Escudo humano

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Vomité; fue mi primera reacción. No entendía nada de lo que sucedía. Corrí al baño de mi casa mareado y presumo que en el camino me desmayé.

No sé si segundos o minutos después me hallé en el pasillo que comunica la sala de mi casa con el baño. Apenas me repuse, corrí hacia el televisor de la sala que aún permanecía encendido. Las noticias eran imprecisas, vagas y escandalizadoras: Un atentado contra la vida del Presidente y sus dos Ministros más cercanos había tenido lugar durante el entierro de la hija de Lauve.

En medio de la confusión, el país entero veía las imágenes de helicópteros sobrevolando la zona, un despliegue de equipos tácticos élite con perros olfateadores intentando encontrar a los responsables. Los comentaristas de cada uno de los medios solo presentaban videos y fotografías de hacía solo minutos, cuando las camionetas negras llegaron al hospital y comenzaron a descargar a los heridos. Los reporteros se abstenían de emitir opiniones o elaborar conjeturas, era como si ellos estuviesen más impactados que su audiencia.

Una transmisión en directo desde el hospital militar de Mohali, parecía que esclarecería el estado actual del Presidente y sus acompañantes.

El director de la institución caminó hasta la rueda de prensa improvisada en el estacionamiento del hospital, desde donde se dirigiría al país. El hombre, de notable altura, calvicie pronunciada, cara alargada y poblado bigote, vestido con una camiseta verde que debió tomar de su clóset justo cuando recibió la noticia, estaba cubierto con una bata blanca brillante cargada de legitimidad. El temblor en sus manos al sujetar el discurso que leería, avizoraba el curso futuro de sus palabras:

—La nación está horrorizada por lo sucedido hoy. Nuestros mejores hombres y mujeres intentan salvar a la mayor parte de los heridos en esta tragedia. Cerca de unas 16 personas resultaron gravemente heridas o han fallecido. En algunos casos no han podido ser identificadas.

Hizo una pausa buscando aire. Los oficiales militares al fondo movían sus ojos en todas las direcciones buscando, entre la muchedumbre, el sentido a lo acontecido. El Director acomodó sus pesados lentes y se adentró nuevamente en el papel.

—El Ministro Lauve afortunadamente ha salido completamente ileso al igual que su esposa.

La prolongada pausa que hizo a continuación, dejaba ver que el hombre había sido aplastado por la responsabilidad del anuncio que daría. Las palabras que pronunció a continuación, las dijo sin mirar a la cámara, refugiándose en las letras que veía frente a sí.

—Sin embargo, es mi deber notificarle al país que el Presidente Moussa y el Ministro Joob han fallecido casi inmediatamente luego de la explosión...

El resto de sus discurso se hizo inaudible por el estallido de gritos y preguntas provenientes de la multitud que lo rodeaba. Los flashes de las cámaras y la bulla del tumulto hicieron que la rueda de prensa terminara anticipadamente.

En medio del colapso de una nación y de la retirada apresurada del director del Hospital militar entendí todo, todo... Siempre fue Lauve. La Operación Reagan era la respuesta perfecta a todos los problemas del Ministro.

Por un lado, el “asesinato” de su hija y la captura de todos los funcionarios que le acompañaron en los dos atentados contra Joob, cementarían el caso en contra de Camile y la forzarían a vivir en el anonimato, esto no solo con la intención de garantizar la seguridad de su hija, sino de evitar ser empantanado por sus acciones rebeldes.

Por otro lado, eliminar a Moussa representaba la apertura de un camino que le podría llevar a ser el próximo Presidente de Tinebia, camino que lucía completamente despejado al aniquilar simultáneamente a quien se hubiese cristalizado como su principal rival, Joob.

Un Viaje a TinebiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora