15. Un Vínculo Sellado

6.9K 383 112
                                    

Condenada

15
Un Vínculo Sellado


Aunque ese hubiese sido perfectamente el sueño más profundo que tuvo en años, cuando Adara despertó todavía no había terminado de ponerse el sol, pero estaba lo suficientemente bajo para permitirse esperar por el anochecer despierta.

Tenía la costumbre de tomarse más tiempo del que realmente necesitaba su cerebro para procesar la realidad y tener al menos unos minutos de paz al despertar, pero solo habían pasado tres segundos antes de que los acontecimientos de la noche anterior se manifestasen en su memoria.

Sin pensárselo demasiado se incorporó lo suficiente para tener vista del diván a dos metros a los pies de la cama, donde reposaba, plácidamente dormida, su esclava. Luego de preguntarle si, como le prometió, le habían agradado las actividades efectuadas, recibiendo un fuerte sonrojo y un jadeante «Sí, ama» en respuesta, con el amanecer tocando a la ventana, le permitió –ordenó– quedarse a dormir en ese mueble.

Recordaba lo mucho que le costó adaptarse a la textura del sillón, acostumbrada a dormir sobre una delgada sábana que no tergiversaba demasiado el rugoso y rígido suelo de su celda, y le causaba una ternura incalculable recordar cuando le preguntó si esa cosa no iba a hundirse por estar mucho tiempo sobre ella. Conciliar el sueño le costó otra media hora, tiempo que Adara consumió mirándola cambiar constantemente de posición en silencio.

Ahora mismo, el único movimiento del menudo y fuerte cuerpo de la joven loba era el que indicaba su respiración sosiega. Estaba hecha una adorable bolita, medio de costado, medio boca abajo, como un perrito acurrucado, con la cabeza apoyada en los brazos y no en alguno de los cojines, un par de mechones cayéndole frente al rostro.

Mirándola así, tan tierna, tan inocentemente desentendida de las desgracias que ella misma sufría en el mundo exterior, la Vampiresa no podía dejar de sentir una no muy bien consentida mezcla de lástima y culpabilidad.

La noche anterior, por muy bien que hubiese podido terminar, no fue para nada lo que ella tenía planeado para reclamar a su esclava. Y podía sonar ridículo que, habiendo torturado, cazado y asesinado a tantos de su especie, e incluso habiéndola flagelado ya en una ocasión, Adara se arrepintiera de ese suceso.

Pero era así. Porque ella podía ser muchas cosas, pero no era una violadora. Y en realidad no lo había hecho, pues fue consentido por la esclava, sin embargo fue muy ruda… Demasiado. Pero la rabia que le dejaron las acciones de Barton, y el hecho de que, habiéndoselo recalcado ya en reiteradas ocasiones, la Lycan no pudiese darse su puesto como su esclava, le pudieron más que la conciencia misma.

Liah se removió, escondiendo un poco más el rostro entre los brazos, emitiendo un ligero ronroneo. ¿Cómo era que algo tan tierno podía resultar tan cautivador, tan peligroso? ¿Cómo hacía para que su inocencia, en lugar de irritarla, le diese ganas de enseñarle cada cosa que no sabía, cada sensación que no conocía? No lo sabía; todo lo que sabía era que, esa chica, más allá del espécimen exótico que podía llegar a ser, era especial.

Y tal vez, solo tal vez, algún día se admitiría a sí misma por qué era tan especial.

Mientras no lo hacía, tenía que resolver cómo hacer para que nadie volviese a intentar lo que atentó Barton la noche anterior. ¡Barton!

CondenadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora