Capítulo 25: Sin palabras

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-Buen día mi amor. Dije dulcemente a una Lali que intentaba despertar. Apoyé la bandeja con el desayuno y me acerqué lentamente hasta depositar un beso sobre su mejilla.

Ella gruñó inentendiblemente y yo solté una risa divertida. -Dale, remolona. Insistí acariciando con dulzura su rostro.

-Mmm, que lindo despertarse así. Dijo unos segundos después con una amplia sonrisa.

Sonreí enamorado ante su cara de recién despierta y me senté a su lado como ella me indicaba. Lali apoyó su cabeza en mi pecho y los dos nos relajamos completamente.

-¿Te dije que sos hermosa? Pregunté risueño mientras dibujaba con mis dedos garabatos en su espalda.

-Puede ser alguna que otra vez. Dijo ella divertida. -Pero no me jode nada que me lo repitas. Me aclaró con una leve sonrisa.

-Sos hermosa y te amo. Dije mirándola fijamente para luego besar cortamente sus labios.

-Vos también, y te extrañé mucho. Confesó ella tiernamente.

-No te vas a librar nunca mas de mí. Amenacé alzando su mentón.

-Lo sé, y no hay nada que me haga mas feliz. Aceptó ella y ambos sonreímos abiertamente ante esa nueva realidad.

-Te amo. Esbocé nuevamente antes de lanzarme a sus labios. Lali enroscó sus brazos en mi cuello y dejó que la recostara sobre la cama mientras acariciaba su cara.

-Yo más. Respondió luego de darme besos cortitos. Dando comienzo nuevamente al reencuentro en cuerpo y alma, tan ansiado como el de la noche anterior.

-Dale que nos esperan los chicos. Me recordó unas horas más tarde levantándose de la cama.

Nos habíamos quedado ahí todo el día, mimándonos y disfrutándonos, porque nos habíamos extrañado mucho en ese plan.

-Yo me voy a bañar y después venís vos. Avisó sonriente. Yo asentí y ella me lanzó un beso con la mano.

Pensar en todo lo que había vivido la noche anterior me llenaba el corazón, tener de nuevo a Lali conmigo era algo impensado y que me hacía inmensamente feliz. Sentía que después de tantos desencuentros los dos merecíamos un poco de paz para disfrutar el uno del otro. Estaba seguro de que ella era la mujer de mi vida, y nunca más dejaría que nadie nos separara. Por eso deseaba enterrar a Micaela como un mal recuerdo y dejar atrás todo el dolor que había ocasionado. Estaba dispuesto a recuperar el tiempo perdido con mis amigos y con ella, la que le daba sentido a todo.

-Ey dale. Dijo ella saliendo del baño cuando me vió tirado mirando la tele. -Vamos a llegar tarde por tu culpa, Pedro. Se quejó enojada.

Giré la cabeza y ensayé mi mejor sonrisa de angelito para evitar una pelea.

-No me vas a comprar así, cuando saliste de ducharte te dije que me maquillaba y nos íbamos, y vos estas acá echado como una morsa sin moverte. Dijo atolondradamente y yo reí sonoramente. Ella me fulminó con la mirada y yo dejé el control de la tele de lado para acercarme.

-No te me enojes, La. Pedí dulcemente rodeando su cintura y buscando la mirada que ella me esquivaba.

-Siempre hacés lo mismo. Dijo firmemente. -Sabés que odio llegar tarde. Me recordó ya mirándome sin reparos.

-Tenés razón, pero sólo me tengo que poner la remera mi amor, es un segundo. Le expliqué con un puchero en mis labios.

-No puedo con vos. Se rindió relajándose al instante mientras rodeaba mi cuello con sus brazos.

-Esa es la idea, que nos podamos mutuamente. Le dije sonriente sobre su cuello. Alcé el rostro y me encontré con el brillo especial que sólo yo provocaba en ella.

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