Capítulo 33. Final

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Mientras el avión iba carreteando ____ se acordaba del día en que viajaron a la capital con Hoseok, en su cara de susto, en su ternura, en la intimidad cómplice que los unía mientras buscaban la verdad, y se dio cuenta de que ya no tendría paz. Era como si estuviera partida en pedazos y complaciera a quien complaciese ya nunca estaría entera. Sólo tendría que complacerse a sí misma, pero ella estaba demasiado lejos de entenderlo todavía.

Iba sentada en la ventanilla mirando el vacío que se provocaba debajo de sus pies a medida que el avión se elevaba. De tanto en tanto observaba de reojo a Santiago y a Flor, que viajaban a su lado, sintiendo una infinita lástima por ellos, por ella, por todos. Lástima que fue mezclándose con la bronca, que parecía resurgir con más fuerza a medida que se alejaban.






...

Habían pasado más de dos meses desde que llegaran al sur. Ya el otoño se anunciaba con su estallido de colores increíbles en el paisaje de postal en que vivían. Hacía mucho frío.

Santiago había mejorado notablemente y, si bien nunca dejaría la silla de ruedas, su mirada y su carácter iban recuperando la fuerza de otra época.

____ había intentado sacar el tema varias veces, pero Flor siempre se encargó de aplacarla, diciéndole que esperase un poco más, que aún no era el momento.

____ estaba escribiendo una carta y de pronto todo comenzó a molestarle demasiado: la voz de Flor, hablándole como si fuese una nena; los llamados imperiosos de Santiago, para que lo ayudaran a levantarse; las ganas terribles de estar entre los brazos de Hoseok; el olor del río y de las islas que —desde sus recuerdos— se filtraba entre la lluvia que golpeaba a su ventana desde hacía varios días; la apariencia de que todo estaba en calma.

Se levantó de su silla y fue directamente a la habitación de Santiago.

—Quiero que hablemos —le dijo. Y su tono terminante, imperativo, hizo que Flor se acercara hasta ellos, con su rostro pálido, tratando inútilmente de acallarla.

____ le dio la carta, esperando que él la leyese, pero, contra todo lo que esperaba, él la arrugó dentro de su puño y, mirándola a los ojos le dijo:

—Ya sé de qué se trata. Tu mamá ya me lo dijo. Pero esto no tiene ningún valor. No es más que un papel del pasado y el pasado es mejor olvidarlo.

—Para mí no es el pasado —le gritó ____—. Esta carta habla de mí y yo estoy aquí, ahora. ¿Por qué nunca me dijeron que era adoptada?

—Esas son pavadas. Para nosotros sos nuestra hija. Nunca te sentimos como si fueras adoptada.

 —Pero no soy tu hija.

—Para nosotros y para la ley, sí. Tenemos tu partida de nacimiento en regla.

—Eso sólo es una mentira más. Yo se quiénes fueron mis verdaderos padres.

Flor apeló a un último recurso.

—____, por favor, mi amor... Mira cómo se está poniendo papá. Le va a hacer mal, ya sabes lo que dijo el médico. Vamos a dejar esto para otro momento.

—¡Deja de llamarme ____! Ya no soy una nena, y además ése no es mi nombre.

—;Déjale de decir estupideces! —gritó Santiago—. ¡Fallaría que ahora digas que tampoco te llamas como te llamas!

—Ustedes me llaman ____, pero no es el nombre que eligieron mis verdaderos padres.

—Tus verdaderos padres no existen. Tus padres somos nosotros —agregó Santiago

My True Identity>> J-Hope y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora