Una llamada

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Irrumpió mi sueño el sonido del teléfono de mi habitación. Volteé hacia el reloj despertador y noté que eran apenas las 3:12am. Algo me hizo pensar que solo Kani podría estar detrás de esa llamada. Cogí el auricular y para mi sorpresa, la voz era de Marta, quien de modo tajante me informó: —El Ministro aceptó concederle 20 minutos antes de su partida de tenis. Tiene 45 minutos para estar listo.

Solo pude responder:

—Ok.

Por primera vez, Humberto me recogió solo en el hotel, Marta iría aparte hasta el despacho en la casa del Ministro. Debíamos llegar a las 4:20am para instalarnos y partir de su hogar a las 5:00am. No había oportunidad para errores ni para divagar mucho.

Estoy seguro de que el Ministro tomó ayer la decisión de aceptar mi solicitud, sin embargo, levantarme de la cama a mitad de la madrugada y traerme a toda prisa tenía algún sentido. Sé que Lauve es un gran estratega y que no suele improvisar, me lleva a su oficina de esta forma porque me requiere agotado, sin preparación adecuada y sintiendo premura. En mi mente voy repasando todo lo que he vivido e intentando armar tres preguntas claves para administrar durante la entrevista.

El coche conducido por Humberto ingresó a la majestuosa casa de tres plantas, arquitectura minimalista y geométrica. Llegamos dos minutos sobre la hora pautada y a ésto se sumó que tuvimos algunos problemas para pasar mis equipos por los dispositivos de seguridad. Pudimos ingresar al despacho a las 4:37am; estaba solitario y listo para desplegar mis equipos, sin embargo, el entrevistado no se encontraba en el lugar. Si disponía de cinco minutos para la instalación y, asumiendo que Lauve llegaría en cualquier momento, tendría solo unos 15 minutos para la entrevista.

Su despacho era curiosamente casi una réplica de su oficina en el Ministerio, pero con una iluminación un poco más acogedora. El hecho de que este hombre hubiese construido la oficina del Ministro tal cual como el despacho de su hogar, ya decía mucho de su forma de percibir su rol dentro del gobierno.

Una vez hecha la prueba rápida de sonido y video, me di cuenta de que tanta prisa y la interrupción del sueño me tenía un poco descompuesto. Agarré una de las botellas de agua dispuestas para la entrevista y al sostenerla en mi mano entendí que si la tomaba mi estado empeoraría. El Ministro sabía lo que hacía.

Fui hasta el baño contiguo, me lavé la cara. Respiré profundamente por 10 segundos y regresé a la sala. Desabotoné mi traje y me senté a esperar. A las 4:47am aparecieron Marta y detrás de ella el Ministro, éste último caminando hasta su silla sosteniendo una llamada telefónica. Aguardé por unos 30 segundos mientras terminaba de confirmar su participación en una carrera de veleros.

—Caramba, se nos hizo tarde, supongo que en 10 minutos podemos realizar la segunda parte de la entrevista ¿cierto? —me preguntó relajado el Ministro.

—No hay inconveniente. Muchas gracias por permitirme concluir la entrevista.

Ambos nos acomodamos en nuestros asientos, sonreímos y dije:

—De hecho, solo tengo para usted una última pregunta.

El rostro de Lauve cambió totalmente; sentí la tensión en su maxilar. Él sabía que algo traía entre manos.

Tomando la botella de agua de la mesa dije en francés: —Ministro, ¿por qué los habitantes de Tinebia reciben dosis de sedantes a través del agua?

A pesar de que ella no debía traducir nada, el labio superior de la boca de Marta se despegó del inferior. El Ministro pestañeó al menos dos veces; yo estaba seguro de que decidía mentalmente si levantarse de la silla y dejar grabada una muy incriminadora respuesta silente, o intentar evadir con tecnicismos uno de los mayores casos de totalitarismo de la historia moderna.

La tensión era tan fuerte que podía olerse. 

Un Viaje a TinebiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora