Uno más

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Había pasado algunos días en Mohali desde mi llegada en la avioneta. Volteaba con naturalidad cada vez que alguien gritaba: "¡Ignacio!", sobre todo porque era un nombre muy poco común en Tinebia.

Es muy extraña la sensación de tener otro nombre. Aunque uno no lo quiera, la percepción del ser se modifica cuando esas nuevas letras le atraviesan. Uno no camina igual como Tomás que como Ignacio, ahora mis pasos eran un tanto más lentos, aplomados y largos. Mi apariencia había cambiado también un poco, ahora lucía una barba poblada y la cabeza rapada, aunado a esto mi vestimenta era más relajada que de costumbre: jeans, tenis y camisetas. Algo de mí sentía esto un poco ajeno y cercano, no sabía si este Ignacio era una historia que me había aprendido o que me había aprehendido, pero aunque no se sintiera totalmente propio, también es cierto que algo del coraje de Ignacio se había inscrito en mí y no dejaba de sentir mi estómago contraerse cuando veía alguna pieza de mármol.

Allí estaba en un "Despiertos" esperando a mi contacto. Según el último mensaje que recibí, estaría siendo visitado a esa hora específica en ese lugar específico por un agente de la Oficina de Control de Anomalías.

En cuanto entró al bar, pude reconocerle; vestido de traje negro y camisa negra abierta en su parte superior, sin corbata. No era la primera vez que veía a aquella figura de altura destacada, pero sí era la primera vez que lograba detallar su semblante con cuidado. Era un hombre moreno, de cabellera recién afeitada, cejas pobladas y ojos color ámbar. Su mandíbula era prominente y su boca tenía una silueta tan delicada que podría concluir que sus antepasados no habían nacido en Wogabe, región en la que los labios desbordados y las narices chatas eran casi que norma en la población masculina.

Con voz limpia y grave me saludó con un: —Hola—, mientras colocaba en la barra su cajetilla de cigarrillos "Palmier" y su encendedor dorado, que por una de sus caras mostraba el escudo del ejército de Tinebia.

Ya a un brazo de distancia, me era imposible obviar el olor a tabaco que despedía el personaje, el aroma generaba una sensación tan agradable en mi piel que rayaba en lo erógeno.

Sacó del bolsillo derecho de su chaqueta un sobre de manila amarillo doblado, con el número "88" impreso sobre una de sus caras, y lo puso frente a mí en la barra.

Tomó un cigarrillo de los cinco que quedaban en su cajetilla, lo colocó en su boca, lo encendió y me miró fijamente con una sutil sonrisa burlesca. Luego de dos bocanadas en silencio, decidí preguntarle: —¿Me vas a contar algo del sobre o puedo irme ya?

—¿No quieres saber si están bien?— volvió a sonreír esta vez de forma un poco más evidente, exhalando en pequeños golpes el humo de su boca. Ambos sabíamos de quiénes hablaba. Hice silencio.

—Están bien. Te envían sus saludos. Y lo seguirán estando mientras hagas tu trabajo.

—¿Me contarás algo más acerca de lo que está en el sobre?— insistí.

El hombre recogió sus pertenencias, las guardó en su bolsillo izquierdo, se levantó de la silla y me dijo: —Bienvenido—. Dio vuelta y salió del bar.

Fui hasta el baño para revisar el material que había recibido. Toda pintada de amarillo y sorpresivamente bien iluminada, la sala sanitaria estaba en perfecto estado, quizá la idea de lo que era un baño en un bar de borrachos influenció innecesariamente mi preconcepción de lo que debía ser un baño en un bar de ácido. Decidí entonces ingresar a uno de los cubículos rojos, saqué de mi pantalón una cajetilla de "Courageux", tomé un cigarrillo, lo puse entre mis labios y lo encendí mientras abrí el sobre. En él encontré: Una memoria USB, tres documentos, cada uno con una fotografía de una persona. Una mujer y dos hombres. Estos documentos tenían la misma estructura y diagramación que la información que había podido ver de mí en el acelerador. Junto a éstos, aparecía una descripción detallada de seis páginas de la Operación "Reagan".

Un Viaje a TinebiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora