Capítulo 11

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Eran los últimos días de noviembre y ya podía sentirse la algarabía de finales de clases. El viernes saldrían en bandas a cubrir las calles con miles de papelitos blancos, como era la tradición. Las hojas de carpetas, los contenidos, las palabras, los conocimientos impresos, que habían ido acumulando a lo largo de todo el año, saldrían libres a volar por la ciudad. Hoseok, Jimin y Taehyung terminaban el secundario, al igual que Nina y Natalia, y se preparaban para la facultad. Paula y ____ pasaban a quinto.

—Mañana es la promoción de los chicos, tenemos que ir — anunció Natalia—. Después hay fiesta. ¿Tienen idea de cuánto hace que no vamos a bailar?

—Yo no sé si voy a ir. No tengo qué ponerme...

—Paula, para variar, siempre con problemas vos... Pónete cualquier cosa, pero no vamos a dejar de ir.

—Natalia no empieces otra vez a pelear... —le contestó Paula.

—Hablando de pelear, ¿hiciste las paces con Nina, ____? — preguntó Natalia.

____ estaba apoyada en una maceta de la que desbordaban hortensias rosadas y azules y, por contraste, su mirada parecía más triste todavía. Al escuchar su nombre pareció salir de su abstracción. Desde el encuentro del bar, Nina no había vuelto a dirigirle la palabra. ____ se sentía mal, pero no con culpas. No podía sentirse responsable de que Hoseok la hubiera elegido a ella.

Paula se levantó al escuchar el timbre. Natalia la siguió al rato, cansada de esperar la respuesta de ____, que siguió en sus cavilaciones, mirando a las chicas que iban alejándose por el largo corredor de baldosas decoradas. La galería las cobijaba con su penumbra fresca. El olor a papeles y tiza, se confundía a esa hora, con la fragancia del café y de los jazmines, creando esa mixtura de aromas irrepetible, que podía sentirse solamente durante el recreo de media mañana.

Las miró alejarse con indiferencia.

La angustia que sentía era profunda, pero provenía del doloroso intento por recuperar la verdad que le habían negado. Cualquier hecho le parecía distante, como ajeno a ella. Las risas de las chicas, y el clima festivo por la finalización de las clases no lograban contagiarle la alegría.

Volvió a mirar la espalda de Paula, que ya se perdía, mezclada con otras chicas que entraban a las aulas. La miró hasta que dejó de ser su amiga, para ser sólo una camisa blanca, con falda color vino y una cabeza de cabello atado, que se confundía entre la masa de adolescentes.

Y se quedó mirándola en todas, como si se repitiera infinitamente en moldes idénticos.


•••••


El calor era insoportable. El acto estaba programado para las 20, ya que los organizadores suponían que el atardecer traería un poco de aire fresco. Pero la temperatura había subido, al igual que la humedad, y las amenazadoras nubes grises que cubrían el cielo, determinaron que la fiesta se realizara adentro del salón. Hacía varios días que los cortes de luz —imprevistos y prolongados—, enfurecían a todos. De las ventanas abiertas sólo entraba un aire pegajoso y caliente, que obligaba a utilizar el programa de actos para abanicarse.

Los únicos que parecían no reparar en el calor eran los adolescentes. En las primeras filas estaban sentados los egresados, con los rostros brillantes a causa de la transpiración. Se miraban de reojo entre ellos, se empujaban y se reían de todo, con una risita ansiosa, en un intento —tal vez— de disimular la emoción o los nervios.

____ se había sentado con las chicas detrás de las sillas reservadas a los familiares y buscaba a Hoseok entre todas las espaldas que, unificadas por el guardapolvo color pardo, no se diferenciaban demasiado.

—Miren ese profe... ¡es un potro! ¿Me quieren decir por que nosotras tuvimos que ir a un colegio religioso? —preguntó Natalia—.

—Córtala Natalia que ya están llamando a los chicos y no escucho nada —dijo Paula.

A medida que nombraban a los alumnos, los padres se levantaban de sus asientos y se acercaban para entregarles —ellos mismos—, los diplomas. Algunos se emocionaban hasta las lágrimas y terminaban posando para el fotógrafo con unas muecas grotescas.

Cuando los fueron nombrando a Jimin, a Nina y a Tae, las chicas se pusieron a gritar y a aplaudir. No seguían el orden alfabético, y Hoseok quedó para el final. Los gritos se repitieron.

Solamente ____ permaneció callada.

Hoseok, pese a su cuerpo de hombre, se veía desprotegido dentro de su guardapolvo de colegial, con una mirada triste, que contrastaba con la imagen de seguridad y alegría que siempre daba.

____ se quedó pensando en su propia fiesta de egresadas. Faltaba un año todavía y se preguntaba si en su colegio serían también los padres los encargados de entregar los diplomas. Trató de imaginarse con ellos y el nudo que le oprimía la garganta desde hacía un rato se desató en forma de lágrimas que comenzaron a caer, silenciosas, por su cara.

My True Identity>> J-Hope y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora