Capítulo 13: Sentir

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Una semana pasó desde mi encuentro con Lali. Esa misma noche avisé a todos mis amigos lo ocurrido y mi no partida hacia Londres. Lloré en los brazos de Eugenia y Nicolás. Odiaba todo lo que estaba pasando. Mi gran amor se fue por un engaño, y en ese ínterin conocí a Micaela. Una chica que tuvo una vida muy jodida, y yo sin quererlo fui su rayito de luz dentro de tanta oscuridad, así como ella fue mi sostén cuando pretendía odiar a Lali, cosa que claramente nunca pude lograr.

Ahora que todas las cartas estaban sobre la mesa, por un lado estaba el enorme amor que sentía por Lali, mientras que por el otro la incondicionalidad que había tenido Micaela. No sabía que hacer, me sentía una basura. Engañaba a Micaela con la mente –y el corazón- porque Lali nunca me abandonaba, y estaba con Micaela destruyendo a Lali en el intento. Estaba realmente perdido y necesitaba cuanto antes salir de ese pozo de confusión y tristeza.

Lali me esquivaba desde esa charla que tuvimos en su casa, sabía que lo hacía porque le dolía mucho, pero eso no evitaba que no me sintiera una basura. No poder estar con ella, o que rehuya ante mis intentos de hablarle me quitaba el aliento. Estaba en un callejón sin salida, y la salida paradójicamente era lo que más miedo me daba encontrar.

Estaba en lo de Nico, allí festejaríamos junto con Euge los avances que se estaban llevando a cabo en el juicio contra su familia. Poco a poco las pruebas y testimonios iban indicando que Euge tenía chances de ganar, de honrar a su vieja. Era un tema muy importante para ellos, y por ende para mí. Así que ahí estaba dispuesto a acompañarlos en todo.

-Bueno chicos, ¿empezamos oficialmente? Pregunté mientras tomaba un cuadradito de queso de la mesa.

-No, falta Lali. Esbozó Euge y sentí como no podía digerir lo que acababa de comer. Mi semblante cambió y ellos lo notaron, pero no podían hacer nada, Lali tenía tanto derecho de estar ahí como yo.

-¿Viene? Pregunté en un susurro y ante el asentimiento suspiré sonoramente.

-¿Vas a estar bien? Me preguntó Euge frotando lentamente mi cuello.

-Sisi. Afirmé poco convencido. A partir de que supe que Lali iba a llegar en cualquier momento no pude dejar de maquinar un segundo. Esta era la primera vez que la veía después de aquella noche. Estaba nervioso, me sentía el más tarado. Con 29 años, pero tarado al fin.

-¿Quién es? Consultó Euge en el portero eléctrico. –Ahí te abro peti. Avisó y yo suspiré preparándome para el encuentro.

Nico apoyó su mano en mi hombro y me miró tranquilamente, yo asentí con los ojos cerrados, el momento había llegado

-Holaa. Se oyó la voz de Lali y me tensé al instante.

-¡Peti! Exclamó Nico mientras la levantaba de un abrazo.

-Hola rubio. Le dijo ella sonriente, aún no había notado –o querido notar- mi presencia. Cuando se separó de Nico el tiempo se detuvo. Me miró y no me caí redondo porque tenía un orgullo que salvar.

-Hola Peter. Dijo ya frente a mí, tan hermosa como siempre. No reaccionaba, la miraba totalmente embobado.

-Hola La. Respondí ante el carraspeo de Nico que me devolvió al aquí y ahora. Me agaché levemente para dejar un beso en su mejilla, y sentir como ambos cuerpos vibraban a la par.

La noche siguió su curso, cada vez que podía miraba a Lali. Me sentía un nene, pero es que la morocha me volvía el más tierno, que esperaba simplemente ser correspondido. Los rubios estaban felices con lo que avanzaron en el juicio, pero no dejaban de estar nerviosos ante el proceso del día siguiente, muchas cosas se definían y aunque venían bien, no podían dejarse estar.

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