Capítulo 1

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Hoseok había salido en su ciclomotor, con el canasto colmado de plantines, que despedían el olor intenso de las flores de septiembre.
La arena reseca frenaba las ruedas y hacía casi imposible que pudiera mantener el equilibrio. Al llegar a la esquina de los pinos se encontró de frente con el automóvil.
La moto se le fue de las manos y su cabeza fue a estrellarse contra el tronco de un árbol, mientras los colores de las plantas se mezclaban con la arena revuelta.
Cuando bajaron del coche, Hoseok ya estaba sentado, frotándose la frente dolorida y mirando el canasto vacío.

-¡Coño! ¿Te has lastimado?-le preguntó la mujer con un marcado acento español.

Hoseok negó con la cabeza mientras las miraba desde el suelo. La que habló le recordaba a una hippie, con su túnica de colores indefinidos, sus colgantes extravagantes y su oreja bordeada de aros diminutos, que quedaban al descubierto cada vez que ella acomodaba su largo cabello ondulado. La más chica parecía salida de una foto publictaria: zapatos inadecuados para las calles de arena, piernas largas y elegantes que asomaban debajo de una falda diminuta y un rostro hermoso en el que resaltaban sus ojos, enormes y marrones, que parecían mirarlo con desaprobación. Él hizo un gesto de bronca y se levantó de un salto.
Se miró y sintió cómo subía la sangre a su cara. Bajó la vista y comenzó a sacudirse -avergonzado- la arena que se le había pegado al cuerpo, a la ropa, a los cabellos. Se sentía torpe y sucio, ante la sonrisa burlona de la chica.
Sara se puso a juntar los plantines y los fue metiendo en una caja que sacó del auto. Cuando terminó le dió unos billetes y le dijo:

-Espero que alcance.-

Entonces se oyó por primera vez la voz de ____, que habló con un tono deliberadamente despectivo:

-¿Por qué se los vas a pagar si no tenés la culpa? Si el estába mirando la luna, lo lamento, ¿qué querés?-

Sara continuó como si no la hubiese oído:

-Nosotras venimos a vivir a la quinta que está acá a la vuelta, la que tiene rejas verdes. Si llegaras a pasar por ahí y tienes más flores, te vamos a comprar. Seguro que tú estás bien, ¿no?-

Hoseok afirmó con su cabeza por que la voz, si le salía, delataría lo ridículo que se sentía en ese momento. Miró con odio a ____ y después se subió al ciclomotor; le dio marcha y se alejó por el césped de la orilla, camino a su casa, deseando con todas sus fuerzas doblar en la próxima esquina para que lo perdieran de vista.

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____ bajó del automóvil y se reéncontro -con algunas diferencias entre las proporciones reales y las que guardaba su memoria- con la imagen de la casa de su abuela, que preservaba entre los recuerdos más lejanos de su infancia, tal vez un poco envejecida, pero conservando el mismo olor a leña de pino y a eucaliptos.
El viento sacudía las ramas de los árboles y a ____ le pareció, por un momento, escuchar la voz de su abuela llamándola para la hora de la leche.
Sara vio la mirada nostalgica de ____ y se acerco para acariciarle el cabello.

-algún día me gustaría que me contases cosas de cuando eras chica, de mi mamá, de esta casa, no sé, si tenés tiempo, qué sé yo.-

Pese al tono, todavía altivo y duro, Sara sintió que por primera vez su sobrina demostraba interés.

-Podría ser. Supongo que ya tendremos tiempo para eso, pero ahora...¿Qué te parece si empezamos a bajar todas nuestas cosas...?-

Y las dos fueron incorporando sus pertenencias a la casa, mezclándolas con los muebles rústicos, con las pinturas de otras épocas y con los olores antiguos que la habitaban.

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____ releyó las últimas páginas de su diario, protegida por la puerta cerrada de su nueva habitación:

Agosto del 16

Un pedacito de cielo gris se recorta entre los edificios a través de la ventana. Me llega el perfume de mi papá y, como no lo veo, me hago creer que todo está igual, pero sé que cuando deje de escribir y regrese a la sala lo voy a encontrar en su silla de ruedas, con la mirada perdida, seguramente extrañando al igual que yo, nuestra casa que está a más de dos mil kilómetros de distancia.
Estaba todo tan bien un año atrás, que esto me parece una pesadilla. Y, para completar la mala onda, lo de mi abuela. Yo sé que no la queria tanto, casi no la conocia, pero siempre me pasa lo mismo, cuando comienzo a sentirme más cerca de alguien, pasa algo que me desbarata todo.
Este departamento oscuro, que huele a cosa vieja, me descompone, pero no estar acá significa acompañar a mamá en la sala de velatorios y eso es todavia peor. No me gusta el contacto con la muerte.
Cómo quisiera poder ver a Julia. Me escribió contándome que sale con Alan, casi no puedo creerlo. Por ahora voy a tener que acostumbrarme a seguir hablando con ella a través de cartas. A lo mejor más adelante, si la operación de mi papá resulta, nos volvemos. Pero se me va a hacer muy largo, más ahora que se van tan lejos. Si al menos hubieran terminado las clases me podria ir con ellos. En cambio me voy a tener que quedar acá, en esta ciudad aburrida, con una tía que todavía no conozco.
Él tiempo me pasa despacio como si estuviese en una cárcel.

No tenía ánimos para escribir nada, así que cerró su diario y lo escondió detrás de sus libros.
Recién estaban a principios de septiembre, faltaban casi tres meses para que terminasen las clases y ahora debería vivir ese tiempo -que le parecía tan largo- en la quinta, con la hermana de su madre, hasta que sus padres regresaran.

My True Identity>> J-Hope y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora