Capítulo 21: Rompecabezas

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-¿Qué fue eso? –pregunté aún con el pulso irregular y la respiración agitada. Estaba frente a él, a Peter, el de siempre, el que tanto extrañaba.

-No sé. Dijo él lentamente, y yo me sentí algo decepcionada. Mi rostro lo habrá transmitido a la perfección, porque segundos después sentí como su mano alzaba mi mentón, y al finalizar ese trayecto mis rodillas flaquearon. Su mirada estaba clavada en mí, y por primera vez en mucho tiempo veía la devoción, esa misma que yo sentía por él, en sus ojos.

Sonreí tontamente y él me devolvió el gesto.

-Gracias. Esbozó descolocándome por completo.

-¿Gracias por qué?. Consulté acariciando dulcemente la mano que descansaba sobre mi mentón.

-No tengo un porqué, solo gracias. Explicó él. -Sé que no debe ser fácil tu situación, y a pesar de todo seguís acá. Esbozó con voz ahogada. Ahora quien acarició su mejilla fui yo.

-No se agradece lo que se merece. Le dije con media sonrisa para luego besarlo dulcemente.

-¿No era que gracias hacían los monos? Me burló conociendo esa frase, ya que aunque no me recordara, notaba que prestaba atención a cada cosa que hacía.

-También. Respondí burlonamente. -Igual... no te hagas mucho el loquito vos, mirá que estás en capilla. Lo amenacé con el dedo índice en alto.

-¿Por qué? Preguntó desorientado.

-Hace tres minutos que estamos hablando y no me volviste a besar. Reproché con un puchero que lo desarmó.

-No podés ser tan linda. Susurró antes de volver a chocar nuestros labios en un beso tan ansiado como el primero.

Sonreí tontamente al recordar esa noche, y luego de salir de la ensoñación fui directo a la ducha. Una cena a solas con Peter esperaba, y yo sentía la felicidad copar cada parte de mi cuerpo.

Peter me llevó nuevamente a la cabaña del abuelo, porque aunque él no lo recordara sé que sintió que el lugar era especial. Pero para ser sincera, lo que menos me importaba era donde estábamos aunque esa cabaña fuera tan importante. En ese instante no podía sacar mis ojos de él, contemplaba cada movimiento con una amplia sonrisa, y cuando él me correspondía el gesto sentía que podía morir en ese momento que nada importaría.

-¿Vos cocinaste? Pregunté sorprendida a la vez que él depositaba dos platos de pastas a cada lado de la mesa.

-No, mi amor, si te fui a buscar a vos. Me dijo y no se dio cuenta del peso de sus palabras.

-¿Cómo me dijiste? Consulté con voz estrangulada y el pulso acelerado. Él levantó la cabeza ante mi tono desencajado y entendió todo.

-Que yo no te recuerde no quiere decir que no sienta que sos mi amor. Explicó dejándome aún mas enamorada.

Sonreí satisfecha y rodeé su cintura con mis brazos. Él dejó de encargarse de la mesa y dirigió sus manos a donde mejor se sentían.

-Sos hermosa. Me susurró mientras deslizaba con delicadeza la yema de sus dedos por mis mejillas.

Sonreí emocionada y recosté la cabeza en su pecho. Acoplamos las respiraciones, y dejamos que el momento nos envolviera.

-Vos sos hermoso. Corregí finalmente. -No podés decirme eso y pretender que yo no me muera de amor. Le dije con voz dulce. El sonrió de costado y alzó mi mentón.

-Lali, yo ya te expliqué que no me hace falta recordarte a vos, porque con solo mirarte ya sé con certeza lo importante que sos en mi vida. Completó dejándome nuevamente tildada.

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