¿Quién es Tomás?

388 24 14
                                    


Durante el recorrido, algunos de los integrantes del grupo lucían aún impactados. Se notaba que las únicas acciones violentas que conocían estaban enterradas en el pasado de Wogabe o eran referencias literarias. Sin embargo, Marta parecía no perder la compostura. Su rostro permanecía inmutable durante el resto del trayecto. Pensé por un segundo en cuántas caras tenía esta mujer. En solo días había tenido acceso a tantas facetas de este complejo personaje que no podría incluso reconocer cuál era su verdadero yo.

—¿A dónde vamos?— pregunté.

—Vamos a terminar nuestro trabajo para que comiences el tuyo.— Al escuchar esto sentí cierta molestia, esta gente nunca hablaba nada demasiado claro. Supongo que era un mecanismo aprendido durante tanto tiempo trabajando en la clandestinidad. La ambigüedad era la única certeza dentro de su discurso.

—¿Podrían ser más específicos?— dije.

El chofer de la ambulancia dijo mirándome por el retrovisor: —Vamos a llevarlos hasta la costa. Tú e Ignacio deben salir del país.

Volteé buscando a alguien que se presentara como "Ignacio", cuando Marta sonrió y dijo señalando al paciente: —Él es Ignacio. Tu "Tomás" es un joven desaparecido en Venezuela. Su nombre completo es Ignacio Sánchez y su familia está intentando conseguirlo desde hace poco más de dos años. Tú estás acá para sacarlo del país y contar su historia; hacerlo es contar la real historia de Tinebia ¿Así de específicos quieres que seamos?— concluyó sonriendo.

Sentí nuevamente compasión por el chico. Me preguntaba ¿qué métodos habría usado esta gente para manipular al joven y hacerle representar su papel? ¿Hasta qué punto este chico sabía lo que estaba diciendo? ¿Recordaría a su familia?

Tomás o Ignacio siguió adormecido durante los siguientes 30 minutos. El plan parecía marchar según lo pautado. Ahora me sentía cada vez más cerca de salir de la isla y con ello más cerca de vender esta asombrosa historia a un periódico. En el camino solo podía imaginar la expresión de Caribay cuando pusiera el reportaje sobre su mesa, el titular del año. Este viaje podría representar la mayor oportunidad de mi carrera. Luego pensé lo mundanas que eran mis ambiciones comparadas con la idea de ver a Ignacio reunirse con sus padres después de dos años.

Acercándonos a la costa pude comenzar a distinguir el mar. Señal inequívoca de que pronto abandonaría a los rebeldes para iniciar una nueva travesía. Lo importante es que todos, incluida Marta, podrían regresar a sus puestos de trabajo y continuar operando de modo subversivo, mientras yo concluía la tarea de desenmascarar al gobierno.

En cuanto llegamos a la orilla, unos cuatro jóvenes salieron de los matorrales y develaron un pequeño bote amarillo de unos cuatro puestos, con un minúsculo motor. La embarcación era mucho menos que un barco y un poco más que algunas tablas de madera mal amarradas. Estaba en el punto justo en el que cualquier ser humano dudaría si subir o no, solo que las circunstancias no me permitían un segundo de cuestionamientos. Uno de los rebeldes cargó a Ignacio hasta el navío, Marta se detuvo frente a mí y dijo con firmeza: —Estarás en las mejores manos.

Me abrazó no solo con su cuerpo sino con su alma. Quería partir pero no quería zafarme de ella.

Fue entonces cuando se acercó a nosotros Kani; este hombre era capaz de brindarme la seguridad que el bote no lograba inspirar en mí.

El viejo, el niño sedado y yo zarpamos y nos adentramos en el mar. Lentamente la imagen de los rebeldes se iba perdiendo de vista a medida que el sol comenzaba a salir.

Habiendo transcurrido unos siete minutos le pregunté a Kani: —Y ahora ¿cuál es el plan?

—Pues, en un momento, dos lanchas nos rodearán. Unos oficiales del gobierno nos subirán a sus embarcaciones, te esposarán a ti y seguiremos hasta una base militar.

Mi cara revelaba que no terminaba de entender su respuesta, de hecho, ni siquiera comenzaba a entenderla.

—Disculpa Eric. Has sido útil para una causa perdida. No te sientas mal por eso, pero no, Tomás y tú no han sido otra cosa que un vehículo para acceder a los rebeldes.

Mi rostro se desfiguraba mientras seguía hablando.

—Te pido que por favor no opongas resistencia. Los tres subiremos a la lancha y tus derechos serán respetados, siempre y cuando actúes cívicamente. Te prometo que Tomás tampoco será maltratado.

—No entiendo, usted...

—Mi nombre es Jaques. Trabajo para el gobierno desde hace varios años. Mi labor no es otra que constituir grupos rebeldes, orquestar acciones subversivas y luego facilitar la captura de cada uno de los reclutados.

Dos luces a lo lejos comenzaron a acercarse desde la costa.

—De nuevo, no te sientas mal. Esto ha sucedido al menos una docena de veces. Tú hacías tu trabajo y yo el mío.

—¿Qué pasará con Marta y los otros?— pregunté perplejo.

—Serán... reeducados.

—¿Para qué me necesitaban?

—Marta es... era una figura peligrosa para el Estado. Había ganado seguidores y ocupaba un puesto clave en el gobierno. Mi trabajo fue simple, acercarme a ella, conocerla, crear una fábula e impulsarla para que armase un grupo insurgente que aglutinara a toda su red de contactos disidentes. Ella necesitaba creer que era posible derrocar al sistema y tú lo facilitaste. Hoy, todo su grupo incluidos los jóvenes que nos entregaron este bote, serán capturados.

Las dos luces se transformaron pronto en embarcaciones marítimas tal y como había predicho Jaques. A bordo de ésta, al menos una docena de militares con armas de guerra se nos acercaron.

Las lanchas tomaron posición alrededor de nosotros. Los militares, de modo cuidadoso, cargaron a Tomás y me ordenaron abandonar el bote.

El viejo traidor me miró con la misma serenidad con la que me miró la primera vez, volteó y tomó rumbo a una dirección mientras nosotros salimos en otra, directo nuevamente a la costa, acompañados ahora por cinco oficiales de seguridad.

Un Viaje a TinebiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora