05. Entre la Hermana y la Pared

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Condenada

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Entre la Hermana y la Pared

El ocaso había culminado hacía más de una hora y aún había unos cuantos obreros trabajando bajo vigilancia de los muchos soldados que estaban destinados a patrullar durante la noche. Liah pasó una buena parte de la tarde colaborando en todo lo que podía con sus hermanos, luego de haber pernoctado durante toda la mañana.

La noche anterior, una vez finalizado el extraño episodio de castigo y posterior... Liah no estaba segura de qué era lo que había sucedido luego del flagelo, la princesa no tardó demasiado en dejarse caer entre los brazos de Morfeo, mientras que ella permaneció allí, tomándose la confianza de sentarse en el piso a esperar que las horribles heridas en su espalda sanasen lo suficiente.

Durante ese rato, en el que solo pudo escuchar el murmullo ininteligible de sus propios pensamientos, quiso buscarle algún sentido a lo que había pasado. Más bien, a lo que había sentido.

Siquiera podía definir las sensaciones con exactitud. Fue una especie de energía, electrizante y caliente, invasiva, a la que no le costó nada filtrarse por cada poro de su piel. No lograba explicarse por qué la había embargado semejante sentir, y mucho menos luego de la previa sesión de tortura. Estaba segura de que esas sensaciones no debieron haberla invadido luego de eso.

La verdad era que todo lo que hubo sentido estaba completamente desligado de la dolorosa penitencia de la que fue víctima. Como si no hubiese sido la misma persona que le administró el castigo, la que le hizo estremecer con roces tan simples que pasaba a preguntarse cómo era que podía causar tal efecto.

La princesa Adara le inspiraba temor a Liah, le intimidaba con su elegante presencia y su forma dominante y segura de actuar; al mismo tiempo, con solo pensar en ella, no podía evitar sentir un rumor de aquella energía en su ser. ¿Qué le estaba haciendo?

No tenía idea de dónde se encontraba su ama en ese momento, todo lo que sabía era que no estaba en la fortaleza y ella vagaba, sin nada que hacer, por la zona de la servidumbre. Llevaba otro pequeño desazón en la cabeza, que compartía la mitad de la sangre con su ama.

Verónica, la hija menor de Lord Luther, estaba de regreso en la fortaleza, aparentemente por el mismo motivo que su primogénita: el Despertar de los Matualeos.

¿Por qué le preocupaba? A Verónica le gustaba divertirse con Liah de una manera muy particular. En más de una ocasión, el Lord se vio en la obligación de reprender a su hija menor, espetándole que dejase de «provocar» a una mascota que ya tenía dueño. Apenas ahora venía cayendo en el verdadero significado de ello.

A Liah siempre le hubo incomodado su actitud para con ella, pero el motivo de su inquietud era que estaba segura de que esas provocaciones no le agradarían en lo absoluto a su ama.

¿Qué motivo tenía para pensar eso? La camisa de lana que le cedió Beth luego de que Donny le hubo ayudado con su aseo personal en la mañana, por órdenes de su ama, era un indicio bastante claro del sentido de la posesividad de la misma.

Esa era una de las principales razones por las que había permanecido en la zona de servicio desde el ocaso: sabía que Verónica no se acercaría allí para nada. Y, mientras se mantuviese allí, colaborando con las criadas en lo que le pedían, estaría evitándose malos ratos que serían peores para ella. Cosa que de seguro quien más agradecería sería su espalda, que aún portaba cicatrices.

— ¡Liah! —el chillido escandalizado de Donny hizo que la aludida por poco se precipitase al suelo — ¿Qué se supone que hacéis allí arriba? —reclamó poniendo los brazos en jarra.

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