Ikal abrió los ojos lentamente, la visión que acababa de tener no perturbó su serenidad ni la pose de meditación en la que estaba desde hace más de cuatro horas, pese a que lo que vio no fue nada agradable. Sus visiones nunca eran algo claro. Era más como ver una película de la primera década de 1900 en calidad de reliquia, con un proyector casero en seria necesidad de mantenimiento y además de todo, con las escenas en desorden. Tenía suerte si lograba escuchar algo o percibir algo a color. Pero poco importaba teniendo el conocimiento de todos sus predecesores acumulados en la mente y su propio espíritu.La "Memoria Colectiva" que compartían todos los şaman del clan desde que este existía, era verdaderamente amplia, compleja. Algo básicamente incomprensible para todo el que no estuviera en su piel. Por ser en esencia abstracta, no era algo sencillo de dominar y, pese a tener el "puesto" desde hace muchísimos mas años de los que podría suponerse, Ikal aún se encontraba perdiendo la paciencia alguna que otra vez. Sin embargo era un tesoro preciado e invaluable que pertenecía solo a unos pocos clanes Alfa: los más antiguos. Y era precisamente debido a ello y a todos los conocimientos acumulados a lo largo de su propio tiempo de vida, que el hombre había logrado percibir, ya hace quince años atrás, hechos que supondrían cambios para su gente. Lo que acababa de ver (los cachorros de ojos dispares y almas compartidas tratando de restaurar lazos debilitados por el dolor) tenía total relación.
"Los hijos de Sirius están sufriendo, tendrán que soportar un poco más. Aún faltan dos años y hasta entonces es mucho lo que debo preparar". Sus ojos volvieron a cerrarse con la misma parsimonia con la que se habían abierto unos minutos atrás y volvió a quedar tan inmóvil como antes.
Pese a la amplia descripción que su hermano le diera los dos años anteriores, no había manera de que Rian pudiera haber imaginado la magnitud de lo que las grandes peleas de fin de año o Las Anuales (como eran conocidas entre los participantes y organizadores) eran realmente. Desde que les quitaran las vendas de los ojos al bajar del bus un par de horas antes, el chico no había podido dejar de mirar a su alrededor entre fascinado y aterrado.
Dos semanas antes, justo en época de exámenes finales, Ferrec había anunciado la lista de luchadores de ese año y la fecha de la pelea. Stefan regresó a su cuarto esa noche a contarle a su hermano que dos años de muy duro entrenamiento habían rendido fruto. Cada año eran permitidos seis competidores por cada internado participante y este año, de los cuatro escogidos por Ferrec, él estaba a la cabeza de la lista. Rian se dio cuenta de que su hermano estaba nervioso, era el tercer año que participaba, pero el primero en el que el químico lo ponía en las finales, las verdaderas. Él siempre había asistido en calidad de luchador secundario, no el peor de los seleccionados pero tampoco el mejor, y por tanto no estaba en las finales. Esa era Iris, siempre. Y quizá alguno más.
"Rian, voy a entrenar personalmente a tu hermano, se convertirá en mi heredero al trono cuando yo ya no esté". Le había dicho sonriendo de oreja a oreja al día siguiente de su regreso de la primera experiencia de Stefan en Las Anuales, era la tercera vez para ella. Stefan había ido a buscar algún desinflamatorio más potente que los que la chica ya se había tomado, mientras Rian le ayudaba a vendarse mejor el hombro; lo tenía dislocado y le dolía como el demonio, pero fingió que no era nada serio.
"Pero si él ya es parte de la competencia... ¿Por qué no entrenan para llegar a las finales juntos y así ganan ambos? Eso es lo que todos quieren ¿no? El dinero".
Ella rió con ganas "¡Exacto! El dinero de las finales se lo puede llevar uno solo Rian, ¡Ni loca voy a dejar que tu hermano me lo gane!"
La verdad era muy diferente. Era más que sabido que las finales podían llegar a ser a muerte, allí no habían reglas, era una lucha por sobrevivir y hasta el pelear únicamente contra oponentes de tu mismo género dejaba de importar. Iris no habría luchado contra Stefan ni por todo el oro del mundo, no porque temiera perder... sino porque temía perderlo a él. Hacerle daño no estaba en sus planes ni por un segundo. Por el contrario ganar el año que le quedaba (como lo acababa de hacer) sí, necesitaría el dinero allá afuera. Lo que ganara durante su última batalla lo uniría a lo ganado la noche anterior y haría caso de los constantes consejos de su niño por primera vez: ahorraría. "Quién sabe... quizá mi cachorro y yo podremos encontrarnos más adelante. O quizá no, pero yo soy una y ellos son dos, lo va a necesitar", pensó. Y por eso lo entrenaría en persona. Lo convertiría en el mejor después de ella, insuperable. Cuando ella se fuera él tendría dos años más de oportunidad para ganar el dinero que les permitiera a los hermanos hacer algo con sus vidas al salir del internado. "De alguna manera aquí adentro estamos mejor, el puto sistema nos lanza al mundo a los 17 sin nada más que lo que traemos puesto y esperan que nos integremos a la sociedad... ¿que carajos?" Era algo en lo que ya había pensado tantas veces... todos lo sabían tan bien como ella... no había mucho que hacer, sólo pelear. Volvió a reír y le hizo un chiste absurdo al chico sobre las capacidades de combate de su hermano para distraerlo del tema. Ella sabía que Stefan no le había mencionado el grado de peligro que corrían los competidores que llegaban a ese nivel.
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Protegiéndote
WerwolfUna cadena de protección más fuerte que cualquier prueba es lo que les enseñará a Mike, Alexandr, Stefan y Rian que lo que debe ser será aún más alla de tiempo y espacio y que a veces la vida te da una familia donde menos lo esperabas. Esta historia...