Capítulo 18: Eso que no se olvida

339 17 1
                                    

-¿Sabés algo? Creo que no podría vivir sin vos. Dijo Peter con una seguridad aplastante que me quitó el aliento.

Yo estaba recostada sobre su pecho mientras mirábamos la nada en el sillón. Lo miré sin reparos, aún shockeada. El siguió su confesión.

-En serio te lo digo. Dijo sonriendo de medio lado. -Me tenés regalado, petisa. Susurró dulcemente mientras yo golpeaba amistosamente su brazo por el término usado, aunque en realidad no me molestaba, y menos si venía de él.

-Yo tampoco. Asumí finalmente mientras me giraba para mirarlo de frente. -Nunca pensé que iba a sentir algo así por alguien. El acarició mi mejilla mientas depositaba un tierno beso en mí boca. -Creo que estamos destinados. Expresé en voz alta. Él enarcó una ceja.

-No me mires así. Le recriminé haciéndome la ofendida.

Él dejó de reírse ante mí cara de pocos amigos y me tiró contra su cuerpo girándome de repente.

-No sé si estamos destinados. Me corrigió a medias. -Pero estoy convencido de que queremos estar juntos siempre, y eso creo que le gana al destino.

Y antes de que pudiera responder algo ya estaba entre sus brazos mientras nos besábamos dulcemente.

Estaba parada en la cocina pensando mil cosas, entre ellas si Peter me recordaría nuevamente cuando entró Rocío y me sonrió tiernamente.

-La, ¿Necesitás ayuda? Preguntó por la fuente que llevaba en la mano pero con el doble sentido solapado de hacerme saber que ella estaba ahí para bancarme.

-No, gracias Ro. Le dije mientras acariciaba su hombro. -Está todo bien. Mentí un poco.

-Lali. Repitió con obviedad mirándome con un gesto claro de "sabemos las dos que no es así". -Estamos en la casa de Peter, que hace años casi que era tuya, él está con otra mina y no te recuerda.

Y la descripción de Rocío fue tan certeramente exacta y angustiante que tuve que sentarme de un suspiro en la silla. La miré con pena mientras lloraba con pura tristeza y ella se sentó frente a mí.

-Tenés que dejar de hacerte la mujer maravilla. Dijo y me hizo reír un poco. -Todos sabemos que estás hecha mierda, y tenés que dejarnos atajarte. Me retó como la gran amiga que era.

-Ya sé, pero siento que me hago la víctima mientras el que realmente perdió todo fue Peter.

-Vos perdiste tanto como él. Irrumpió Eugenia casi que dándome una cachetada de realidad. -Vos lo perdiste cuando te fuiste amenazada, llegaste y lo viste comprometido, y ahora él no se acuerda de que vos sos su amor.

Yo lloraba mientras Rocío frotaba mí espalda para intentar calmarme. -¿Podés dejar de pensar en los demás una vez? Y eso Eugenia me lo gritó, porque como mi amiga sentía que tenía que accionar antes de que me hundiera en un pozo de angustia y dolor.

-Tienen razón. Admití mirándolas. -No puedo más chicas. Solté en un hilo de voz. -No entiendo que karma espantoso estoy pagando para que todo se haya ido tan a la mierda. Y todo eso lo dije en una sola bocanada de aire. Como si necesitara largarlo todo junto.

-Ninguno, yo sé que ahora no me vas a creer, pero sé que todo se va a acomodar. Y Rocío siempre tenía esa paz que tanto necesitaba. Euge asintió mientras también se secaba unas lágrimas que asomaban.

-Todo va a estar bien hermana. Me recordó para luego abrazarme.

-Las adoro. Dije a ambas rubias que me rodeaban una de cada lado. Mi verdadero sostén en estos momentos eran ellas. Y agradecía cada día que estuvieran conmigo.

Vivir intentandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora