23 – Donde habita la muerte.
Una interminable desgastada y agrietada carretera se podía ver en medio de aquella zona rural. No había rastro de nieve, ya no. El sol aquella mañana brillaba como no lo había hecho en los últimos meses, donde el frio, el invierno y el cielo cubierto de gris estuvieron a la orden del día.
La primavera había empezado, la nieve se había marchado, había dicho adiós después de la intensa y friolera nevada de la última semana, haciendo que todos aquellos que habían sobrevivido aquel crudo Invierno se llevasen un último recuerdo de lo complicadas que habían sido las cosas. Un invierno donde el mundo cambió, el primer invierno del nuevo mundo, el primer invierno de una nueva era, el primer invierno del fin, el fin de la humanidad. Un invierno que de escribirse una enciclopedia sobre la nueva era marcaría un antes y un después, el invierno que lo cambió todo.
Una disimulada figura se podía dibujar al final de la carretera, caminando carretera adentro. Los potentes rayos del sol, casi como si fuesen fogonazos, iban dando forma a la figura, su rostro iba tomando matices, su cuerpo iba tomando altura, una altura no demasiado alta y su condición física, al igual que sus ropajes totalmente cubiertos de sangre también empezaban a deslumbrarse.
Se trataba de un niño y era él, Buzz, solo, cubierto de sangre, con una brecha en la parte izquierda de su frente, sangrando, ardiendo de dolor, el corte en la mejilla había sido un dolor casi de risa comparado con aquel fuerte rio de sangre que descendía desde su frente, cruzando su mejilla izquierda y desembocando en la barbilla, haciendo que unas disimuladas gotas rojizas se derramaran sobre el asfalto. Por si fuese poco, todavía seguía portando los trozos de tripas y sangre de aquellos caminantes, aquellos que supuestamente les iban a cubrir, aquellos que eran parte del plan ideal.
El plan ideal…
Ya nada le importaba y eso se podía ver en su forma de andar. No tenía fuerzas, se dejaba llevar por puro azar, no sabía dónde iba, no sabía ni donde estaba, solo caminaba, tambaleándose de un lado a otro, débil como nunca antes lo había estado, estaba solo, solo de nuevo, tal y como había empezado, solo, los demás se habían ido para siempre. Ya nada importaba…
El machete que sostenía en su diestra también estaba bañado en sangre, no era sangre de caminantes, era sangre fresca, roja, una sangre que hacía poco menos de quince minutos había estado fluyendo dentro de un cuerpo, aquella sangre…solo de recordar lo que había ocurrido sus ojos se llenaban de lágrimas, unas lágrimas que dificultaron aún más su paso.
Estaba agotado, estaba derrotado, ya no quería seguir adelante, ya no, nada tenía sentido, volver a quedarse solo después de todo lo que había ocurrido, imaginar que posiblemente todos los demás estaban muertos, todos ellos…
Y el plan era ideal…
Buzz se dejó caer sobre una roca situada en un lado de la casi eterna carretera que atravesaba aquellos campos que unos años atrás habían estado llenos de ganado. Lloraba, le costaba respirar y aquella enorme piedra era lo único que le sostenía, lo único que le separaba de caer al suelo y quedarse ahí hasta que alguno de los caminantes llegara, le mordiese y todo acabase. Es lo que quería, Buzz quería morir, ya no quería seguir adelante, después de todo lo que había pasado, después de haber encontrado una nueva madre, después de haber encontrado el amor, después de haber encontrado un amigo, después de haber encontrado familia en aquel grupo, después de todo había acabado mal, todo se había fastidiado en el último momento. Resistió en aquel mundo por ellos, todo el grupo fue la fuerza que siempre necesitó, el grupo fue quien hizo que siguiese adelante, luchando, buscando ese paraíso que tan cerca habían estado de alcanzar.
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Donde habita la muerte
HororEl mundo está apunto de cambiar. El joven Buzz, de once años de edad después de haber vivido toda su vida bajo maltratos y humillaciones no tiene ni idea de que su vida está apunto de dar un giro monumental. Los que creían que estaban muertos ahora...