Epilogo.

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Epilogo.

Era mediados de Diciembre. La navidad todavía no había sido celebrada, las calles empezaban a bañarse de una nieve mucho más intensa y asoladora que las anteriores nevadas. Una nevada fría, una de esas nevadas que indican que la llegada de la navidad está a la vuelta de la esquina, de las que indican que los días de verdadero frio han empezado, que todo lo vivido anteriormente solo había sido una preparación, una preparación al que posiblemente había sido el invierno más frio en años.

El paso con vehículos a Weatherside Lane, aquella calle completamente teñida de blanco, ya era complicado de por sí a causa de las intensas nevadas, si a eso debíamos sumarle la gran cantidad de coches que habían sido volcados e incluso estacionados en mitad de la vía de transito podía decirse que era toda una odisea poder llegar hasta cualquiera de las pequeñas casitas de dos plantas que se situaban a cada ladera de dicha calle.

Habían dejado el vehículo casi que con el motor encendido un par de manzanas más allá del número 2809 de Weatherside Lane. Eran dos mujeres, una más alta que la otra, una morena, la otra rubia, de un rubio demasiado claro, ocultaba parte de su rostro bajo aquella capucha anti frio de su anorak, sus claros ojos sin embargo eran más que evidentes, incluso si observabas aquellas mujeres desde lejos, los ojos de la rubia te acabarían atrapando pues era lo que más resaltaban, aquel azul tan claro e intenso. Poco o casi nada se podía ver del cabello de esta, simplemente unos cuantos mechones rizados que descendían por la parte delantera del rostro, rubios, demasiado rubios. Por otro lado, la morena que le acompañaba era completamente diferente a la rubia, esta era más alta, puesto que la del anorak no era considerablemente alta, aun así, aquella italiana de cabello moreno carbón era una mujer bastante alta y fuerte. Su cabello descendía con unos tímidos rizos, nada que ver con los rizos de la rubia, el pelo de la italiana era más bien liso. Su rostro tenía una compostura sería, de mujer fuerte, con unos labios carnosos bastante marcados y unos ojos marrones intensos que podían intimidar incluso al más valiente que se atreviese a contemplarlos.     

—Es aquí — Señaló la rubia la casa que yacía frente ellas.

— ¿Estas segura?

—He estado fuera más de cinco años pero este lugar nunca cambia, nunca — Avanzó, casi corriendo hasta el pequeño porche de la casa, sin dudarlo tan siquiera un segundo.

—Evelyn espera…

Pero Evelyn no esperó. Cuando la italiana corrió tras ella esta ya había abierto la puerta principal de la casa con una intensa patada, arriesgándose a ser descubierta por cualquier come humanos que hubiese en el interior, pero lo cierto es que a Evelyn Jones, aquello no le importaba ni un pimiento.

Tuvo que ser la italiana quien con su rifle asegurará que la planta baja de la casa estaba vacía y era segura. Evelyn había subido corriendo hacia arriba, directa a la búsqueda de lo que había venido a encontrar y es que la morena al no tener respuesta alguna por parte de su acompañante no tuvo otra opción a obligarse a sí misma a subir al piso de arriba, a toda prisa, haciendo resonar aquellas destartaladas y estrechas escaleras de madera. El hogar había sido saqueado desde el primer cajón en la parte inferior tanto en la parte superior, habían cajones lanzados a lo largo del pasillo, montones de ropa cubriendo parte del suelo de este y otros trastos que dificultaban el paso hasta la habitación donde la de la capucha había quedado completamente congelada, como si algo le hubiese impedido seguir buscando, estaba petrificada.

— ¿Evelyn? — Preguntó a medida que se iba acercando.

—Esta era su habitación, está todo destrozado, todo saqueado y él…él no está — El enorme nudo en la garganta era plausible con tan solo oírla hablar.

Donde habita la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora