El poder de la Daga - SwanQueen

"¿Qué hacían?"

¿Qué hacían?

Se besaron durante un largo rato. Bueno, no había una certeza del tiempo transcurrido, pero había sido suficiente para transitar de los roces a los besos exploratorios y, luego, a los apasionados. Regina no tenía mucha seguridad sobre en qué momento paso a estar encima de Emma y no a su lado. No había una diferencia tácita de ese cambio teniendo en cuenta que seguía en sus brazos, pero el estar sobre ella era una clara muestra del crecimiento de ese "no lo sé" que estaba sucediendo con ambas. O entre ambas. O sobre Emma y bajo Regina. Habrían continuado si no fuera por un murmullo que fue in crescendo a medida que también progresaban las caricias y la profundidad de ese beso. Un murmullo que se convirtió en rutilante barullo y que las hizo separarse de un brinco al notar que se dirigía hacia la habitación.

Mientras se arreglaban con apuro, la voz de Arturo se hacía más nítida, pero no era la única. Snow y David estaban hablando con él y con una cuarta persona que definitivamente era un hombre y que buscaba a la salvadora. Además de eso, habían podido entender la palabra maldición y rota. Lo que Regina previó como imposible estaba sucediendo, alguien las interrumpiría antes del alba, pero al menos con el suficiente juicio como para hacer ruido y alertarlas.

La puerta se abrió y como trombas todos ingresaron sin siquiera anunciar un simple permiso. "Un minuto antes y ahora esto sería un sincope masivo", pensó Regina que observó cómo Emma la miraba de reojo con el mismo pensamiento flotando en su mente, probablemente.

-Regina, Emma – David fue el primero en hablar con demasiada energía – no creerán lo que sucedió – se quedó un segundo mirando a ambas con curiosidad al verlas despiertas, en la misma habitación, y claramente perturbadas - ¿qué hacían?

Regina habría contestado un cortante NADA si no fuera porque Snow y Arturo avanzaron hasta dejar que la figura que los seguía en orden de ingreso se dejara ver. Un hombre de mediana edad observaba a ambas con expectativa. Regina notó como Emma daba un respingo.

-Tú – dijo con los ojos muy abiertos.

-Hola Emma – anunció el desconocido con una calma casi anormal – al fin nos volvemos a ver...

-¿Quién...? – dijo Regina sin entender que sucedía y quién era ese hombre que tanto parecía conocer a la rubia.

Henry entró a trompicones, despeinado y con aspecto haber abierto los ojos hacia menos de 20 segundos - ¿es verdad? – inquirió con un entusiasmo manifiesto pero desganado por el mal descanso - ¿es verdad que Merlín está aquí? – detrás de él la autora material de su despertar abrupto hacía galas de presencia, es decir Belle. Desde luego parecía que todo el reino estaba decidido a llegar a la habitación de Emma y Regina.

-¿Qué? ¿Quién? ¿Dónde? – balbuceó en voz alta Regina para descansar sus ojos en el desconocido -¿eres Merlín?

-Es Merlín – corroboró Emma sin pestañear.

-¿Y cómo lo conoces? – quiso saber Regina.

-Cuando era pequeña – recordó Emma – viniste y me dijiste algo que no comprendí...

Merlín sonrió – si, lo hice.

-Pero ¿cómo? Si estabas atrapado en aquel árbol desde mucho antes – replicó Emma – y, sobre todo, ¿cómo rompiste la maldición?

-No importa el cómo te entregué aquel mensaje – protestó Merlín que aparentemente no tenía intenciones de revelar sus conjuros secretos – el caso es que estoy aquí porque tú rompiste la maldición, Emma...