Prólogo..

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¿Pequeño, ¿quién te aseguró que los ángeles no caen en manos endemoniadas?...
¿Sabías que la inocencia podría ser tú perdición?
Al hombre le fascina corromper la pureza, cuidado, que te pueden quebrar las alas en un parpadeo.

**

Un jovencito que no aparentaba más de dieciocho años de edad se encontraba en la estación del autobús, según sus cálculos, faltaban sólo tres minutos para que éste pasara.

Para su mala suerte, llovía fuertemente.

Él, refugiado bajo el techo de metal de la parada no se mojaba, pero, las fuertes ráfagas de viento le azotaban todo el pequeño cuerpo, estremeciéndole.

Levantó su rostro para observar si el autobús se acercaba, corroborandolo, se abrochó su gabardina y ajustó su bufanda.

Pidió parada y se subió rápidamente, pero aún así, esos cortos segundos fueron suficientes para que su cabello se mojara lo suficiente. Y aún peor, el autobús estaba que reventaba, y tuvo que irse de pie.

En la ventana de cristal observó su reflejo, no estaba presentable, su cabello rubio estaba totalmente despeinado y destilaba pequeñas gotitas de agua y tenía un fuerte sonrojo a causa del frío.

¡Cielos!

Por aquella razón no le gustaba del todo ese clima, él prefería los días soleados, y el cantar de las aves, no el ruido de los chubascos.

Suspiró resignado cuando sintió que algo presionaba su parte 'trasera', confundido miró de reojo y sólo vio a un hombre tras él, sin darle importancia siguió pensando en las clases que tendría.

Sólo bastaron cinco segundos más para que volviese a sentir esa presión 'allí', esta vez, más duradera. Torpe y asustado decidió moverse, sin embargo un brazo se posó en la agarradera del asiento, impidiéndole el paso.

Más nervioso, se quedó estático sintiendo aquella dureza presionarle, sus ojos violetas se agrandaron tras el pequeño brinco que dio el autobús, que el hombre aprovecho para acercarse aún más y suspirar fuertemente en el oído del jovencito.

Horrorizado, le quitó el brazo fuertemente y se escabulló entre la gente, presionó el timbre de bajada, y salió del autobús rápidamente con el corazón latiéndole al mil, y su fuerte sonrojo más pronunciado.

Aún faltaban tres cuadras para llegar a la universidad, y llovía a cantaros.

¡Estupendo! Se había levantado con el pie izquierdo.

Decidió correr para no mojarse más de lo debido, y aunque hizo aparición empapado, al menos había llegado a tiempo a sus clases.

Inmediatamente muchas miradas se posaron en él, y es que ver a Luhan empapado no era cosa de todos los días.

Luhan era de aquellas personas que cuando le posabas la mirada difícilmente podías despegarla, la imagen de desválido y delicado daban enormes ganas de protegerlo de cualquier cosa, además que su hermosura despertaba el libido de bastantes estudiantes. Aún que claro, Luhan como siempre se encontraba ajeno a la morbosidad que despertaba haciéndole aún más deseable.

Él poseía una cabellera rubia clara, como rayos de sol y cada hebra parecía hecha de seda, mechones caían despreocupadamente sobre el rostro y hombros, enormes ojos de un extraño pero hermoso color violeta, con largas y espesas pestañas castañas enmarcando una preciosa mirada, de nariz pequeña y unos labios pequeños de color carmesí, todo conjuntado con una piel blanca inmaculada y un cuerpo pequeño puesto que apenas rebasaba el metro setenta, facciones finas y delicadas que le hacían una preciosidad.

Gefängnis.. KailuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora