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Unos días habían transcurrido desde que por azares del destino aquella mujer había tomado esa llamada que le alegró la vida. Cuando creía que no podía tener más suerte, la fortuna le sonrió nuevamente, Sabrina comenzaba su plan maestro, aquel que le daría, a su parecer, más satisfacciones de las que habría esperado durante toda su vida. En el momento en el que Adán cayó en cuenta que no tenía su teléfono celular perdió un poco la paciencia, pues era un instrumento de trabajo necesario, nunca imaginó que la bella mujer a la que le contaba la pérdida del móvil, era quién en realidad se lo había arrebatado.

Astutamente, y para no generar algún tipo de sospechas, ella "amablemente" le regaló un nuevo equipo, con número diferente, según sus palabras 'para dejar un poco lo rutinario', tras una larga charla de convencimiento el rubio aceptó el regalo de su mujer y así concluyó el asunto. Nunca imaginó que su locura por la fémina le cegaría a tal grado de no ver lo que ocurría frente a sus ojos.

Luego de conducir durante un largo rato por las transitadas calles céntricas de la ciudad, detuvo el lujoso auto que Adán le acababa de regalar frente a un discreto local, por fuera parecía una casa común y corriente, pintada la fachada de color blanco, y un amplio portón del mismo tono. La joven descendió de su vehículo con las gafas oscuras puestas, era una mañana soleada, con el bolso colgado y haciendo resonar sus tacones en el pavimento, se acercó y tocó el timbre del interfón.


Diga...– una voz masculina se escuchó por la bocina.

– Soy Sabrina Quinto – contestó la mujer con su nombre como única respuesta.

Adelante – un par de segundos trascurrieron cuando el crujido de la chapa le permitió el acceso. Caminó rumbo a la entrada principal, una puerta de madera, algo gastada, pero aún en buenas condiciones, jaló del picaporte y entró, el lugar por dentro era limpio, olía al aromatizante que comúnmente se usa en cualquier tipo de oficinas. Las luces de lo que parecía ser la sala estaban encendidas, de pie, en ese sitio estaba un sujeto vestido con traje color negro y camisa azul, no llevaba corbata, él le sonreía.

– Es un gusto verte – la saludó con un beso en la mejilla.

– El placer es mío, no sabes cómo me alegra estar aquí – con familiaridad la chica devolvió el saludo.

– ¿Vamos a nuestro asunto? – con la mano derecha el sujeto le ofrecía el paso a una de las habitaciones que tenía la puerta abierta.

– Claro, vamos – dirigió sus pasos a donde le fue indicado. La pieza estaba acondicionada como un despacho, escritorio con computadora, teléfono, una par de sillones de piel y un televisor empotrado en una de las esquinas.

– Y bien, ahora sí dime, ¿qué es lo que deseas que haga? – tomando asiento detrás de su mesa, el hombre preguntó.

– Mira, este es un número del cual recibí una llamada hace unos días, intenté devolverla pero me fue imposible, puesto que una grabación me decía que ese teléfono no podía recibir llamadas y que no era necesario reportarlo. Así que al verme imposibilitada para comunicarme decidí ubicarlo. Al parecer por la clave lada no es de este estado – la mujer le alcanzó la hoja de papel en la cual estaba escrito el número. El hombre, de barba perfectamente delineada y de facciones joviales aunque su edad en apariencia era de casi cincuenta años, miraba atentamente el dato ofrecido.

– Efectivamente, la clave lada no es ni siquiera de este estado, pero tampoco del extranjero, es nacional, debe ser de algún estado vecino seguramente – contestó mientras tecleaba en su computadora para encontrar algo, un par de minutos después el hombre sonrió – Como te lo dije es un número nacional, la clave lada es de un estado cercano – la mujer sintió el rostro iluminársele, Gustavo estaba cerca, no se había marchado del país, iba a ser más sencillo encontrarlo.

Entre MachosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora