Capítulo 1: Olvidar

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Mi nombre es Mariana Espósito, pero mis amigos me dicen Lali, y hace 5 años vivo en España. Me fui cargando una verdad no dicha, cargando con el peso del deber ser.

Tengo 27 años y a los 22 decidí partir, dejando atrás a toda mi gente y a él. Necesitaba alejarme de mi vida, dolía demasiado el pasado y sentía que estando allí solo lograría agrandar el dolor. Intentaba seguir adelante, por eso partí sin mirar atrás.

Mi vida en España giraba alrededor de mi gran hobby, amo la fotografía y mi hobby de años había logrado convertirse también en mi escape. Irónico teniendo en cuenta hacia quien me llevó ese oficio. Soy una mina tranquila, no abuso de las salidas nocturnas, algo quizás lógico a mis 27, pero lo no tan lógico era que desde hacía 5 años no había estado con nadie más. Nada llegó más lejos de algún que otro encuentro casual, la verdad era que nunca más pude llenar el vacío que él me dejó.

En España encontré a una gran amiga, Rocío, también es argentina pero a diferencia de mí ella moría por volver cuanto antes, ella realmente añoraba su tierra, a los suyos, no es que yo no lo hiciera, simplemente no estaba lista para volver.

Esa misma tarde Rocío partiría hacia allí, y yo estaba con ella ayudándole en los últimos preparativos.

-Dale La. Rocío me hablaba mientras terminaba de cerrar el bolso que tenía armado hacía una semana. Muy precavida pensaba, ansiosa me decía ella.

-No Ro, no me gustan las despedidas, lo sabés. Dije bufando ante la carita compradora que me hacía.

-Bueno, bueno está bien. Me dijo ella entendiendo mi cara. -Me hubiera encantado que vayas. Admitió puchereando, provocando la sonora carcajada de ambas. ¡Cómo la quería!

-Dale boluda. Dije recuperando el aire. -Sabés que te voy a extrañar horrores, pero es tu decisión y la respeto.

-La, hablas como si me fuera a Kenia. Dijo divertida la rubia. -Estoy yendo a donde las dos pertenecemos, ojalá vos lo puedas entender. Me dijo acariciando amistosamente mi hombro.

-No empecemos Rochi. Pedí suplicante, no quería hablar del tema ahora, ni nunca que mi amiga lo sacaba. Ella estaba al tanto de todo y me había apoyado y entendido aunque "no hubiera actuado de la manera que vos lo hiciste". Eso me lo repetía cada vez que salía el tema.

-Marian tenés que enfrentar lo que pasó y decidir que querés que pase a partir de hoy. Me aconsejó por última vez, convirtiendo la despedida en un momento que me dejó regulando.

-Buenoo. Intervine ya sobrepasada. Ella me miró y comprendió que tenía que dejar de hablar.

-Te voy a extrañar mucho amiga. Sostuvo sonriente.

-Yo también. Confesé fundiéndome en un abrazo cargado de gratitud y cariño, esa rubia había logrado conquistarme apenas la conocí hacía ya 5 años.

La ví irse y al instante no pude evitar pensar que esa podía ser yo, pero no. No estaba lista para volver a enfrentar lo que quedó allá, no aún. Pero una semana después me llegó un mensaje que movió todas mis estructuras y me hizo replantearme todo, si no volvía me culparía de por vida.

"Amigaa. Mamá está mal, te necesito. Euge".

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Apenas recibí el mensaje sentí que no estaba donde debería estar, que tenía que estar allá, acompañando a mi amiga. Apareció el impulso y la necesidad de irme de allá cuanto antes, me sentía agobiada y odiaba sobremanera que Rocío no estuviera para calmarme, quizás evitaría que cometa una estupidez.

Tan solo una semana después estaba aterrizando en Ezeiza, después de mucho pensarlo decidí que lo mejor era enfrentar la realidad y no esconderme más de lo que me pasaba. Además mi hermana me necesitaba y eso era lo que realmente importaba ahora.

Vivir intentandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora