Capítulo 27

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Gustavo miraba fijamente a la persona que tenía delante de sí, no podía creer que aquel ser trastornado en algún momento de la vida haya sido la mujer con la cual tenía planeado casarse. Como si volviera a su realidad, el citadino se percató de algunas voces que se comenzaban oír tanto dentro como fuera de la vieja casona de Lorenzo, recapacitaba que se encontraba en el campo de batalla. Por los cristales de las ventanas se reflejaba el fuego de las antorchas que llevaban los hombres que se encontraban en el patio de la propiedad, sin embargo, el hecho de estar sitiados parecía no resultar preocupante para la mujer de cabellos dispares, mirada llena de locura y vestida con ese disfraz masculino que le quedaba notoriamente grande.


– Sabrina... ¿Qué se supone que haces? – le preguntó con tranquilidad, buscando no alterarla, al menos no en ese momento en el que el amor de su vida estaba en peligro de muerte.

– Pos gustarte güerito, ¿Así me vas a querer harto verdá? – con el falso acento de momentos antes le volvía a hablar.

– Eso es complicado, tú y yo tenemos muchas cosas que nos separan – tratando de contener las ganas de ir por ella y reclamarle tantas mentiras, tantos engaños, tanta falsedad, el citadino intentaba dialogar pacíficamente.

– Eso ya es de antes... ora es ora... – el varón la observaba detenidamente, era increíble ver en lo que se había convertido la bella mujer – ¡Tienes que quererme! – exclamó irritada mientras apretaba los puños como si estuviera haciendo un berrinche para luego volver a reclamar desesperadamente – ¡Tienes que quererme así! ¡Ya soy lo que buscas! ¡Ya soy hombre! ¡Quiéreme! – suplicante pedía al hombre que alguna vez la amó.

– Eso no es posible – respondió seriamente, no podía aguantar más.

– ¡Me tienes que querer sí o sí! – entredientes dijo mientras hacía un torpe movimiento de manos y así de entre los enormes pantalones sacar un revolver que su cómplice le había dado – ¡Eres mío o no eres de ninguno! – entrecerrando los ojos lo amenazó.

– ¿Y crees que matándome vas a poder hacer a que te quiera y lo deje de amar a él? – levantando la cara y sin un dejo de miedo en la misma, el hombre la miró – No digas ridiculeces, jamás podría amar a una ramera como tú... ¡Jamás! – sentenció secamente.

Sabrina lo miró mientras abría los ojos desmesuradamente, lo había dicho, le había dejado en claro que no la iba a desear nunca más.

– No... No...– Negó con la cabeza... Te lo dije ¡Zorra!... de pronto aquella conocida voz se hizo presente... El jamás querrá a una zorra como tú, nunca te va a amar... aquel ser dentro de su cabeza le hablaba como otras veces y se reía de ella – ¡Cállate! ¡Cállate maldito! – la mujer gritó mirando a todos los lados de la oscurecida sala, Gustavo se inquietó un poco, no entendía qué era lo que ocurría o a quien le gritaba aquella fémina – ¡Él va a volver conmigo y dejará a ese ranchero maldito! – gritó de nueva cuenta.

– ¿A quién le gritas? – un poco interesado, cuestionó a la desequilibrada mujer.

– Él dice que no me querrás nunca, pero miente... está diciendo mentiras ¡Mentiras! – gritó para cerrar los ojos en señal de desesperación.

– ¿Quién es él? – preguntó curioso, al parecer algo atormentaba a Sabrina.

– Adán... ¡Adán no me deja en paz! – contestó con los ojos fuertemente cerrados, impidiéndose mirar a cualquier lado con la esperanza de dejar de escuchar aquella voz.

Entre MachosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora