La calma y el silencio de aquella madrugada se vio interrumpida por el sonido estridente de varios cohetes que alumbraban el cielo aún oscurecido de aquel tranquilo pueblo. El canto de los primeros gallos se oía por toda la casa grande. Nacho escuchaba pasos de un lado a otro de los corredores, sin embargo no hizo caso alguno, estaba tan cansado con los acontecimientos de los últimos días, aparte del duro trabajo que lo último que deseaba en ese momento era prestar atención a otra actividad que no fuera dormir. Jalando las sábanas con fuerza se cubrió la cabeza con la única finalidad de permanecer en la cama lo más posible. Su habitación a oscuras, silenciosa y calmada, pronto se tornó ruidosa y ajetreada.
– ¡Condenado flojo, levántate de una buena vez! – prendiendo el foco y dando varios pasos para llegar donde su hijo, Remedios retiró con fuerza la sábana que cubría al ranchero.
– Madrecita...– con la voz adormilada, y cubriéndose la cara con los brazos para no ver directamente la luz que lastimaba sus pupilas se hizo ovillo sobre el colchón para continuar con su siesta.
– ¡Que te levantes, chamaco atarantado! – estaba completamente destapado pero seguía sin querer incorporarse – ¡Ándale Nacho! – con las manos lo removía fuertemente. Sin embargo, haciendo muecas con la cara, seguía sin la intención de obedecer.
– Madrecita... déjeme dormir...– volteó la cara y se escondió entre las almohadas.
– ¡José Ignacio Navarro! – lo llamó por su nombre completo y aquello significaba que algo no tan bueno se acercaba – Como no te levantes en este mismo instante, no te quedarán ganas de volver a dormir en lo que te queda de la semana – el muchacho lo sabía, sabía que estaba en peligro, pero más pudo su cansancio y por tal motivo se la jugó enroscándose más – ¡Tengo a Dios de testigo que te lo advertí! – no dijo algo más y la mujer dio media vuelta para salir. En el momento que escuchaba los pasos avanzar sonrió, podría dormir más tiempo, o al menos eso creía.
No pasaron cinco minutos cuando el ranchero estaba profundamente dormido, los ronquidos eran la prueba de ello. La madre del joven durmiente ingresó nuevamente a la habitación pero con ella llevaba un envase de plástico con agua que había obtenido directamente de la llave, y era sabido por todos en ese lugar, que al estar en las montañas tenían agua directamente de los nacimientos, pero también se sabía que a esas horas de la mañana la temperatura de la misma era casi congelada.
– Te lo advertí...– sin piedad alguna vertió el agua fría en la cara del muchacho quién de inmediato se incorporó jadeando como si se estuviera ahogando.
– ¡Ora jijo de tu p...! – con furia exclamó, pero al ver el rostro serio de su progenitora de inmediato cerró la boca.
– ¿Jijo de quién? ¡Pelado, este! – dándole una palmada en la nuca lo reprendió.
– ¡Ay madrecita! Pega usted bien recio...– se sobó, pronto sintió el frio recorrerle el cuerpo, la cabeza completamente mojada, el colchón y la almohada igual pronto le hicieron temblar, y más a esa hora de la mañana, en la que no amanecía del todo aún.
– Eso, tiembla, pa' que se te quite la manía de andar renegando cuando tu madre te dice que te pares, ¡Jálale! que hay muchas cosas que hacer hoy – internamente se reía de su pobre y tembloroso hijo.
– ¿Pos pa' qué quiere que me levante? ni amanece todavía – miraba a todos lados para ver algo con lo cual secarse y quitarse un poco la sensación tan friolera que tenía.
– ¡Si serás tarugo! hoy empieza la feria del café, desde tempranito avisan que se hará la misa para bendecirla y poner los puestos, y yo quedé con doña Lupe, la de la iglesia en llevarle carpetas tejidas, y como ella va a poner su puesto y solo tiene hijas, tú le ayudarás a armarlo, así que vete levantando que ya se te hizo tarde y como no lleguemos a la misa te va a ir mal, José Ignacio, te va a ir mal – lo amenazaba, ya había cumplido una, no se arriesgaría a sufrir otra, sin perder tiempo se levantó.
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Entre Machos
RomanceDos hombres, dos mundos distintos. Cada uno con sus sueños, cada uno destilando masculinidad. Uno forjado en el bullicioso y cosmopolita clima citadino, el otro arreciando sus fuerzas y facciones en el arduo trabajo del campo. Un crimen unirá sus ca...