Una oleada de frío fue lo primero que la recibió. Sus pantalones de mezclilla, la ligera blusa que llevaba puesta y la chamarra también muy delgada no eran la mejor opción de vestimenta para esa hora en aquel pueblo. Se abrazó para intentar mitigar un poco la sensación que experimentaba. Miró de un lado al otro, no parecía haber algo extraordinario en aquel sitio. Lo que sí notó es que más de una persona la miraba con cierta insistencia y curiosidad. Acostumbrada a ser admirada no pudo evitar que una sonrisa se formara en sus labios.
Dentro de la abarrotera principal del centro, la despachadora atendía a un hombre que había ido a comprar víveres. Estaba esperando que la mujer de trenzas terminara de surtirle la mercancía cuando otro hombre entró con una sonrisa ladina y acariciándose la barba.
– Buenos y santos días tengas, Lorenzo Gavilán – saludó el que acababa de llegar.
– ¿Qué hay, Pancho?– saludó sin dejar de ver la bolsa que la dependienta le llenaba.
– Nada, pero, pos si quieres ver algo bueno, salte pa' juera y vas a ver a la vieja más chula que 'haigan' visto mis ojos – comentó el otro poniendo un gesto lleno de lujuria en el rostro.
– ¿Y pa' qué quiero ver viejas? Las veo todos los días y ya las conozco a todas – con un dejo de superioridad le expresó.
– No compadre, a esta no la has visto, acaba de llegar en un cochezote, se ve que viene de lejos, es una hembra fina, y re buena la condenada – tales palabras hicieron que Gavilán tuviera cierta curiosidad por ver lo que el otro le decía.
– Voy a ver, pero si es una de tus tarugadas, te voy a meter en plomazo en la jeta, pa' que se te quite la manía de andar molestando, táte ahí pa' que cuides mi despensa – señaló con la cabeza la bolsa que casi terminaba de llegar, y con seguridad salió de la tienda para ver lo que tanto le habían dicho.
No tardó mucho en hallar lo que buscaba. Con las señales que le dio, a parte, de la gente que murmuraba acerca de la mujer que estaba frente a la iglesia, Lorenzo vio a la fémina. No demostró sorpresa, aunque sí la tuvo, era una mujer bella, no como las del pueblo, que acostumbraba ver o que burlaba, esta era distinta, se le notaba hasta en el porte que era un tipo de mujer diferente.
– Pos no está mal la vieja esa – sonrío de lado, él no era como los otros hombres o mujeres que se quedaban a lo lejos mirando y murmurando, la chica le había gustado y no escondería ese gusto en murmuraciones o chismes en tono bajo, sin temor alguno comenzó a dar lentos pasos. Era una mujer, y nunca le había tenido miedo a una.
Sabrina había sacado su teléfono celular solo para corroborar lo que imaginaba desde que el GPS le había fallado, en efecto, en aquel sitio no había señal. Con algo de fastidio miró el aparato para luego guardarlo en el bolsillo trasero de su pantalón.
– Estupendo, en este lugar no hay antenas... ¡Qué horror! – mencionó con desdén – Ahora solo me queda buscar a Gustavo, necesito encontrarlo para irnos lo más pronto de este lugar, que dicho sea de paso, qué aburrido se ve...– miró nuevamente a su alrededor, y con el rabillo del ojo pudo ver que un corpulento y alto hombre se le acercaba, sonrío, era el primero que tenía el valor de hacerlo, sin embargo, fingiendo no darse cuenta, jaló la manija de la portezuela de su camioneta y se dispuso a abordarla. Con delicadeza tomó asiento y cerró, justo cuando lo hizo aquel hombre, para ella desconocido, se paró junto a su lugar y poniendo el brazo sobre la ventanilla saludó...
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Entre Machos
RomanceDos hombres, dos mundos distintos. Cada uno con sus sueños, cada uno destilando masculinidad. Uno forjado en el bullicioso y cosmopolita clima citadino, el otro arreciando sus fuerzas y facciones en el arduo trabajo del campo. Un crimen unirá sus ca...