"Fui yo"

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"Fui yo"

Regina había soportado muchas torturas en su vida pero ninguna como esta. Comenzó como un escalofrío que la recorrió por completo y fue evolucionando con tanta sutileza que la sorpresa de los cambios siempre la dejaban con la boca abierta en busca de aire. No fue un relámpago brusco como parecía haber empezado. Una vez que Emma notó como la resistencia de Regina estaba en punto muerto, soltó su primer enérgico agarre y siguió avanzando con complaciente lentitud, como si estuviera recorriendo a consciencia cada rincón de la morena. Como quien quiere derribar los muros de una estructura sacudiéndola por entero, pero sin perjudicarla, cuidándola en el proceso. Dejo a un lado el pellizco y se dedicó a desperdigar besos por la barbilla de la morena, mientras sus manos acariciaban suavemente el torso de la mujer. Subió con parsimonia hasta el lóbulo de su oreja derecha y su voz se dejó oír pacientemente.

-¿Segura que quieres hacer eso? – abrió una puerta para que Regina no sintiera la presión de entregarse si las dudas la obstaculizaban.

-Segura – fue lo único que salió de su boca, incluso antes de meditar lo que estaba diciendo en realidad, a lo que estaba accediendo.

Emma suspiró aliviada en su oído haciendo cada pelillo en su nuca se crispase – menos mal porque no creo que podría haberme detenido – lamió el lóbulo de su oreja provocando que Regina gimiese sin entereza – interesante – masculló repitiendo la acción e incitando una reacción similar, pero más aguda en la morena – he encontrado un punto débil de la reina malvada – soltó haciendo que Regina gruñera, mientras la rubia se entretenía con la fuente de ruiditos sugestivos, como la llamó en el proceso.

Regina, por su parte, se aventuraba tratando de reprimir tantas emociones durante la tortura que Emma le prodigaba, reteniéndose de gemir mientras las apretadas piernas se lo permitían tratando de recuperar el control de la situación pero sin resultados positivos por ahora. Emma se desplazó y Regina sabía que iba a besarla, notaba su aliento acercándose, entreteniéndose con la cicatriz de su rostro, tan cerca de su boca que agonizaba de la necesidad de sentir ese beso esperado. El escalofrío que la recorría se convirtió en un espasmo lacerante de necesidad en su pecho. Y si la hubieran dejado sus sentidos habría gritado BESAME, pero no tenía ninguno predispuesto a colaborar, todos expectantes de los lánguidos roces que Emma dejaba a su paso.

Emma levantó la mirada. Vio que la morena tenía los ojos cerrados y una clara expresión de hambre. Respiró el aire que las separaba como si quisiera absorber la distancia. Los labios de Regina temblaron y Emma los observó con fascinación. Temblaron brevemente y se replegaron para dejar que la humedad de la lengua de la morena los hiciera brillar. Fue un gesto tan breve como intenso. Un gesto silencioso carente del ardor de los ojos de Regina que permanecían cerrados, anhelantes. Emma destruyó los centímetros que la separaba de esos seductores labios y, mientras se recostaba sobre la morena acomodándose entre sus piernas, los rozó por primera vez, dócil y húmedamente. Exhaló el aire que contenía y se dejó llevar por los labios entre abiertos de la morena.

El primer roce de su lengua hizo que Regina diera un respingo, pero sin alejarse respondió al toque con la suya y antes de que ninguna pudiera notarlo aquello se convirtió en una batalla por explorar más profundo. El espasmo que Regina sentía se movió hasta detenerse en la parte baja de su estómago provocado por el calor del cuerpo de Emma apretándose contra ella. No pudieron estimar el tiempo que transcurrió mientas se besaban una a la otra, intentando tentativamente ir más allá durante todo el tiempo que tardaron en necesitar obcecadamente aire. Se separaron lo justo para respirar y para que su camisa de dormir se escurriera por su cuerpo. Emma la besó nuevamente, pero en cuanto la lengua de Regina retrocedió, abandonó su boca incitando que el gemido que aquel beso silenciaba retumbara por la habitación. La rubia gruñó excitada por esa revelación y Regina pudo sentir su sonrisa contra la piel entre sus pechos. La habría reprendido si no fuera porque las manos de Emma estaban ancladas en sus pechos y su boca peligrosamente cerca.

El poder de la Daga - SwanQueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora