Sara se bajó del bus unas cuantas cuadras antes del sitio al cual se dirigía. Caminó con prisa, estaba algo nerviosa. Cuando llegó frente a la casa antigua de rejas trabajadas siguió de largo y dio vuelta a la cuadra.
Se metió por la parte de atrás, por un terreno abandonado. Los yuyos eran casi tan altos como ella y le arañaban las piernas a medida que avanzaba. El calor era insoportable y sentía cómo iba pegándosele la ropa al cuerpo.
Había acompañado una tarde a Laura y recordaba perfectamente que en el patio había una ventana sin rejas, pequeña, tipo balancín, que seguramente pertenecía a un baño.
Terminó de atravesar los yuyales y cruzó por debajo del alambrado de púas. El sendero de ladrillos desparejos se abría paso entre el verde del césped, que no estaba demasiado alto.
Había algunas ropas tendidas sobre el tejido del costado. Se lijó en la ventanita. Estaba entreabierta. Arrimó una escalera desvencijada que encontró debajo de la enredadera y comenzó a subir.
La ventana era bastante estrecha, y le costó trabajo pasar su cuerpo por ella. Ya casi lo había logrado; sus piernas tanteaban a ciegas el borde del lavatorio del baño, que había visto antes de comenzar a cruzar; sólo su cabeza quedaba asomando por la banderola entreabierta, cuando escuchó que golpeaban las manos. Se apresuró a entrar y se quedó en silencio, espiando por una hendija de la ventana. Era alguien que golpeaba en el patio de al lado.
Comenzó a recorrer la casa. No sabía que buscaba. Sólo seguía su intuición y esta le decía que Marcostenía algo que ver con la amenaza anónima que le habían enviado. Algo imperceptible flotaba en su mirada, en sus palabras, en el tono de su voz. Algo que Sara no podía determinar, pero que no le había pasado inadvertido.
Se puso a revolver los cajones, en los cuáles ella suponía que podría guardar su pasaporte, o algún documento importante. Todo parecía estar en regla. Los datos coincidían, la edad, el nombre, la fotografía.
Metió una hoja en blanco en la máquina de escribir, para comparar los tipos con los del anónimo; pero a primera vista se dio cuenta de que no tenían nada que ver.
Siguió hurgando un buen rato y no encontró nada que le llamara la atención.
"Estoy demasiado sugestionada" -pensó-. "Si Laura se llegara a enterar de que sospeché de Marcos, no va a perdonármelo".
Ya estaba por subir al lavatorio del baño, para irse, cuando el sonido del teléfono la sobresaltó. Se quedó paralizada, respirando hondo para recuperar la calma. Sentía el frío de los azulejos debajo de su espalda. Se subió, y ya estaba a punto de cruzar la ventana, cuando se dio cuenta de que el teléfono tenía el contestador automático conectado. La curiosidad hizo que volviera a la habitación para escuchar...
____todavía no había abierto la caja que le dio el sr. Ochoa, ésta seguía cerrada, con las dos vueltas de hilo sisal, tal como la volvieran a atar el día anterior. Después de que el viejo se la diera, no se había atrevido a hurgar en ella. Era difícil expresar lo que sentía y Hoseok no la entendió cuando trató de explicárselo.
Ahora estaba en su cuarto, a solas. Sara no había regresado y Hoseok se fue después de que discutieron acaloradamente. Era su primera pelea en serio y ahora se sentía triste. Se daba cuenta de que Hoseok tenía razón cuando le decía que no quería que se fuera. Ella también quería estar con él para Navidad, y para recibir el nuevo año, pero le dijo que estaba asustada. Ahora, después de un rato de estar sola, se daba cuenta de que estaba confundida.
La caja seguía esperando sobre su cama. Los rostros de Maria y Cristopher se le aparecían, algo borrosos, en la mente, y se superponían con los de los que ella había creído, hasta hacía pocos meses, sus padres.
Iba a tirar del hilo sisal para desatar la caja, pero después se arrepintió y la metió en el último cajón de la cómoda, donde había ido guardando todas las cartas que recibiera desde Washington.
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My True Identity>> J-Hope y Tú
Fiksi Penggemar🔸Esta historia no me pertenece, es una ADAPTACIÓN. 🔸Libro: Cruzar La Noche [de Alicia Barberis]. 🔸Actualizaciones lentas.