Había sido citado nuevamente por Troi en su bunker. La descentralización de su cuerpo me hacía preguntar por qué conducir reuniones en el mismo sitio.
Al ingresar a su oficina, encontré a James sentado en la misma silla donde se sentó la última vez.
—Eric, ¿cómo estás?— dijo ella en un tono menos amigable y juguetón que de costumbre. Recuerdo que pensé en lo fascinante que era la forma en que estaba codificada para poder captar las sutilezas de la entonación en la palabra hablada.
—Bien— respondí y tomé asiento junto a James.
—Eric, ¿puedes comentarme qué hacías reunido con el Ministro en el río detrás de la Casa Presidencial?
Sentí que mi presión arterial descendió hasta el suelo e hice consciente que eso frente a mí lo había detectado inmediatamente en sus registros.
Justo antes de que comenzara a hablar, agregó:
—Recuerda, puedo saber cuando mientes.
—Nos reunimos porque Lauve quería conversar sin que tú oyeras.
La forma en la que James se aferraba a su silla era un signo claro de incomodidad con la situación.
—¿Qué quería que no oyera?
—Que planea acabar contigo y que me necesitaba.
—¿Qué te pidió que hicieras?
Sabía que a partir de este punto caminaría en una cuerda floja. Debía escoger mis palabras con cuidado para seguir narrando lo realmente acontecido, quizá espolvoreado con algunas imprecisiones para evitar dar a conocer los detalles de nuestro plan.
—Me pidió que comprara una granada y mencionó algo acerca de atacar el acelerador.
—¿Cómo?
—En una semana, de madrugada, entraré junto con otro rebelde a quien no he conocido y volaremos tus procesadores—. Ok, acepto que esto no era cierto, pero pude decirlo convencido de que era real, pues desde la reunión con Lauve ensayé la misma frase una y otra vez; la escribí unas doscientas veces y la repetí frente al espejo otras 500, incluso hice ejercicios de visualización guiada para fijar el plan en mi mente como una memoria. La idea era que las palabras salieran de mi boca en piloto automático.
—James ¿sabes algo de esto?
—No— dijo, levantando sus cejas.
Hubo un silencio de al menos un minuto. Sabía que a la velocidad que sus procesadores pensaban, ese minuto no era necesario para construir el discurso que vendría, ese instante era solo para evaluar nuestra corporalidad.
—Debemos cambiar sus terminales. James tú primero.
Se levantó mi compañero e introdujo con resignación su brazo en el cilindro. Éste lo atrapó.
—Ignacio, toma tu arma y dispárale a ese cerdo.
Los ojos de James se sobresaltaron, intentó zafarse enérgicamente del cilindro pero éste estaba aferrado a él con la misma fuerza con la que se sujetaba a la mesa de acero. James gritaba: —¡Malditos!— mientras miraba buscando auxilio hacia donde los topos se encontraban, pero sabía que su voz jamás lograría atravesar las gruesas paredes de la oficina de Troi.
Me levanté. En un esfuerzo por evitar su muerte, pateó su silla hacia mí, pero por su gran peso, ésta no alcanzó a recorrer el camino hasta poder lesionarme.
Saqué de mi cintura el arma y disparé justo en medio del pecho al segundo objetivo que Troi me había entregado una semana atrás.
James cayó de espaldas sobre la mesa y su sangre salpicó la pantalla. Creo que por primera vez Troi se había manchado de sangre.
Reconozco que este asesinato me produjo mucho menos conmoción que el de Karl, y sin duda nada de aflicción, pues desde el día que le vi la primera vez en mi celda, fantaseé con verle morir.
—Ahora solo queda Lauve. ¿Serás capaz?
Le miré y mientras enfundaba mi arma le dije una frase que no pude haber fingido:
—No existe alguien en este mundo a quien desee ver muerto más que a Lauve.
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Un Viaje a Tinebia
Mystery / ThrillerUn viaje a Tinebia es una novela llena de suspenso y psicodelia. La historia se desenvuelve en un universo distópico llamado Tinebia, en donde todas las sustancias psicoactivas han sido despenalizadas y el gobierno promueve su consumo entre los ciud...