Capítulo 30..

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Kai entró al restaurante Moskau acompañado de Vitaliy. Era la primera vez que arribaba a un lugar ruso, operado por un famoso gángster que mantenía bajo su control la hermosa ciudad de Chéngdé.

Extrañamente, la base de éste mafioso se encontraba en Beijing, alejado de Chéngdé y de sus principales fuentes de ingresos. Vitaliy le confesó que su jefe y peligroso capo ruso prefería vivir en Beijing porque le recordaba la ciudad donde había crecido con su familia.

– ¿Una cerveza, coreano? – Preguntó. El moreno encaró una ceja, intrigado.

– ¿coreano? – Vitaliy asintió mientras ordenaba un par de cervezas al mesero.

– Tu acento, hombre. Mi abuelo también lo tenía, es incorregible. ¿De qué parte eres?

– Seúl – Respondió, escueto.

– ¿Algún pueblo de mierda, eh? – Sonrió – Yo soy de Yakutsk, la ciudad más fría de Rusia, y también del mundo – Dijo, y Kai percibió un poco de orgullo en su tono.

– ¿Cómo conociste a Zhang? – Ambos se sentaron en la barra, lo más alejado de la muchedumbre.

– A veces me traía buena mercancía, buena tecnología. De haber sabido que el dinero era para ti, no hubiera tardado tanto en soltárselo.

– ¿De verdad? Pensaba que los rusos no simpatizaban con los chinos.

– Y estás en lo cierto. Los odio. Pero tú no eres chino.

– Pero eso no lo sabías, Vitaliy.

– Bueno, sí – Admitió con una ronca risilla. El mesero arribó con las cervezas, ambos brindaron antes de comenzar a beber - ¿Sabías que hay recompensa por ti? Kim ofrece buena monta por entregarte – Confesó de soslayo. Kai no manifestó sorpresa.

– Ya me esperaba algo así, el cabrón es tan medroso que no se atreve a buscarme por su propia cuenta, siempre desea que le sirvan todo en bandeja.

– Dicen que está furioso, yo lo estaría. Lo dejaste en ridículo – Encendió un cigarrillo y ofreció otro a su acompañante – Tuvo que darte por muerto, debe sentirse muy humillado.

– Se lo merece, nunca debió encerrarme – Por su mente, cruzó la imagen de Luhan. Cierto era que la reclusión había dejado de ser tan odiosa cuando el dueño de las amatistas apareció en su destino, y lo marcó, para siempre.

– Ustedes realmente se llevan mal ¿ah?

– Sólo hay algo más grande que la libertad, y eso es: el odio a quien te la quita – Citó, glacial.

– La manera en que escapaste, Kai. Tienes mi respeto.

– Y los negocios… – El moreno extrajo un grueso paquete del interior de su chaqueta – son negocios – Finiquitó, entregando el dinero en las manos de Vitaliy con una sonrisa de complicidad.

– ¡Nunca había ganado tanto por joderme un culito canadiense! – Rió con fuerza, contagiando a Kai.

Después de beber un par de cervezas más, Kai se despidió del ruso tras estrechar sus manos, mirándose a los ojos, como era la costumbre, y partió del establecimiento.

Era casi media noche, una ligera niebla cubría la ciudad; el moreno caminó hacia su motocicleta recién salida del taller, admirándola a la distancia. Estaba más bella e imponente que nunca: el chasis tubular, en acero, contoneaba las altaneras curvas que finalizaban con un trasero en forma de alas de gaviota, totalmente deportiva. Cromada en su mayoría, resplandecía desde el brazo trasero y el escape, hasta el motor y el marco perimetral. Era veloz, silenciosa cuando Kai se lo proponía y escandalosa si buscaba no pasar desapercibido, por mucho tiempo fue su mejor aliada, y le amaba, porque le extendía la libertad en su estado más puro. Después de haber estado tanto tiempo encerrada sin uso ni mantenimiento, en el húmedo cobertizo, Kai temió por su estado, hubiese significado una pérdida irreparable.

Gefängnis.. KailuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora