Capítulo 10

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Rian exprimía la toalla de manos con más fuerza de la necesaria por milésima vez, mientras dejaba correr agua de la pila sobre ella para limpiarla (pese a que ya hace rato estaba irremediablemente manchada de sangre), con el ceño fruncido y los ojos brillantes de rabia y frustración. Era algo tan poco común en él, pero esta vez no podría haberle importado menos. Sentado, o mejor dicho, desparramado contra la pared de una de las duchas estaba su hermano, con marcas de golpes por todas partes y varias heridas. Tenía una ceja y el labio superior partidos, le sangraba la nariz, pero lo más grave era el tajo que le había roto el pantalón.

La enfermería no era una opción puesto que eso significaba exponer toda la situación, eso le había dicho Stefan y pese a saber que tenía razón, Rian se sentía preocupado de no poder curarlo bien. Giró la cabeza para mirarlo sobre el hombro y lo vio respirando con dificultad. ¿Y si le habían roto una costilla? ¿Y si se le perforaba un pulmón?

"Voy a traer a Miss Marygold, esta vez sí estás mal". Le dijo mientras volvía a presionar la toalla contra su muslo sin tener mucha idea de cómo parar el sangrado que, aunque no era abundante, aún no cesaba. Stefan lo miró con cara de estar a punto de protestar pero Rian le devolvió la mirada con expresión firme. "Necesitamos que alguien nos ayude a verificar que no pase a mayores, ¡mírate Fan!". Stefan soltó un suspiro entrecortado y asintió mientras tomaba la toalla y la presionaba el mismo. Cómo detestaba hacer preocupar a su hermano.

Era viernes, el quinto día desde que Kaleb irrumpiera en su habitación y solamente había tenido que esperar al lunes a medio día para enterarse de las consecuencias. Desde ese momento se había recibido todo tipo de insultos susurrados y por escrito y una ronda como mínimo de ataques físicos, todos claro está, en lugares en los que no había quien lo impidiera y siempre pasadas las seis. Los dos primeros días había sido capaz de ocultarle casi todo a Rian quien al seguir dormido esa mañana, no se había enterado de lo sucedido. Pero para el miércoles ya no tuvo cómo seguir fingiendo cuando llegó a la habitación con un ojo negro y sin haber estado presente en la cena. Rian se había asustado tanto que lo sacó a jalones de la habitación para llevarlo a la enfermería, pero a medio camino se encontraron con alguien más. Alguien a quien nunca habían visto más que de lejos hasta ese momento y que a partir de ese instante se convirtió en su ángel guardián en medio de ese infierno: Cristina Marygold.

Era la jefa del personal de cocinas y francamente daba miedo. Era una Beta alta y fornida, de piel oscura y curvas generosas, con el pelo bien corto, los grandes ojos negros muy expresivos y una voz que podía poner en marcha a un regimiento entero. Las cocinas marchaban como un reloj bajo sus órdenes y trabajaba duro, encargándose de gran parte de las tareas en persona desde antes que saliera el sol hasta pasadas las diez de la noche. Entonces se retiraba a descansar después de haber dejado todo a punto para el día siguiente, bajo amenaza de colgar de las vigas del techo del almacén a quien interrumpiera las escasas seis horas de su descanso. Tendría unos cincuenta años, pero su agilidad competía con su aguante y ninguno se veía mellado por las cantidades industriales de cigarrillos que consumía a diario en los momentos en que nadie podía verla ni llamarle la atención.

Marygold se dirigía al edificio principal esa noche cuando los dos chicos prácticamente chocaron contra ella. Rian venía de espaldas jalando a su hermano y este traía la cabeza gacha por lo que ninguno supo nada hasta que escucharon una voz decir "Bueno, bueno, si van a estar fuera de sus habitaciones pasada la hora permitida, al menos podrían ver por dónde van fellas". Con un respingo Rian se volteó para encontrarse con la mujer a menos de dos pasos, con las manos en las caderas y un cigarrillo en la boca. Stefan alzó la cabeza y Marygold alzó una ceja en gesto sorprendido. "Eso no se ve bien". Dijo y no era necesario especificar a qué se refería: el chico no parecía un mapache solo porque no le habían golpeado en ambos ojos.

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