Capítulo 24

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Faltaba muy poco para la medianoche. El cedro mostraba sus ramas azuladas, que brillaban con las luces intermitentes que le había colgado Laura.

A un costado, la mesa redonda, con el mantel blanco y un arreglo de flores, estaba cubierta con diferentes platos. Una vela encendida, protegida por una tulipa, titilaba de tanto en tanto, luchando por no apagarse.

Hoseok estaba estirado sobre una reposera, callado, contemplando las estrellas, debajo del árbol que plantó su padre.

Laura había puesto música, pero no se lograban apagar las voces festivas de los vecinos, que —como todos los años— evidenciaban más aún su soledad y su tristeza.

Faltaba poco menos de media hora para la medianoche.

La madre de Hoseok buscó un viejo sillón hamaca de madera y lona y se sentó debajo de la pérgola. La madreselva formaba un techo de hojas verde oscuro, coronado con flores blancas y amarillas, que impregnaban el patio con su perfume dulzón.

Sara y ____se habían ido esa mañana para (Capital de t/p). El vuelo salía poco después del mediodía, así que supuso que a esa hora ya estarían por brindar con "sus padres", en el lujoso hospital de Washington.

Sara había ido después de almorzar a buscar las valijas que Marcos le trajera del departamento y se fue para su quinta a preparar el equipaje. Recién por la noche estuvieron juntas un rato, mientras los chicos se despedían y casi no habían tenido tiempo de hablar. Sólo le dijo que hablarían desde allá para año nuevo y les confirmarían si regresaban los primeros días de febrero.

Marcos se había ido a pasar las fiestas con su familia, y no regresaría antes de dos semanas. Ella le había propuesto que se quedara, pero él le había planteado que sería mejor para Hoseok que no se vieran durante unos días, que sus padres lo esperaban, que se veían poco porque estaban muy lejos, y al final se fue con un beso apurado, como si sintiese fastidio de tener que dar explicaciones, prometiéndole que si los teléfonos funcionaban —lo que suponía muy difícil en el pueblito adonde se iba— la llamaría. Se acercó a la mesa y sacó la botella que había colocado dentro del balde con hielo. Sirvió dos copas, se tomó una de un trago y le llevó la otra a Hoseok.

La luna atravesaba ahora las ramas más altas del Ybirá-Puitá, y sobre el césped recién cortado se proyectaba la sombra del árbol, que se extendía más allá del sendero de lajas, y trepaba, quebrada, sobre uno de los muros del invernadero.

Se acercó a la reposera donde estaba Hobi. La luz de la luna, que se filtraba entre las ramas, iluminaba parte del rostro de su hijo, y Sara se dio cuenta de que estaba llorando.

Todas las casas se veían iluminadas, con sus árboles engalanados con guirnaldas de luces, como si fuesen pinos navideños y con los parques colmados de gente. Los gritos de los chicos se mezclaban con los estallidos de la pirotecnia, y con las risas de los adultos.

Taehyung iba caminando hacia el pueblo, que estaba a menos de dos kilómetros de su quinta. Ya habían dado las doce y después de brindar con su familia, lo único que quería era reunirse con los chicos en la plaza, tal como lo habían convenido.

Caminaba por la orilla de la ruta, que a esa hora estaba casi desierta. La noche era clara, iluminada por la luna. Las estrellas parecían tocarse unas a otras en el cielo.

—¡Por fin llegas! —lo recibió Paula. Estaban  sentados sobre el  piso de ladrillos que circunda el mástil, en el centro de la plaza, con caras aburridas. Apoyaban la espalda sobre un muro bajo que hace las veces de banco y macetero. Lucia pasaba una botella y cada uno iba dándole un trago. —¿Y Hoseok y ____? —preguntó Tae.

—____se fue esta mañana para Estados Unidos con la tía — le respondió Natalia—. Y Hoseok estaba con la chiripiorca, más loco que una cabra. Nos dijo que venía más tarde, pero no le creo.

—¡Qué mal! —dijo Lucia—. Esto está más jodido que un velorio. ¿Qué hacemos?

—Vamos a buscar a Hobi y lo convencemos para que venga — dijo Nina—. Podríamos pasar a buscar cerveza y unas velas y nos vamos de fiesta a la vieja cabaña.

—¿Y con qué música vamos a hacer fiesta, si allá no hay luz? —Además a Hoseok no lo convences con nada, con la mala onda que tiene —dijo Natalia.

—Voten —dijo Jimin—. Yo propongo llevar unos faroles y algún equipo que funcione a pilas. Mi papá me dio el auto porque para Navidad siempre se pone ebrio, así que podemos pasar a sustraer algunas botellas y comida de nuestras casas. Pasamos por lo de Hobi y lo llevamos por la fuerza. No va a poder resistirse contra nuestros músculos.

Todos aprobaron por unanimidad y  salieron derrapando sobre la arena, amontonados en el coche, con la música a todo volumen.

...

Hacía rato que Sara no había abrazado a su hijo, sin decirle una palabra, y había besado sus lágrimas en silencio, mientras las sirenas y los gritos de la gente los intimidaban, anunciando la medianoche. Hacía mucho que no lo veía llorar, tal vez desde la muerte de su marido.

No hablaron de la pena que sentían los dos, no era necesario. Desde hacía tiempo las fiestas habían dejado de tener magia para ellos, pero este año, el dolor era mucho más intenso, y se mezclaba con el miedo. Con el miedo inconfesable que sentían al pensar que ____, tan lejos, se podría dejar convencer por los que le habían regalado la mentira de una familia durante tanto tiempo.

Hoseok había abierto el regalo que comprara para ella, y lo contemplaba bajo la luz de la luna, mientras su madre llevaba para adentro todas las cosas que habían quedado intactas sobre la mesa.

Era un oso panda de peluche, no demasiado grande, con un corazón rosado en el centro del pecho. Hobi lo apretaba y no podía evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas cuando el oso repetía: "Te quiero - te quiero"  con su voz a pilas.

En ese momento los faros del coche iluminaron el jardín, encandilándolo por un momento. Hoseok pensó, furioso, que no podría disimular sus lágrimas adelante de los chicos, y que tampoco soportaría las cargadas, así que cerró los ojos, haciéndose el dormido.

Cuando sintió el beso sobre sus labios y el abrazo intenso, con el olor de ____, creyó que estaba soñando.

Sara encendió un cigarrillo, sopló el humo con fuerza, con un suspiro, y se quedó unos segundos contemplando cómo se diluía el humo azul hasta desaparecer en el aire.





____ y Hoseok se habían ido con el grupo, llevándose botellas, algo de comida, una bolsa de dormir y algunas velas.

"No nos esperen hasta el mediodía" —gritaron entre risas al subir a la camioneta, que se alejaba con el ruido a latas, producido por la tira de tarros que le ataron los amigos, como si fuese un coche de recién casados. Los demás iban amontonados en el auto del padre de Jimin, haciendo sonar la bocina.

Laura estaba sentada a su lado, esperando que Sara comenzara a contarle lo que había pasado. No habían podido hablar, porque los chicos habían llegado casi al mismo tiempo que ellas.

—Mira, a último momento, cuando estábamos en el aeropuerto , y faltaba muy poco para abordar el avión, no pude resistir la cara de ____. Telefoneamos a Washington, y con la más dramática de mis voces le hice creer a mi hermana que ____tenía hepatitis y que no podía moverse de la cama.

—¿Realmente se lo habrán creído?

—Te aseguro que sí, porque ____ actuó a la perfección, con una voz de ultratumba que supongo que no le costaba demasiado fingir, ya que está muy mal por todo lo que le está ocurriendo. —¿Y si a tu hermana se le hubiera ocurrido hablar por teléfono a tu casa?

—Fácil. El teléfono se descompuso apenas terminamos de hablar...

—No sabes el alivio que siento —dijo Laura—. Y ahora vamos a brindar...

—Lau, no te conté todo todavía. ____ ya sabe algo. Después se lo diremos a Hoseok, porque hoy no pudimos seguir hablando cuando llegaron sus amigos. Se trata de Marcos.

Por el tono de la voz de Sara, Laura se dio cuenta de que lo que iba a contarle no sería agradable.





My True Identity>> J-Hope y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora