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Cuando Iseul abrió los ojos, lo primero que sintió fue como sus ganas de morir aumentaron de repente

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Cuando Iseul abrió los ojos, lo primero que sintió fue como sus ganas de morir aumentaron de repente. Un terrible dolor de cabeza le invadió de repente, recordándole que se había emborrachado la noche anterior y que ahora le tocaría aguantar una horrible resaca.

Inmediatamente después, se dio cuenta de que no sabía donde estaba y se incorporó velozmente. No llevaba su ropa, no tenía su mochila cerca y estaba en una cama enorme, en una habitación inmensa. Se sintió más desprotegida que nunca y quizás algo asustada.

Se levantó y paseó por el lugar tratando de recordar que había pasado y dónde estaba, pero la noche anterior era una laguna enorme en su memoria. Se maldijo a sí misma por beber y fue entonces cuando se vio en el espejo. Llevaba una camiseta oscura, quizás negra, quizás azul, que le quedaba enorme y debajo, su ropa interior. Al menos no le habían desnudado completamente, ¿no? Encontró su ropa en el escritorio junto a su mochila, así que se acercó y se puso unos simples vaqueros que sacó de su preciada mochila. Le gustaba la camiseta así que decidió quedársela como venganza de que la hubieran secuestrado.

—Ah, por fin estás despierta.

No se había percatado de que J-Hope había entrado en la habitación y que le miraba con una sonrisa. Esa sonrisa. Iseul hizo una mueca observándole durante unos segundos antes de colocarse su mochila sobre un hombro. Se dirigió al baño para sacar un par de ibuprofenos del botiquín y luego a la cocina para coger algo de comer y tomarse la medicina. Realmente, no le importaba lo más mínimo que no fuera su casa. Si el chico le había llevado allí y se había tomado las molestias de haberla cambiado de ropa y acostado en la cama —espera, ¿había dormido junto al moreno?— era porque quería que se sintiera tan cómoda como en su casa. Así que eso hizo.

—¿Qué hago aquí? —preguntó con una voz tan rasposa que le hizo daño en la garganta, así que J-Hope le preparó una infusión de jengibre, canela y miel.

—Te quedaste dormida en mitad de la carretera y te traje aquí. Estabas muy borracha y te encontré por casualidad mientras iba al estudio. No podía dejarte ahí, sola.

El chico se giró para dedicarle una amplia sonrisa mirando a la joven que se limitó a comer las galletas en silencio. ¿Debía darle las gracias por salvar su vida cuando lo único que quería era morirse? Intentó hablar, pero la voz no le salió, así que el chico se apresuró en terminar la infusión y se la dio.

Iseul trató de esbozar una sonrisa de agradecimiento, pero las comisuras de sus labios no le hicieron caso y el resultado fue una mueca extraña, aunque el moreno asintió satisfecho.

Poco después, con la excusa de tener que hacer cosas, la chica se marchó. Lo cierto es que poco a poco había ido recordando lo sucedido la noche anterior y estaba avergonzada. No estaba segura de querer volver a ver al moreno. ¿Y si había dicho algo vergonzoso?

¿Por qué te preocupas por él?

Olvídalo.

Vas a acabar más rota todavía.

Mirate, ya estás sufriendo, ¿ves como eres estúpida?

Deambulaba por las calles de Seúl arrastrando los pies mientras las imágenes del día anterior seguían regresando a su mente. La fiesta en la que se había colado. El vodka. El frío. Las risas. El calor de un abrazo. Y su madre... Suspiró y ahogó un grito, dando un puñetazo a la pared, y luego otro, y otro, y otro. Cuando los nudillos empezaron a dolerle —y a sangrar—, paró y se sentó en el suelo con la espalda apoyada en la pared, llorando.

—Mamá... —sollozó con un pequeño hilo de voz.

i'm j-hope » hoseok ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora