Capítulo 5: trip down memory lane

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Desde que Lali me había dicho que seguía amándome el peso que sentía desde el día que me dejó se había aliviado. Pero no podía estar tranquilo si todavía no sabía que la había llevado a tomar esa decisión.

Me debatía entre dejar que todo fluya ahora que ella había vuelto, o encararla directamente para poder entender lo que había hecho que se fuera de un día para el otro.

-Mirá que no es micrófono. Me advirtió Nicolás cuando me vió completamente en otra.

-Sí, si, perdón.

-¿En qué planeta estás Peter? Me consultó quien mejor me conocía.

-En el planeta Lali. Respondí suspirando vencido. Él me palmeó el hombro.

-¿Y que hacés acá conmigo entonces? Me dijo y me hizo reaccionar. Las respuestas que necesitaba las tenía solo ella. Ni nuestros amigos sabían lo que la motivó a irse.

-Tenés razón, la voy a buscar ya. Solté repentinamente motivado y dejándolo con la palabra en la boca. Ahora no era momento de pensar si era lo correcto o no.

¿Cómo que le dijiste que lo amabas? Me preguntó Eugenia totalmente sorprendida y con los ojos abiertos por demás.

Asentí en silencio.
-Sí, no se, fue un impulso cuando me dijo que intentó odiarme. Y bajé la cabeza ante ese recuerdo.

-Hiciste bien. Acotó Rocío que estaba del otro lado de la mesa. Eugenia sonrió satisfecha.

-Yo creo que no chicas, yo me fui y lo dejé. No se merece que lo confunda así.

-Lo que no se merece es otra cosa. Intervino certeramente quien sabía todo lo que pasó, pero la patée por debajo para que no se le fuera la lengua frente a Eugenia.

-Basta Ro. Le pedí suplicante. No es momento de pensar en el pasado. Sentencié.

-¿Y en el presente? Y la china, como le decimos a Eugenia, siempre daba en el clavo. Rocío sonrió abiertamente y yo quería que me tragara la tierra.

-Chicas, él está enamorado y se va a casar. Les recordé esperando que ese argumento fuera suficiente para mis amigas.

-Está bien Lali, pero al menos por lo que tuvieron tienen que sentarse a hablar en serio. Euge me dijo mientras acariciaba mí mano en señal de apoyo. -Lo merecen los dos.

Y ella tenía razón, nuestra historia de amor no merecía terminar como terminó. Y los dos necesitábamos esa charla, era innegable.

-Me voy a casa. Anuncié. -Las quiero, gracias por bancarme. Les sonreí y me fui con la certeza de que tenía que hablar con Peter.

Estaba caminando mientras pensaba en lo que iba a decirle a Lali una vez que la tuviera enfrente. Necesitaba dejarle bien en claro todo lo que sentía y entender lo que pasó de una vez por todas.

-Hola. Dije una vez que la morocha me abrió la puerta de su casa, ella se sorprendió pero noté que quizás estaba esperando ese momento tanto como yo. Le dí un beso en la mejilla y noté como ella cerró los ojos ante el contacto. Sonreí por detrás mientras me daba paso.

-Perdón el desorden, no tuve tanto tiempo de ordenar lo que traje de allá. Sonrió Lali y la miré embobado.

-Todo bien, nunca me importó eso lo sabés. Y ella asintió tiernamente bajando mi guardia. -Vine porque quería hablar con vos. Creo que los dos lo necesitamos.

-Sí, yo también estaba pensando en eso hoy. Y ahora sonreí yo. -¿Te sigue gustando el café con leche sin nada de azúcar? Me preguntó y asentí levemente.

-Lali, yo quiero saber si es verdad lo que me dijiste el otro día, ¿Vos me seguís amando? Largué casualmente y sin anestesia, cuando por dentro en realidad tenía un nudo en la panza ante la posible negativa.

Ella soltó su taza y me miró sin reparos.
-Sí. Admitió bajando la mirada con temor, y en ese instante parecía más chiquita de lo habitual y yo me moría de amor.

-Mirame. Le pedí alzando su rostro. Ella lo hizo y sus ojos tenían un brillo que me dejó mudo. -No sabés lo que esperé volver a escuchar esto. Lali sonrió dulcemente y posó su mano en mí mejilla.

-No sabés lo que yo esperé volver a decírtelo. Me dejó mudo con su seguridad. Yo sabía que no me mentía. ¿Pero por qué se fue?

Todas las estructuras se me fueron al carajo teniendo a Peter tan cerca y tan tierno como siempre.  Yo creía que él me odiaba, pero ahora mismo me daba cuenta en su mirada que eso no estaba ni remotamente cerca de ocurrir.

-¿Por qué te fuiste? Soltó sin darse cuenta de que tuve que respirar tan hondo como mí cuerpo diminuto me lo permitió.

-No se, creo que eso ahora no sirve de nada pensarlo. Su cara se tensó y cuando intenté tomarle la mano me esquivó y se fue de la cocina.
-Peter, no seas caprichoso.

-¿Caprichoso yo, Mariana?, ¿Me estás jodiendo?, ¿Vos te acordás que acá habíamos proyectado nuestra vida? Y yo sabía, aunque no lo veía, que estaba llorando.

Me sentí morir, estaba tan dolido que la culpa me invadió.

-Sí, me acuerdo. Y mí voz salió quebrada, tanto como me encontraba yo desde que me alejé de él.

-Peter. Esbocé poniendo mí mano en su hombro logrando que se diera vuelta.
-¿Vos confiás en mí? Le dije limpiando su cara y el asintió como un nene. Que confiara en mí todavía, me hizo amarlo más.

-Yo lo que hice ya no lo puedo deshacer, nos hace mal revolverlo. Le expliqué.

-Tenés razón. Admitió mientras tomaba mi mano y la envolvía con las suyas. -Pero yo siento que la Lali que yo amaba -y el verbo pasado me hizo tragar un nudo enorme en la garganta-. Esa Lali nunca se hubiera ido, y no se quién es la que tengo enfrente ahora. Atacó sin ningún reparo.

Yo sentí el impacto y me dejé caer en el sofá. Él se sentó a mi lado y esperó que dejara de llorar.

-Yo te amo, te amaba en ese momento y te amo ahora. Y me estaba prendiendo fuego, pero empezaba a sentir que lo estaba por perder definitivamente. -Soy la misma Lali, que quizás cometió muchos errores.

Él me abrazó y volver a sentirme entre sus brazos me tranquilizó un poco, como había sucedido siempre. Me aferré lo más que pude y el dejaba besos en mi cabeza mientras nuestras respiraciones se acoplaban a la perfección. Una vez que notó que había dejado de llorar se separó lentamente y ambos quedamos cara a cara como hacía tanto no estábamos, el silencio era ensordecedor y no podíamos ni queríamos despegar nuestras miradas. Sentía que él quería acortar la distancia y besarme, pero algo se lo impedía. Ese algo se llamaba Micaela.

-Perdón La, pero no puedo. Se disculpó.

-Ya lo sé, perdoname vos. Lo mejor va a ser que te vayas. Casi le supliqué.

Él se paró y lo acompañé hasta la puerta. No podía mirarlo, y tenía mi mano sobre el marco esperando su salida, cuando de repente él entrelazó nuestros dedos y fue implacable.

-¿Te acordás cuando tenías en este dedo el anillo de nuestro compromiso? Nunca fui más feliz en mi vida.

Las piernas me dejaron de funcionar, solo pude cerrar la puerta una vez que se fue, me hice bolita y lloré como nunca. Lloré todo lo que había pasado, lloré haberlo perdido y lloré no poder decirle que lo necesitaba como a nadie. Y lloré no poder decirle sin miedos que vivir sin él era algo que no podía soportar.

Vivir intentandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora