Orgullo

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La mesa de centro del departamento de Shaoran estaba llena de folletos de carreras y universidades. Sakura se encontraba sentada con él, en la alfombra observando cada uno de ellos.

—Entonces, ¿esa tomaras? —preguntó Sakura, un tanto indecisa viendo la malla curricular de la carrera a la que Shaoran quería anotarse.

—Estuve pensando mucho, ésta es la que mejor se adapta a lo que necesitaré a lo largo de mi vida. Sé que mi madre me dio la libertad de elegir lo que realmente me hiciera feliz y, después de leer las materias, me convenció.

—Entiendo —Sakura hizo una mueca con sus labios—, casi no te veré... Se nota que será una carrera que absorberá todo el tiempo.

—Pero —Shaoran apoyó su cabeza sobre el hombro derecho de Sakura—, ya estaremos viviendo juntos.

—Eso sí —dijo, un tanto sonrojada—. Mira —aprovechó la cercanía y buscó el folleto de lo que ella haría.

—¿Gastronomía Internacional? —preguntó mirándola. Sabía que a Sakura le gustaba mucho cocinar, pero nunca pensó que a ese punto.

—He pensado mucho también, incluso en mi rol como esposa que tendré —le dijo, moviéndose un poco para poder verlo—. Y quiero estudiar gastronomía, no solo porque me gusta cocinar, sino también puedo verlo como un emprendimiento propio a largo plazo.

—Sabes que cuentas con todo mi apoyo —le afirmó Shaoran, haciéndole notar que la tomaba en serio.

—Gracias, pero —negó con la cabeza—, lo he hablado con Tomoyo, quería que fuera mi socia, pero me terminé enterando que su madre fue la albacea de la herencia a la que renunció mi mamá. Así que tomaré parte del dinero que me dará cuando cumpla dieciocho y pondré con él, un negocio —afirmó.

—Pero —Sakura no lo dejó decir nada, tomándole de las manos.

—Quiero hacerlo por mí misma, Shaoran —le comentó—. No lo tomes como un desaire, pero quiero ganarme las cosas, como siempre ha sido mi vida. Quiero estudiar gastronomía, abrir una cafetería y ver los frutos de mi propio esfuerzo. Incluso, no tendré problemas, si... —bajó la mirada muy apenada— decidimos tener hijos en un futuro. No tendría que dejar de trabajar por cuidarlos. Podría hacer las dos cosas.

Shaoran la miró y sin darse cuenta, los ojos se le pusieron húmedos, pero no era por tristeza. Era Orgullo, orgullo por haber elegido a una persona tan maravillosa como compañera de vida.

Simplemente abrazó a su prometida, con fuerza.

—¿Shaoran?

—¿Te he dicho ya lo orgulloso que me haces sentir?

—Sí —respondió, también abrazándolo—, pero, me gusta que me lo recuerdes.

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