Capítulo 9: el silencio de la verdad

444 25 6
                                    

Manejaba sin querer pensar, los últimos 3 meses habían sido un palo tras otro y estaba llegando a un punto donde no le veía la salida a esto que me había pasado. Haber vuelto al país me había traído muchas cosas lindas pero también mucho sufrimiento, sufría el no poder ser totalmente honesta con mis amigos y con Peter. 

Me dolía mentirles aunque sabía que había sido por su bien, ellos no habían entendido mi partida y esa parte de nuestra historia quedó en pausa desde que me fui a España.

En ese lugar encontré a una gran amiga en Rocío, quien fue mí oído y mi hombro cada vez que necesitaba un abrazo porque la pena me asaltaba de repente. Ella sabe toda la historia de mi vida, porque necesitaba que alguien me escuchara para poder hacer mi proceso.

Sigo en el auto y los recuerdos no dejan de aparecer, se clavan como puñaladas cortas y certeras.

-Mi amor, quiero que trabajemos juntos. Me decía Peter mientras estábamos acomodando la vajilla de nuestra casa.

-¿Te parece? Yo no quiero que mezclemos amor, así estamos muy bien. Aseguré abrazándolo por detrás.

-Claro que estamos bien, pero si trabajamos juntos no te extrañaría tanto. Me dijo manipulador girándose levemente y con un tremendo puchero.

-Aaay, ¡sos un guacho! Exclamé mientras me inclinaba a dejar un corto beso en sus labios. -Sabés que tus pucheros me pueden. Le recordé mientras él se reía y posaba sus manos en mi cintura.

-¿Sólo me querés por mis pucheros? Remató Peter haciéndose el ofendido y dándose media vuelta de repente. Yo alcé mis cejas incrédula.

-Sabés que no, también te quiero por esa fabulosa voz que tenés. Dije exageradamente logrando que él largara una sonora carcajada y me tomara nuevamente entre sus brazos.

-Te amo. Soltó con esa sonrisa que me ponía el mundo al revés. -Trabajemos juntos, te prometo que vamos a estar bien. Dijo con una seguridad que me convenció.

-Te amo. Le respondí yo. -Pero solo espero que no te espantes cuando veas los tuppers que llevo al almuerzo del trabajo. Y él se volvió a reír y sin darme tiempo a nada me besó y abrazó mientras yo rodeaba su cuello dulcemente.

Lloraba mientras recordaba esos instantes de felicidad cuando no sabíamos lo que se iba a venir.

Peter era mi gran amor, con nadie había tenido algo ni remotamente parecido. Él era mi amigo, mi compañero, mi sostén, era todo. Y el haberlo perdido fue un mazazo muy fuerte. Él no se merecía eso, pero yo no supe de que otra forma actuar. Me sentía acorralada.

Ahora se estaba por ir a Londres con su futura mujer, esa que apareció cuando yo me tuve que ir. Me dolía muchísimo pero tenía muy en claro que no estaba en posición de reclamar nada. El dolor iba por dentro.

Y ahora como si la vida se me cagara de risa en la cara todo se complicaba aún más. El destino no se conformaba con haberme alejado de él durante 5 años.

-Nico. Esbocé con voz ahogada. Presentía a qué venía y estaba realmente atemorizada.

-Hola La. Dijo él saludándome amablemente. Un silencio se produjo, los dos sabíamos que pasaba ahí, pero ninguno se animaba a dar el primer paso.

-Bueno está bien, arranco yo. Cortó el con el silencio. –Lali no sé si sabés, pero el miércoles es el juicio de Guerrini.

¿Cómo no lo iba a saber? Era en lo que no paraba de pensar un minuto.

–Bueno, Peter está complicado porque no puede comprobar que lo hayan amenazado, que lo que el publicó es la verdad y que le hicieron la vida un infierno por meterse con ellos. Y ahora van por todo, le quieren acabar la carrera o hasta mandarlo preso.

Vivir intentandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora