Encerrado en un calabozo sin ventanas, había sido alejado de mi pequeño compañero. Me preguntaba por la suerte que habrían corrido los otros rebeldes. No podía creer cómo alguien tan astuto como Marta hubiese sido engañada. Sin embargo, pensar en los otros me servía un poco para escapar de mis propios problemas. Estaba preso en una maloliente celda de 2x3 metros. Por todo lo que había visto, sabía que nunca saldría de allí. De hecho, solo me preguntaba por qué no había sido asesinado y arrojado al mar.
La respuesta a mi inquietud abrió la puerta.
Del modo más inesperado, el Ministro Lauve entró a mi celda acompañado de dos personas: Un sumiso soldado cuyo único propósito era el de colocar una silla para el Ministro y retirarse, y junto a él, otro hombre bastante más alto que Lauve, vestido de traje negro, de caminar lento y con un cigarrillo en la mano. Éste último se alejó de la luz de mi celda y se recostó sobre una pared, mientras Lauve se acercaba a mí y tomaba asiento.
—Entonces, ¿Cómo ha pasado el fin de semana?
Quedé impactado al oírlo hablar en perfecto español. Había tanto cinismo en la forma y el contenido de la pregunta que me abstuve de contestarla. En su lugar lancé otra de vuelta.
—No entiendo, ¿por qué invitar a los insurgentes a organizarse?
Sonrió y dijo: —Siempre lo harán. Nunca cesarán de aparecer personas que no se adapten. El gobierno debe canalizarlos para que no representen un peligro real. Crear los espacios para que donde sea que aparezcan, sean controlables. El Estado mismo seguirá creando las misiones para derrocarse e invitará a estas personas a participar. Luego, identificadas todas, las suprimirá del sistema... una y otra vez.
—¿Por qué yo sigo vivo?
Volvió a sonreír. —Siempre necesitaremos una nueva revolución... Y toda revolución necesita a un líder.
—Usted es un imbécil si cree que yo me prestaré para otra patraña de estas.
—Sin duda lo sería. Pero es que creo que no se prestará. Más bien será como un favor... bajo coerción. Lo pondré en términos prácticos porque sabe que soy un hombre pragmático. Usted sale en algunos días a Mohali e inicia bajo nuestra protección una campaña clandestina desprestigiando al gobierno. Utilizará otro nombre, tendrá otra historia y recibirá financiamiento. Armará un pequeño equipo para asesinar al Presidente y luego serán todos arrestados. Usted desaparecerá del mapa, será reubicado en cualquier parte y recibirá una onerosa pensión de por vida como un discreto héroe nacional.
—¿Cómo saben que no voy a contar realmente lo que sucede acá?
—Simple. Usted no toleraría saber que por su irresponsabilidad asesinamos a Tomás... Ignacio y a Marta.
No podía creer con la frialdad con la que este hombre hablaba del asesinato como herramienta, pero a su vez podía notar que para él era solo una ecuación matemática. Si matarles era necesario para sostener el crecimiento de su país, lo haría sin ningún cargo moral. Permanecí en silencio.
—Piense esto, no le estoy invitando a que apresemos a gente inocente. Le estamos pidiendo que nos ayude a ubicar a personas que serían capaces de cometer un magnicidio.
Continué en silencio. El Ministro se levantó de su silla diciendo:
—Sé que todo esto puede ser muy confuso. En 30 días vendrá una avioneta a buscarle. Espero que esté listo para partir... Dejó caer frente a mí una carpeta verde olivo, con al menos 200 hojas y dijo: —Léalo y vuélvalo a leer. Léalo hasta que pueda memorizar visualmente la ubicación de cada caracter en cada página. Que tenga una feliz tarde.
Extendió su mano hacia mí, le miré fijamente. Estaba resignado y él lo sabía, sin embargo, no estrecharía nunca más su mano. El Ministro la bajó, sonrió y siguió su camino. Detrás de sí se cerró nuevamente mi celda.
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Un Viaje a Tinebia
Mystery / ThrillerUn viaje a Tinebia es una novela llena de suspenso y psicodelia. La historia se desenvuelve en un universo distópico llamado Tinebia, en donde todas las sustancias psicoactivas han sido despenalizadas y el gobierno promueve su consumo entre los ciud...