d o c e

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17 de abril

Iseul no quería admitirlo, pero estaba comenzando a confiar en J-Hope. Incluso quizás, a considerarlo algo similar a un amigo. El chico le había demostrado una y mil veces que tenía un corazón de oro y que no quería hacerle daño. Había aparecido por arte de magia cuando la joven estaba convencida de que su vida estaba llegando a los últimos días. Pero ahora la cosa había cambiado, ahora sí había alguien que podría echarle de menos.

Suspiró frustrada, dando una vuelta tumbada en el suelo. No le importó lo más mínimo ensuciarse, pero sí tirar el café que se estaba tomando, por lo que comenzó a maldecir todo.

Hoseok le miraba con una amplia sonrisa y riendo débilmente, observando como la castaña se levantaba a toda prisa y daba una patada al vaso de cartón, arrojándolo al vacío. Luego rodeó al chico y se sentó a su otro lado, enfadada y frustrada. El moreno le ofreció su café y, aunque lo rechazó al pricipio, no tardó mucho en ceder a las insistencias del joven. Era él quien había comprado ambos antes de acudir a su reunión casi diaria.

Los silencios entre ambos dejaron de ser incómodos después de aquel ataque de ansiedad, y ahora simplemente disfrutaban de él. Cada uno estaba sumido en sus pensamientos y de vez en cuando, alguno hacía algún comentario sobre ellos, por lo que acababan en una conversación realmente profunda a veces o sobre temas banales otras tantas.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo el moreno de repente. La chica se giró para mirarle, encontrándose con su dulce mirada y asintió con la cabeza— ¿Qué llevas siempre en esa mochila de la que no te separas nunca?

En un acto reflejo, Iseul alcanzó la mochila mencionada y la abrazó con fuerza. Lo cierto es que le daba vergüenza contárselo, a él, un chico que no tenía problemas de dinero y que podía vivir tranquilamente.

—Solo lo básico para sobrevivir —y realmente no era mentira. Llevaba todas sus pertenencias ahí, que no eran muchas, y en cierto modo, era lo único que necesitaba para sobrevivir.

—Eso me hace pensar que llevas algún arma ahí para defenderte —se rió él—. Pero ahora enserio, ¿no es pesado cargar siempre con ella?

La chica se encogió de hombros.

—Realmente, no tengo donde dejarla, así que no me queda más remedio.

Hoseok asintió con la cabeza levemente. Estaba a punto de oscurecer ya, así que supuso que su encuentro estaba llegando a su fin, y lo corroboró cuando Iseul se levantó. Él la imitó y comenzó a caminar a su lado, dispuesto a acompañarle a casa.

—¿Dónde vas? Tu casa está hacia allí.

—Quiero acompañarte.

El moreno sonrió ampliamente, despeinando a la chica, que resopló y se acomodó el pelo de nuevo. El silencio volvió a invadirles inmediatamente después. Caminaron juntos sin hablar, ella con las manos en los tirantes de la mochila y cabizbaja y él observándole. Hoseok se dio cuenta de que andaban realmente sin rumbo, aunque se aproximaban a las zonas más pobres de Seúl.

—Tengo que ir a casa de una amiga antes, así que nos despedimos aquí, ¿sí?

Iseul lo dijo de repente, sorprendiendo al chico que le miró asintiendo con la cabeza. Intuía que no era del todo cierto, pero no quiso presionarla ni nada por el estilo. Así que simplemente le rodeó con los brazos fuertemente y dejó un pequeño beso de despedida en la coronilla de la chica. Ella cerró los ojos durante el abrazo y reprimió las lágrimas.

El ambiente olía demasiado a despedida, y eso no terminaba de agradarle.

i'm j-hope » hoseok ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora