Capítulo 24..

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Según Ah Young, la recamara de Luhan era como la de una señora amargada y exageradamente pulcra.

Con su enorme cama bien tendida de colchas pomposas y lisas, un sillón tipo Luis XIV, nada cómodo a simple vista, un enorme librero saturado de obras que iban desde famosos cuentos hasta enciclopedias del psicoanálisis más complejo, también, había un escritorio con más libros, revistas, cuadernos, y una pequeña computadora portátil. Y por último, más al fondo, al lado de un gran ventanal, un pequeño tocador con un par de porta-retratos, demás artículos y varias figurillas de animales salvajes.

Ah Young se echó en la alfombra marrón, observando debajo de la cama.

– ¡No puedo creerlo! – Gimió sorprendida – No hay nada debajo, ¡qué raro eres!

– ¿Pues qué esperabas encontrar?

– Es que es una ley: debajo de cada cama debe haber un descenso al infierno. La mía, por ejemplo, parece que va directito a los aposentos de Satanás – Ambos soltaron una larga risotada – ¡Ah ya sé!, tú prefieres aprovechar el espacio para esconder a alguien en un momento de emergencia.

Luhan se coloreó, ensanchando sus ojos.

– ¡Claro que no!

– ¡Te has puesto como tomate!, ¡Sí lo has hecho!

– ¡No!

– ¡¿No me digas que eres virgen?! – Luhan le tapó la boca, enrojecido hasta la punta de los cabellos. Ah Young ya se carcajeaba.

– ¡Me babeaste la mano! – Se quejó, limpiándose en su pantalón.

– ¡Contéstame! – Exigió entre risas – Seguramente también te han babeado otras partes – Y se desatornilló de la risa. El rubio cedió a su contagiosa alegría ante semejante comentario.

– Ya cállate Ah Young, si no, no te lo diré – La morena guardó la compostura de inmediato y se incorporó limpiándose las lágrimas.

– Venga pues, respóndeme, ¿eres virgen? – Luhan bajó la mirada con un suave candor en sus mejillas. Negó sutilmente.

Ah Young encaró una ceja expresando una mueca indescifrable; con seriedad absoluta y una pizca de amargura habló usando su típico acento grave – Fue con un hombre, ¿verdad? – Luhan alzó la mirada violeta muy asombrada, y por su semblante, Ah Young obtuvo la respuesta – Acaso, ¿ése hombre no fue Minseok?

El jovencito no se indignó, al contrario, sonrió ligera y naturalmente.

– ¿Tú también te creíste de los chismes que andaban en la academia?, ¿O supiste de la confesión de So Eun?

– Un poco de las dos – Luhan asintió – ¿Entonces? – Siguió la morena, ansiosa.

– Si, es cierto – Ah Young sintió un frío vacío en el estómago – Fue con un hombre – Compuso el rubio – Pero no con Min, él siempre fue mi amigo y nada más.

– Bueno... – Ah Young volvió a sonreír, con el ánimo restablecido – Perdón por mi intrusión, no tenías por qué decirme.

– Eres mi amiga, por ti estoy aquí, lo mínimo que puedo hacer es hablarte con la verdad.

Conmovida, la muchacha le sujetó las manos.

– No, no quiero que te sientas en deuda conmigo, no tienes compromiso alguno – Su dulce sonrisa cambió a una traviesa – Pero ya ahondando en el tema, dime, ¿quién fue el que se llevó el premio? ¿Lo conozco, estudia en bellas artes?

– ¿Premio, cuál premio? – Luhan fingió demencia, mordiéndose los labios para no reír.

– ¡No te hagas el inocente! ¿quién te quitó lo puro y casto?

Gefängnis.. KailuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora