12 - Jugando con Chuck Peterson.

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12 – Jugando con Chuck Peterson.

No dejaron de darse la mano en toda la noche. Él solía hacerlo con su hermana cuando era mucho más pequeño, había noches en las que no conseguía conciliar el sueño, Kelly siempre subía y acababa leyéndole uno de los tantos libros que tenía el niño en su habitación. Siempre fue diferente, le gustaban los libros, los cómics y leer, sobretodo leer, no solía ser como los otros niños de su edad y su hermana era consciente de que él era diferente. Ella siempre le decía que le costaba dormir porque no dejaba de leer aquellas cosas terroríficas que le llenaban la cabeza de temores pero no era cierto, aquello únicamente era un deshago, lo que realmente temía era la paliza que le esperaba por parte de su padre al día siguiente, eso era lo que le quitaba el sueño pues siempre le daba una, diferente entre ellas pero palizas al fin y al cabo. Kelly tardó en enterarse de que su padre abusaba de tal manera de su hermano, tardó bastante tiempo en saberlo ya que en el fondo Buzz era una pequeña persona muy orgullosa que no iba contando sus problemas a nadie, ni siquiera se quejaba de su pierna recién operada a Bree.

Ella le contó todo lo que había pasado en los últimos tres días que no había sido poco. El muchacho en un principio se asustó al no saber dónde se encontraba pero en cuanto Bree le explicó todo realmente se quedó bastante tranquilo. Se fueron presentando uno a uno ante él, menos los militares por su puesto, se tomó con algo de extrañez de que hubiesen niños más o menos de su edad pues los mellizos eran cuatro años mayores, nunca se le ha dado muy bien eso de relacionarse con otros niños así que no sabía muy bien como irían las cosas con ellos dos ¿Y si le pegaban y se reían de él como solían hacer antes? Era imposible que en su cabeza no dejase de repetirse dicha pregunta una y otra vez.

Los demás le parecieron todos realmente buenas personas, la madre de los mellizos quizá actuó con algo de distanciamiento con él pero era algo que no le preocupaba demasiado, eso no, lo que si realmente le preocupaba era la presencia de aquellos militares que Bree y su amigo el doctor llamado JD le habían hecho pensar acerca de ellos, según le habían dicho las cosas se habían complicado en cuanto llegaron, no se fiaba completamente de esos soldados y más después de que Bree le contará lo que aquella mujer del pañuelo rojo le hizo.

Ya en altas horas de la madrugada ambos quedaron dormidos, los dos, dados de la mano y con Bree apoyadando su cabeza en el hombro del pequeño que aún seguía en la cama de la habitación pues pasaría un tiempo hasta que pudiese volver andar con facilidad. JD fue el último en marcharse de la habitación y no pudo evitar irse con una enorme sonrisa de felicidad al ver tal escena frente a él, totalmente adorables. 

La mañana siguiente cuando abrió los ojos se encontró el cuarto completamente vacío, estaba solo, la única compañía que tenía con él eran los penetrantes rayos del sol que alumbraban cada rincón de la habitación, parpadeó varias veces e incluso se restregó los ojos antes de que sus ojos pudiesen adaptarse a la luz del sol. Miró a su alrededor y en la mesita que había al lado de su cama pudo ver un plato con un par de tostadas y justo a su lado un vaso con zumo en el interior, sonrió, seguro que fue Bree quien se lo preparó, se hizo con las dos tostadas y no tardó en devorarlas, demasiado tiempo había estado sin probar bocado alguno.

No tardó ni dos segundos en zamparse ambas tostadas y beberse aquel zumo de manzana, de sus preferidos, parecía que la rubia ya empezaba a saber los gustos de Buzz y aquello no podía hacerle más feliz. Hacía mucho tiempo que alguien no se preocupaba por él como Bree estaba haciéndolo, desde que su madre se marchó y su hermana empezó a estar ocupada con el trabajo jamas tuvo tanta atención como la estaba teniendo ahora, solo podía estar así, feliz.

La puerta de la habitación se abrió. Buzz seguía con la boca llena pero vio quien se adentraba en el cuarto, era el otro niño, Devin creía recordar que se llamaba, portaba como siempre a sus espaldas su rifle de color plateado con bordes y mango de color marrón, se le quedó mirando un rato pues Buzz no dejaba de masticar aquel montón de tostadas en la boca, ambos se quedaron muy bien sin saber que decir hasta que fue el mellizo de catorce años quien rompió el silencio, tuvo que hacerlo.

Donde habita la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora