22 - El precio de la mentira.

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 22 – El precio de la mentira.

Ya estaban en la carretera de nuevo, habían estado en la carretera durante las últimas cinco horas a decir verdad. Los viajes en aquellos días solían ser más complicados que de por costumbre, ya habían tenido que parar más de un par de veces para mover aquellos montones de coches que les obstaculizaban las carreteras de una manera casi letal, cortándoles el paso por completo y es que no había otra opción que mover aquellos vehículos, al menos lo suficiente para que todo el convoy pudiese cruzar, tanto el camión militar como la furgoneta de Regina y el coche que Sherry y Ramón encontraron.

Cuando las hermanas decidieron unirse a ellos tardaron menos de diez minutos en partir rumbo a Rexburg, la meta, esa base militar con  helicópteros, el final de todo aquel casi eterno viaje estaba más cerca que nunca.  Se habían repartido entre los tres vehículos, Starla era quien conducía el camión militar, Peterson y Jerry volvieron acabar atados, parecía que el comandante por primera vez empezaba a entender y asimilar que iba a estar de tal manera hasta que cumpliese su parte del trato, llevarlos hasta los helicópteros, Chris y Natalie también habían acabado montados en el camión, muy a su pesar pues Starla no dejaba de lanzarle miradas atemorizantes a la parejita, Ethan y su hijo Bobby también se encontraban en el interior del camión. Por otro lado, las hermanas habían decidido viajar junto Ramón y Sherry en su coche, era el vehículo más pequeño de todos pero era el único en el cual se sentían más apartadas de los demás y es que eso es lo que querían ahora, puede que hubiesen decidido formar parte de aquel viaje pero por ahora intentarían evitar cualquier contacto innecesario, acaban de pasar por un infierno, su perro Fanger también les acompañaba y es que el San Bernardo parecía que había aparecido justo entre la maleza antes que partieran, las dos hermanas se alegraron como nunca al ver que su perro seguía entre ellas. La furgoneta era conducida por la misma Regina, como siempre, en el asiento copiloto se encontraba su nieto Devin, el cual siempre se encontraba dándole indicaciones, como si de un experto en la carretera se tratase. En la parte trasera de tal vehículo estaba Linda a un lado, la cual había caído rendida y ahora se encontraba en un profundo sueño, mientras que la pequeña familia de Bree estaban casi abrazados entre los tres, Bree abrazaba a su pequeño Buzz mientras que el doctor, JD, le estaba curando y cosiendo como era debidamente la herida en la mejilla.

—Aun te queda un poco que aprender para ser un buen cirujano pero vas por el buen camino, mi querido aprendiz — Comentó JD con una sonrisa, atravesando la pequeña herida con la aguja e hilo por última vez, ya estaba cerrada.

—Au — Se quejó Buzz.

— ¿Te dolió? — Preguntó Bree, la cual tenía rodeado a Buzz con su brazo izquierdo, mostrándole su cariño.

—No, que va, no es nada, me estoy haciendo más fuerte de lo que solía ser — Mentía, obviamente cuando JD le desinfectó la herida y se la volvió a coser le ardió como si le quemasen pero a Buzz le encantaba hacerse el fuerte, más ahora que no quería darle ninguna preocupación a Bree, solo quería estar con ella, abrazados.

—Ese es mi chico — Bree besó la cabellera rubia del muchacho.

Buzz le devolvió el beso con otro en la mejilla de ella.

—Te están quedando unas interesantes heridas de guerra, ya tienes dos cicatrices, una en la pierna y en la cara, nadie se atreverá acercarse a ti sin que piensen que eres todo un luchador, me recuerdas a mi hermano pequeño, él también solía hacerse un montón de heridas — Bromeó el doctor, llevando una gasa a la mejilla del pequeño.

Donde habita la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora