Los poderes del abismo.

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El patio de la casa era grande. El césped sin arreglar, un limonero algo seco a unos metros de un barril de metal de 159 litros lleno de agua de lluvia que se había juntado dentro. Era de tarde y el sol calentaba sin quemar. Silur recordó su hogar y pensó que nunca era así de cálido.

—¿Estás listo? —dijo Razelión de buen ánimo.

—Supongo. ¿Cuál es el procedimiento?

—Quiero que te sientes sobre tus talones, cierres los ojos y pienses en tu recuerdo más viejo.

—¿Eso es todo?

—Por ahora, si.

Silur se sentó sobre el pasto, en la posición que Razelión le había indicado. Cerró los ojos sintiendo la brisa y el sol en su cara. Era una sensación relajante, aunque no podía concentrarse por completo.

—¿Ahora qué? —preguntó Silur con los ojos cerrados y un gesto de confusión.

—Ahora a esperar.

—¿Esperar?

—Si, ahora debes recordar tus poderes.

—No puedo recordar algo que no conozco —abrió los ojos y lo miró molesto.

—¿Puedes confiar en mi? Solo busca entre tus recuerdos más antiguos. Tú tranquilo, estoy aquí para ayudarte hasta que lo logres.

Silur volvió a cerrar los ojos y a pensar. Recordó la primera vez que llegó a la cumbre más alta de las montañas de su tierra, en una expedición con sus compañeros del crisol; tenía diez años. Luego pensó en la primera vez que peleó con su espada. Más atrás, la primera vez que cazó para comer en el bosque. Le dolió tener que matar a un animal, y recordó a su instructor diciéndole que era la forma en que la diosa había planeado las cosas; que unos se comen a los otros para poder sobrevivir... Su mente se proyectaba con tranquilidad hasta los confines de su memoria y recordó la primera noche que pasó en el dormitorio del crisol. Empezó a sentir vivamente el recuerdo. Estaba solo, era pequeño. Sentía ganas de llorar; pero algo lo consolaba, no sabía bien qué. Un remolino de sombras a su alrededor lo paralizaron de miedo, imposible seguirlas con la mirada, parecían acecharlo como un cazador que juega con su presa. Cerró los ojos y se sintió caer al vacío imposibilitado de moverse, despertar; incluso de gritar. Vio una figura similar a un dragón escupiendo fuego color violeta espectral; era inmenso, mientras él caía no podía dejar de ver su imagen. No pudo respirar, se tomó la garganta y abrió la boca con desesperación.

—¡Silur! ¡Vuelve! —era la voz de Razelión.

—¿¡Qué!? —Silur se despertó del trance apoyado del lado derecho de su cuerpo sobre el pasto, con Razelión encima, agarrándolo fuertemente de los hombros y sacudiéndolo para que vuelva en si.

—¿Ese fue un duro viaje, cierto? —sonrió contento de ver a su compañero consciente de nuevo—. ¿Qué viste?

—Un dragón...

—Más, dime más, sé específico.

—Lanzaba fuego fucsia, era enorme. Yo caía al vacío mientras lo veía inmóvil.

—Vaya...

—¿Qué significa?

—Eres en verdad extraordinario —palmeó el hombro de Silur y lo ayudó a levantarse—. Eso significa que los poderes de tu guardián son nada menos que los de Xephagón.

—¿Eso es bueno?

—Depende de ti. Si llegas a proyectarlos y dominarlos con destreza, pueden ser los mejores para la batalla. Son muy destructivos. Ven —se dirigió al barril a través del césped.

—¿Ya está hecho todo?

—Si, claro. Ahora debes practicar los poderes que acabas de liberar. Vacía el barril, y úsalo para practicar tu piromancia primero. Concéntrate en el material, siente el metal calentándose como si lo estuvieras tocando, enfócate señalando con tus manos, eso te ayudará al principio.

—Okey, ahí voy —cerró los ojos y apuntó al barril intentando seguir los pasos que Razelión le había indicado.

—¿Qué haces? ¿Por qué cierras los ojos?

—Bueno, yo... creí que me ayudaría a concentrarme.

—Eso es para trucos de magia baratos —se rió—. Mira ese barril, siente como le pasas calor y haz que se prenda fuego.

—¿Lo intentaré? —dijo dubitativo.

—Como sea, ese es tu objetivo. Ahora sigue practicando hasta lograrlo, yo voy a ver televisión —se alejó caminando hacia la puerta.

Silur de Gelir: La llama del abismo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora