Salbian Richter

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—¿Sorpresa? —dijo Razelión. Intentaba parecer gracioso; era inútil.

—¿Me explicas... hermano? —respondió Silur, confundido, mirando a los ojos a Razelión con una expresión contrariada.

—Somos hermanastros, por lo que tengo entendido... por parte de padre. Mamá era de una secta de invocadores muy poderosos; supongo que papá no aceptó ser parte de ella, o vendió su alma a Xephagón usando algún método que la secta le proporcionó, por eso no tenemos los mismos poderes.

—Él fue un buen hombre —continuó Richter interrumpiendo las especulaciones de Razelión—. Cuando los del gobierno se negaron a seguir comunicándolos a él y a la mamá de Raz; como hacían al menos una vez a la semana, él supo que su mujer había muerto. Sucedió durante el parto...

Razelión se apoyó en uno de los estantes de la biblioteca, y les dio la espalda un momento.

—Ya no tenían con qué obligarlo. Se opuso frente a todo el resto del equipo a seguir trabajando. En esa época el suero estaba en etapas en que casi era una idea loca, sin bases para seguir investigando. El proyecto corría peligro. Torturaron a tu padre por días —tragó saliva y miró hacia el piso antes de continuar—... vivía en la enfermería siendo más moretón que hombre. Pasó el tiempo, y se enamoró de una de las enfermeras que lo curó tantas veces. Le ofrecieron dejar de sufrir, poder seguir trabajando con algunos beneficios... aceptó.

—¿Por qué trabajabas tú ahí? ¿También te obligaban?

—No... yo, como muchos, simplemente buscábamos la fama y gloria de ser quienes cambiaran el curso de la guerra en el futuro; además de aceptar buen dinero.

Bajó la cabeza con vergüenza y arrepentimiento, observando el tubo de ensayo que todavía tenía en la mano.

—¿Entonces mi madre es una enfermera de Gelir? ¿Eso significa que todavía puedo encontrarla?

Salbian permaneció en silencio, angustiado por la suposición de Silur.

—Oh... No puedo, ¿Verdad? —continuó, bajando la voz.

—La mayoría de los que formaban parte de esa investigación murieron; excepto yo, que sobreviví con la esperanza de verte para sentir que no todo fue en vano.

—Por eso le dijiste a Razelión como encontrarme.

—Si, pero él me encontró a mi primero. Tu hermano es un tipo muy tenaz.

—Pero esto es lo que no me cierra: ¿Por qué papá vendió su alma, si él no era abisal como- —se detuvo un momento y miró a Razelión sin saber como continuar la frase.

—Como mamá, puedes decirlo.

—Así es.

Salbian volvió a tomar la palabra, poniéndose de pie y empezando a caminar de un lado al otro, algo nervioso.

—Cuando naciste, el proyecto estaba estancado, y los líderes amenazaban con suspender todo si no había avances. Le dijeron a tu padre, que preparara el suero lo mejor que pudiera, y que lo probarían contigo. Todos los del equipo sabíamos que no estábamos ni cerca de la fase de experimentación en personas. Tu padre se puso como loco; no soportaba la idea. Golpeó a un guardia y corrió a ver a tu madre. Los de seguridad pensaron que se querían escapar juntos. Le dieron un balazo por la espalda. Ella murió en sus brazos. Cuando pudimos hablar de ello, él me contó que su primer esposa... "Tenía una extraña forma de expresar su espiritualidad" y que, sintiendo que la diosa no había hecho nada por él nunca, era momento de sacrificar lo único que le quedaba, para salvar a su hijo. No lo entendí en ese momento, hasta que hablé con Razelión y me lo contó todo. Tú, Silur, te salvaste de una muerte segura, por la intervención de Xephagón.

—Por la intervención de mi papá —lo interrumpió él.

—Y ahora que estoy en paz, viendo que los vanguardias van a ser una realidad, y que ustedes se han convertido en hombres de honor, sé que su padre estaría orgulloso de ambos, aunque no haya salido todo como lo esperaba.

—¿Por qué dice eso? —dijo Silur, preocupado por el tono de despedida.

—Porque es un buen momento para que me vengue de muchos hombres a quienes nunca debí obedecer —se retiró las gafas y las puso sobre la mesa—. A su salud, muchachos.

—Adiós, tío Salbian, siempre te recordaré como "casi de la familia" —respondió Razelión, alejándose con celeridad hacia la puerta—. Deberías seguirme, Silur, no querrás estar aquí en un rato.

—¡No, Salbian, no lo haga! —continuó Silur, que para cuando se dio cuenta de todo, vio al doctor Richter tomar las últimas gotas de la sustancia que conservaba en el tubo de ensayo.

Silur de Gelir: La llama del abismo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora