Epílogo

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Condenada

Epílogo

Un Mes Más Tarde

La puerta de la cámara de juntas se abrió para dar paso al General Imperial. Hemerik estaba acostumbrado a caminar bajo las miradas de los Vampiros más importantes del Imperio, pero en esa habitación estaban los altos mandos más importantes de esas tierras, además del Lord más poderoso de todas las tierras, cuyos ojos verdes se clavaron implacablemente en su persona desde que ingresó.

Se acercó a la mesa rectangular y los ocho pares de ojos siguieron sus movimientos con detenimiento, como si alguno de ellos esperara leer en su porte si tenía alguna buena noticia, puesto que las últimas dos quincenas se habían basado en fracaso tras fracaso y Lord Luther estaba cada vez más furioso con la incompetencia que demostraban sus hombres. Y luego del ataque a las Fosas de Lucha...

El General llegó hasta su asiento, justo a la izquierda del Lord bajo el mando del cual estaba, y reverenció antes de proceder a sentarse.

—Mi señor —esperó el permiso de los fríos ojos verdes para ocupar su asiento; el ambiente era tenso y sabía que cuando comenzara a hablar se pondría peor —. Los lugartenientes en las tierras adyacentes han enviado el reporte —Hemerik casi pudo sentir el anhelo de sus colegas, pero no iba a decir lo que ellos querían —. La búsqueda fracasó, no hay rastro de la loba.

Hubo un estremecimiento disimulado general, un par de expresiones de molestia y otras de decepción, pero en el interior todos estaban preparándose para recibir la cólera de su Lord. ¿Cómo era posible que la loba no apareciera? ¿Cómo era posible que una esclava fugada estuviese haciendo quedar a todas las fuerzas de soldados de todos los clanes como unos inútiles?

—No están buscando debidamente. —espetó Luther, con los puños apretados de rabia; desde hacía un mes que esa loba lo tenía con los nervios de punta, así que no pudo evitar perder los estribos y golpear la mesa con su apretado puño antes de alzar la voz — ¡No pudo haberse esfumado de la faz de la tierra! ¡No pudo haberse ido muy lejos! ¿Qué clase de incompetentes están enviando a buscarla?

Aunque la pregunta fue dirigida a su propio General, los ojos glaucos se pasearon por sobre todos los rostros de la mesa. Allí estaban reunidos los líderes de las fuerzas de traficantes y soldados de los clanes más cercanos al propio, y todos parecían estar al mando de tropas de ineptos.

—Tropas de traficantes con más rastreadores que cazadores. —informó Hemerik.

Luther hizo un sonido desdeñoso. Se suponía que los traficantes de muerte eran los mejores soldados jamás existidos en ningún imperio, se suponía que eran los expertos, los más fuertes, los más diestros, aquellos que hacían temblar a los lobos con solo oír su nombre.

Y, aun así, ninguno de ellos había dado todavía con una moza que jamás había salido al mundo exterior, que no tenía idea de supervivencia, geografía o nada.

—Mi señor, con todo respeto, ¿no cree que le esté dando demasiado crédito a esa moza? —Firas, el Capitán de la fuerza de traficantes de Silvang, sentado en la segunda silla de la izquierda, comentó cautamente con su marcado acento turco —Jamás había salido de la fortaleza antes, no por sí sola, al menos, y dudo que la mucama que se llevó haga mucha diferencia.

A pesar de que todos allí compartían su pensado, ninguno se arriesgó a demostrar su acuerdo con el Capitán. Algunos de ellos, sin embargo, admiraron internamente su valentía al decírselo al Lord, otros criticaron la estupidez que podría haberlo hecho abrir la boca.

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