En absoluto hermetismo, las distintivas camionetas negras del servicio de inteligencia llegaron a la casa de campo de Lauve, lugar donde Camile pasó los primeros seis años de su vida.
Un despliegue de al menos unos 50 oficiales, todos con aspecto extrañamente similar, se bajaron de los autos y rodearon la casa, con binoculares en mano y, acompañados en parejas por francotiradores, observaban en todas las direcciones.
Éramos testigos del evento solo gracias a imágenes satelitales que Noah transmitía para todos los rebeldes cada diez segundos desde su oficina en la Universidad. Acercarse al entierro de Camile a menos de cinco kilómetros hubiese implicado caer en uno de los siete anillos de seguridad que protegerían el evento, sin embargo el verdadero motivo de las transmisiones era conocer la locación de los hermanos y de todos los rebeldes que recibían la información en un momento exacto, para ser capturados todos en simultáneo, sin dejar oportunidad a que ninguno de los traidores pudiese salir del país.
El motivo para el excesivo control de seguridad en la casa de campo de Lauve, no era otro que la asistencia del Presidente junto al Ministro de la Paz para apoyar a quien había sido más que su aliado de gobierno, un amigo cercano.
Los dos invitados bajaron del mismo auto, eso pude verlo en una de las fotografías. Coloqué en mi reloj una alarma de seis minutos, momento en el que sabría si ya todos los rebeldes habían sido capturados luego de la primera transmisión.
Lauve salió solo de su casa, pude verlo en la quinta fotografía.
También observé a los tres hombres reunidos a escasos metros de un hoyo en el patio de la casa en la séptima imagen.
Los explosivos que Ahmad había escondido en las paredes falsas del ataúd que había intervenido en la morgue, bajo el cobijo de otros oficiales cercanos a Camile, no eran los mismos explosivos que habían hecho volar el auto hacía unos días, eran de hecho algo más cercano a la plastilina que al C4, a juzgar por su estéril poder destructivo. Según me indicó quien me lo hizo llegar, de ninguna forma Ahmad podría haber notado la diferencia sin formación especializada en el manejo de este tipo de materiales.
Yo sabía todo esto pues había sido una obra de teatro que dirigía desde hacía semanas, pero nada más imaginar las caras de todos los demás implicados en la operación, recibiendo esa imagen cada diez segundos, la tensión se apoderaba de mí también, aguardando no por lo que pasaría sino por lo que pudo haber sucedido.
¿Qué pasaría realmente si hubiese entregado el C4 a Ahmad? ¿Lo hubiesen detectado los oficiales de inteligencia? ¿Qué hubiese sucedido con Tinebia si con una bomba hubiésemos acabado al mismo tiempo con esos tres personajes? ¿Qué habría sido de Marta y Tomás?
Los tres hombres miraban la fosa mientras seis uniformados cargaban desde una camioneta el féretro cuidadosamente trabajado por Ahmad. En efecto, la urna era un objeto sagrado, intocable, al cual ningún equipo antiterrorista se le hubiese permitido olfatear con perros antibombas. Realmente hubiese sido un plan perfecto.
A mano izquierda de los tres hombres, a unos diez metros, distinguí al equipo de propaganda de la Presidencia. Para ellos, una fotografía que capturara el dolor del Presidente y a la vez su sentido de solidaridad, se traduciría en cuestión de horas en un aporte directo a la popularidad del primer mandatario.
Los tres políticos se veían juntos. Podía presumir que conversaban. Me preguntaba hasta qué punto el Presidente y el Ministro de Paz conocían el plan en su totalidad. ¿Habría creado algún recelo en Joob que la propia hija de su colega le hubiese intentando asesinar no una sino dos veces?
5’30 minutos, sabía que pronto acabarían las fotos satelitales. Recibí otra imagen de Lauve alejándose de sus dos compañeros en dirección hacia la casa, que se encontraba a unos 25 metros. De seguro el Ministro traería a su esposa para completar el circo.
Aunque las respuestas afectivas de su acompañante serían similares a las de un cactus, era obvio que él también quería una pieza propagandística.
De repente llegó a mí una imagen difícil de describir. Un círculo gris oscuro en medio de la pantalla.
Luego de diez segundos recibí la siguiente y última fotografía satelital. Identifiqué que el círculo era una densa nube de humo... La bomba había estallado.
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Un Viaje a Tinebia
Mystery / ThrillerUn viaje a Tinebia es una novela llena de suspenso y psicodelia. La historia se desenvuelve en un universo distópico llamado Tinebia, en donde todas las sustancias psicoactivas han sido despenalizadas y el gobierno promueve su consumo entre los ciud...