Capítulo 2: Perdonar

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-¿Qué es esto Peter? Me dijo ella hacía ya 5 años.

-Esto es la antesala al mejor viaje de nuestras vidas. Le respondí sonriéndole dulcemente mientras tendía la mano para que me acompañara en ese improvisado altar que poblaba su casa.

Ella me miró emocionada, presentía lo que estaba a punto de pasar.

-Mi amor. Comencé a hablar mientras la miraba intensamente. –Yo te amo más que a nada en el mundo, y sé que vos sos la mujer de mi vida, con quien voy a envejecer y ser feliz, no tengo ningún tipo de duda. Aseguré tomándola de las manos mientras me miraba dulcemente.

–Por eso hoy en tu cumple de 22 te quería proponer ser yo quien esté siempre con vos, quien te acompañe en lo bueno y en lo malo, ser tu otra mitad, ahora y siempre, seguí mientras limpiaba la lágrima que empezaba a asomar en su rostro, ¿te querés casar conmigo? Solté finalmente cuando ya la emoción en los dos era la protagonista.

-Obvio que sí, te amo mi amor. Gritó Lali eufórica para luego fundirnos en un profundo y tierno beso, el beso que marcaba la unión de nuestras vidas para siempre.

Corría sin saber por qué necesitaba alcanzarla, no quería que se vaya así, habiéndose enterado de la peor manera de que me casaba con otra.

-¡Lali! Le grité ya doblando la esquina. –Esperá por favor. Dije agitado pero entero, o eso creía. Ví como se frenó y recorrí los últimos metros que nos separaban.

Apenas se dió vuelta mi corazón sintió el impacto, lloraba como nunca, sus ojos estaban completamente rojos y llenos de dolor. Yo no podía articular palabra alguna, nunca toleré verla así, y después de cinco años me daba cuenta de que nunca iba a tolerarlo.

-¿Qué querés Peter? Me preguntó con la voz entrecortada. –Dejame ir por favor. Casi imploró, y yo no pude evitar el impulso de limpiar con el dorso de la mano su cara empapada.

-No entiendo por qué te ponés así. Me salió decirle, quizás muy duramente, pero recordando que quien me había abandonado era ella, la misma que ahora lloraba el haberme perdido, o eso quería imaginarme yo. Me miró directo a los ojos de manera suplicante, y yo no entendía el porqué lo hacía, pero me mataba lastimarla así. Justo a ella.

-No hay nada que entender, fue el shock. Me dijo con la mirada perdida, no se atrevía a mirarme, y eso me partía al medio.

-Ahh. Esbocé ¿desilusionado? ¿Qué carajo te pasa Peter? Enfrente tenía a la persona que me abandonó sin mirar atrás, que me dejó destrozado y lo único que quería era abrazarla hasta sanar cada una de las heridas que la atormentaban.

-Es eso nada mas. Me dijo intentando recomponer la voz. –Ahora me tengo que ir, no fui a mi casa todavía. Finalizó para luego perderse en la oscura noche de Buenos Aires sin mirar hacia atrás –otra vez-.

Yo quedé ahí, movilizado, la había vuelto a ver después de cinco años, y podía decir con total seguridad que estaba más hermosa de lo que la recordaba. Juré odiarla por la traición, pero acababa de darme cuenta de que eso era imposible. Verla tan devastada y sin entender la razón me partió al medio, y mas allá de todo lo ocurrido odiaba que se enterara de esa forma.

Me había prometido no lastimarla nunca y acababa de fallar, aunque ella ya conmigo había roto la promesa mucho tiempo antes. Luego de salir del trance en que me encontraba, dí media vuelta y volví a lo de Euge, mi prometida me esperaba.

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Juan Pedro Lanzani: periodista, se podía leer en mi currículo. Lo cierto es que amaba mi profesión y adoraba poder dar un punto de vista de la realidad, "sin persuadir, solo informar" ese es mi lema. Tengo 29 años y siento que los proyectos de mi vida se habían cumplido, todos menos uno, que planeaba cumplir de la mano de Micaela. Micaela Arrieta, a ella la conocí hace varios años, aun estando con Lali ella quería algo conmigo. Y cuando ella me abandonó me refugié en los brazos de esa rubia atractiva. Micaela empezó como pasante en la redacción donde trabajaba y poco a poco fue escalando, como yo enamorándome, quizás forzándome a hacerlo más de lo que creía. Mica me ayudó muchísimo a superar el desengaño que sufrí con Lali. Y por eso le estaría eternamente agradecido.

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