"Subí los dos escalones de mármol gris claro, tratando de concentrarme en todo lo que viera. La puerta era enorme de una madera marrón, muy trabajada y con herrajes de bronce, igual que el llamador, que tenía una forma de una mano pequeña. Lo golpeé tres veces y pude escuchar cómo el sonido retumbaba dentro de la casa, agrandándose y provocando ecos misteriosos.
Me hizo pasar una señora muy vieja, tan vieja que caminaba encorvada como si estuviese buscando cosas por el suelo. Se apoyaba en un bastón oscuro de puño plateado y tenía un vestido negro, del que le asomaba una puntilla despareja. Eso lo noté cuando se dio vuelta y me pidió que la siguiera, porque cuando estaba de frente, como estaba tan arqueada, apenas si alcancé a verle el cuello de encaje blanco que tenia el vestido, y los ojos. Los ojos eran casi transparentes, de un color celeste despintado y me miró de una manera tan rara, que sentí miedo.
La vieja se fue por una de las puertas, dejándome sola en una habitación grande, sin ventanas. La luz del sol entraba por el techo, que parecía uno de los vitrales de las iglesias, o de los panteones que hay en los cementerios grandes. Tenía dibujos de flores y de pájaros y el lugar se llenaba de luces de colores suaves. La paredes eran de un rosado que tiraba más al color de los damascos, y el techo y las columnas estaban pintados de blanco y bordeados de franjas grises. Sobre el hogar, que era enorme y con bordes de yeso todo trabajado, brillaban dos candelabros plateados. Había cinco puertas tan altas como la de la entrada, pero éstas tenían vidrios con cortinitas tejidas al crochet. Me acordé de cuando Sara intentaba enseñarme a tejer y me imaginé los años que habría tardado en tejerlas. A lo mejor por eso la vieja estaba tan encorvada, de tanto agacharse para hacer los puntos de las cortinas...
Me senté en un sillón de terciopelo verde, que tenía tachas de bronce, un montón de tachas, una al ladito de la otra y me puse a contarlas para no aburrirme. Estaba por la número cuarenta y cinco cuando se abrió una de las puertas y la vieja volvió a aparecer.
Me dijo que subiera por la escalera del zaguán. Ahí me di cuenta de que zaguán le llamaba al corredor largo por el que habíamos entrado, porque me acordaba de haber visto una escalera de madera, en forma de caracol, como la de una iglesia, por la que subíamos con las chicas para ir a investigar. Mientras contaba los escalones me acordaba de eso, porque tenía el mismo olor a madera vieja, y despertaba la misma curiosidad por saber qué habría allá arriba: si fantasmas, o santos cubiertos de trapos viejos, con coronas dorado-verdosas llenas de piedritas y dedos de yeso rotos. Cuando llegué a la habitación de arriba, estaba tan oscuro que tuve que esperar un rato, hasta que se me acostumbrasen los ojos, antes de animarme a pasar.
Me di cuenta de que había alguien sentado por el ruido que hacía el sillón al mecerse, y porque después de unos segundos ese alguien tosió. A lo mejor tosió para que me terminara de dar cuenta de que estaba ahí, o porque le dio tos nomás, qué sé yo. La cosa es que a mí me dio un miedo bárbaro y muchas ganas de salir corriendo. Pero entonces me dijo "Sentate", con una voz medio ronca, y no me animé a escaparme, pero sí me arrepentí de haber aceptado ir sola.
Pude distinguir entre la penumbra, un sillón, y me senté. Aunque no podía verlo bien, podría asegurar que era igualito al que estaba abajo, de terciopelo verde, y con un montón de tachas de bronce, una al ladito de la otra. Ahora no las contaba, pero empecé a contornearlas con los dedos, mientras esperaba que la mujer al fin comenzara a hablarme."
____ hizo una pausa. Había decidido escribir todo. Estaba segura de que cuando pasara un tiempo no iba a recordar los detalles y lo que acaba de vivir le parecía demasiado importante para que quedara en el olvido.
ESTÁS LEYENDO
My True Identity>> J-Hope y Tú
Fanfic🔸Esta historia no me pertenece, es una ADAPTACIÓN. 🔸Libro: Cruzar La Noche [de Alicia Barberis]. 🔸Actualizaciones lentas.