El viento soplaba fuerte y Stefan lo agradecía. Con suerte el ventarrón se llevaría tanto el olor del cigarrillo que había sacado a escondidas de la guarida la noche anterior, como el del horroroso perfume floral de Iris. Era sábado y Rian había ido con Pamela, Tatty y Dalia a la piscina del internado (una de las pocas cosas buenas que tenía el hecho de pertenecer a un internado de "prestigio" es que el estado les otorgaba presupuesto extra para mantener el lugar y darle comodidades: en su caso una piscina temperada y una cancha de basquetbol techada.) Lo habían invitado pero él declinó alegando no sentirse bien... lo cual no era del todo una mentira. La noche anterior había ganado tres peleas y después como "recompensa" Iris había hecho lo que le había dado la gana con él. Rian quiso quedarse con él pero Stefan lo alentó a ir a divertirse, sabía cuánto amaba nadar además de alegrarle que ya hubiera superado el incidente a principio de año, pero además necesitaba estar solo un rato.
Ni bien su hermano salió de la habitación, Stefan salió de debajo de las frazadas con las que se había cubierto hasta el mentón alegando tener frío, cuando en realidad intentaba cubrirse el cuello. Se sentó en la cama y dejó escapar un suspiro. Su hermano no era tonto y él sabía que sabía o almenos sospechaba lo que sucedía, pero hace tiempo que Rian no preguntaba ni trataba de saber más de lo que él le contaba. Se lo agradecía, pero también se sentía mal por ello. Su hermano era su mejor amigo y confidente pero no lograba encontrar el valor de contarle ciertas cosas de las que en realidad se avergonzaba. Golpeó la cama frustrado y se dirigió a la puerta. Se abrigó y salió del cuarto.
Se dirigió al rincón más alejado del internado donde sabía que estaría solo pues todo el mundo odiaba la cancha de tierra situada detrás del edificio de laboratorios. Nunca se enteró de que Leonard Brown lo observaba desde su oficina mientras se volvía a pasar el dorso de la mano por los labios como para asegurarse de que no quedara nada del labial saborizado de la chica (pese a que ya habían pasado varias horas) y ajustaba la bufanda alrededor de su cuello para cubrir las nada sutiles marcas de sus dientes. ¿Por qué tenía que ser tan obvia? Ella ya estaba en quinto año y él en tercero. Era la jefa de todas las Ibéricas, las mujeres de la pandilla. Como tal tenía alta influencia en el líder principal y también tenía derechos "exclusivos" en algunos aspectos, los cuales no había dudado en utilizar ni bien Marco había dejado el internado el año anterior tras cumplir sus seis años reglamentarios en el establecimiento. Todos querían y respetaban a Marco, ella también, pero a veces le fastidiaba mucho la manera estricta con la que manejaba muchos asuntos. Ahora Rama, un Beta del mismo curso que ella, pelirrojo y de presencia aún más fuerte que la de su predecesor, era el líder de la pandilla y el camino había quedado libre para que ella brincara sobre la deliciosa presa que venía esperando desde hace dos años: Stefan.
Seis meses atrás, al inicio del año académico Stefan había bajado a la guarida durante el descanso de medio día (no cualquiera entraba en cualquier momento, pero esa semana le tocaba pelear y Rama había accedido a su petición de prestarle las llaves del laboratorio y del cuarto de reactivos para bajar a entrenar cuando le diera la gana). Sólo contadas personas tenían acceso continuo al lugar por lo que estaba seguro de que no encontraría a nadie. Quería estar solo y descargar toda la rabia que sentía en ese momento contra la bolsa de boxeo. Encendió sólo las luces que iluminaban el gimnasio y empezó a deshacerse en golpes, por lo que no se percató de que alguien lo observaba desde el otro extremo del recinto sumido en la oscuridad.
"Te ves realmente frustrado cachorrito" Stefan se dio la vuelta más rápido que un dardo, respirando agitado por el esfuerzo físico y trató de ver quién había hablado pese a ya saberlo. Sólo habían dos personas que utilizaban ese apodo con él y de esas dos sólo una lo ponía en diminutivo pese a y precisamente por saber que lo ponía de mal humor. Uno era Jeff, el chico de pelo casi blanco y la otra claro, era Iris.
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Protegiéndote
WerewolfUna cadena de protección más fuerte que cualquier prueba es lo que les enseñará a Mike, Alexandr, Stefan y Rian que lo que debe ser será aún más alla de tiempo y espacio y que a veces la vida te da una familia donde menos lo esperabas. Esta historia...