Capítulo 22

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"Tranquilo hermano, soy yo". Stefan se incorporó de la posición semisentada en la que se había quedado dormido. Rian había insistido en ser él quien fuera a comprar algo de agua alegando que era cerca y que así evitaban que la gente viera a Stefan en la calle. La verdad es que el chico quería que su hermano se quedara quieto al menos diez minutos y descansara un poco. Desde que escaparan del internado dos meses atrás prácticamente no había dormido y Rian lo había visto palidecer y enflaquecer cada vez más.

Al regresar al albergue, donde pasarían la noche, lo encontró profundamente dormido, chorreado en una silla frente a una ventana de vidrio partido en cuadraditos que tenía el pedazo superior izquierdo roto. Era bueno que no hiciera frío en la región en la que se encontraban, o pasarían muy mala víspera de año nuevo en dos de las varias camas viejas y usadas que quedaban debajo de ventanas rotas del salón que hacía las de dormitorio común para unas veinte personas. Cinco días antes, justo después de Navidad habían dormido en el que sería el último hostal que podrían permitirse con lo que quedaba del dinero que Stefan logró salvar del robo que sufrieron ni una semana después de escapar.



Fue un milagro que Miss Marygold no chocara el Wrangler en el que habían huido. La mujer había manejado durante como una hora antes de que Stefan la obligara a parar un poco alejados del camino. Se había dado cuenta de que ella tenía el muslo herido y sangrando. El chico revolvió el auto y encontró un pequeño botiquín con cuyo contenido ella logró curarse moderadamente bien y parar la hemorragia al menos por un rato. Eran más de las tres de la mañana y decidieron que era una buena idea abandonar el auto y alejarse de la carretera para descansar un poco. Pero la mujer estaba débil así que los hermanos se bajaron primero para buscar un lugar fijo en una arboleda cercana. Estaban a las afueras de un pequeño asentamiento rural y el silencio era absoluto y no había más luz que la de la luna. No habían pasado ni diez minutos cuando el claro ruido de otro carro llegó hasta los jóvenes quienes volvieron sobre sus pasos corriendo creyendo que los militares habían dado con el Jeep. Se toparon con algo muy diferente.

"Apaga tu jodida música de una vez René".

"No me jodas Tadeo, anoche escuchamos lo tuyo toda la noche". El conductor de la camioneta negra iba discutiendo con el hombre que iba atrás, por lo que tardaron en prestar atención a las palabras del copiloto, quien fue el primero en notar el Wrangler aparcado a la vera de la carretera.

Ni bien frenaron el coche ligeramente por delante del Jeep (para cortarles el paso si intentaban arrancar y escapar), Tadeo empezó a olfatear el aire a su alrededor como un perro que huele carne fresca. Probablemente el único motivo por el cual los jefes directos del grupo le habían dado trabajo. El hombre era alcohólico y ni siquiera había terminado el colegio, pero era una especie de sistema GPS para dar con nuevas adiciones al harén Omega del clan Alfa para el que trabajaban y del.ue eran parte. Poco importaba que la presa estuviera en celo o no, nadie escapaba al olfato de ese hombre.

Antes de que Cristina pudiera reaccionar, el copiloto bajó de la camioneta y le apuntó en plena cara con la linterna indicando que baje la ventanilla. Ella hizo caso sabiendo que no tenía opción. El hombre miró a Tadeo quien negó con la cabeza, ella no era a quien buscaban, había alguien más en el auto.

"¿Quiénes son ustedes?"

"Aquí las preguntas las hacemos nosotros mujer. ¿Con quién viajas? y ¿por qué demonios estás herida?" Era el conductor el que hablaba y había tratado de sonar neutral, pero el empecinado silencio de la mujer le hicieron perder la paciencia que no tenía y le dio una patada a la puerta del Jeep mientras decía "Este es territorio Alfa mujer y a estas horas nadie tiene permiso de andar parqueando por aquí a su gusto, ¡sal del auto!". El grito del hombre causó un ligero gemido asustado en la parte de atrás del auto que hizo sonreír triunfalmente a Tadeo. Esa era la presa.

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